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“El mito del cambio ha empeorado nuestras vidas”

Sandro Veronesi reflexiona en la novela ‘El colibrí’ sobre la inutilidad de las grandes transformaciones y la conveniencia de saber gestionar el dolor

Daniel Verdú
El escritor Italiano Sandro Veronesi, anteayer en Roma.
El escritor Italiano Sandro Veronesi, anteayer en Roma.Antonello Nusca

Sandro Veronesi (Florencia, 1959) apoya cuidadosamente la aguja en el primer surco del disco y empieza a sonar Led Zeppelin en su estudio, un pequeño anexo lleno de libros en la casa de un barrio residencial romano junto a los jardines de Villa Pamphili. El escritor recuperó hace poco un amplificador Marantz, un viejo tocadiscos Thorens y una pareja de altavoces AR-6 de su vieja casa toscana. El mismo equipo que conserva en la consulta Marco Carrera, un oftalmólogo que viaja a las entrañas del dolor y logra algo tan contracultural en estos tiempos como mantenerse durante 40 años inmóvil, usando toda su energía contra el tiempo tal y como hacen esos diminutos pájaros capaces de aletear hasta 75 veces por segundo. Un héroe silencioso, corriente y discreto, metido de lleno en el ojo del huracán de una tragedia contemporánea. El protagonista de El colibrí (Anagrama y Edicions del Periscopi), el libro que revolucionó la escena literaria italiana el año pasado y le dio el premio Strega a su autor, es todo lo contrario de Veronesi. “Sobre todo, es mejor tenista que yo”, sonríe detrás de la mascarilla.

El escritor y agitador político, personaje clave en la escasa oposición intelectual a Matteo Salvini en los últimos años, empezó a plantear la historia en 2014. Un tiempo en el que Italia se encaminaba hacia la tormenta populista que terminaría de barrer definitivamente la vieja política del siglo XX mientras el resto de Europa tomaba apuntes. Fue un periodo en el que imaginó el viaje al infierno de un tipo sin ninguna ambición por trascender, pero que terminaría marcando, casi sin querer, el signo del futuro. Un relato absorbente y articulado en continuos saltos temporales, que desemboca exactamente en su desenlace biológico. Lo tenía todo listo. Y justo cuando se sentó a escribirlo, sucedió algo. “Tenía en mente este libro, con ese final, pero me diagnosticaron a un tumor y todo quedó congelado. Me pareció conveniente curarse y luego ir a morir al libro, no al revés”, bromea mientras se levanta a darle la vuelta al disco.

La historia de Carrera es la de un tipo que nunca termina de precipitarse hasta el fondo de su desgracia. Un tenista constante, que liquida a sus rivales manteniéndolos en el fondo de la pista sin arriesgar en puntos ganadores (lo contrario de lo que hace su autor en la vida real, dice él mismo). Una personalidad que Veronesi construyó tras la lectura de A paso de cangrejo, una recopilación de artículos de Umberto Eco donde en 2006 ya se planteaba la involución sufrida en las últimas décadas en nombre del progreso y la irrupción del populismo mediático. “Soy un tío de los 70. Y en aquella época parecía que si ponías un poco de energía en lo que hacías, podías cambiar el mundo. Había un movimiento de verdad, no era político, sino más bien una idea. Pero en este nuevo siglo, el mito del cambio se ha desmoronado. Me di cuenta de que conservar empieza a ser más valioso. El cambio está empeorando nuestro sistema de vida”.

“Lo moderno hoy en día es tratar bien la tierra donde vivimos”

El colibrí de Veronesi nunca decidió serlo. Simplemente reacciona a las decisiones de los otros y a los golpes del destino. Es un hombre normal que vive del bienestar de su familia. Y eso también le permite no estar expuesto a los pensamientos sociopolíticos de los demás. “No es víctima de este mecanismo. Ni siquiera es consciente de que su modo de hacer es el símbolo de una visión conservadora de la vida. Él no es un hombre político, pero ese modo de vida es hoy también una ideología ambientalista. La vanguardia busca ahora conservar el planeta, no quiere colonizar la Luna o Marte. Lo moderno es tratar bien la tierra donde vivimos”.

El libro de Veronesi, que se sienta en el diván de su psicoanalista cada martes a las 12.20 desde hace 20 años (hoy lo hará tras la entrevista), es también un retrato sobre la gestión del dolor en los tiempos del Orfidal y las terapias alternativas. Un relato construido con elementos del propio psicoanálisis por el que asoma una sociedad que ha terminado demonizando el sufrimiento. “Soportar el dolor ha sido el arma definitiva de las sociedades para imponerse sobre el resto. Mire el cristianismo, el primero en convertirse bajo la cruz fue el centurión romano, porque vio morir a Jescucrito en una situación de dolor extremo sin suplicar ni pedir piedad”.

‘El colibrí’ ha dado por segunda vez a su autor el premio Strega

Carrera, capaz también de soportar esas descargas en gran intensidad (pierde a una hermana y a una hija), rehúye el análisis psicológico, pero figura en todas las terapias de sus allegados. Un fumador pasivo de los efluvios de Lacan, Freud y Wilfred Bion que han marcado también a fuego el pensamiento de Veronesi. “El psicoanálisis ha ocupado hoy el lugar de la filosofía, ha sustituido a la formulación de nuevos pensamientos. Pero debemos aceptar que el mundo ha empeorado. Es como decir: ‘Guardiola, es un grandísimo entrenador, pero si le quitas a Messi. ¿Qué ha ganado?’. Sí... ya sé que sois todos guardiolistas, yo también. Pero el Madrid se ha llevado tres champions seguidas sin tanta filosofía. De modo que en el interior de esta bola en la que vivimos, hay algo que no funciona. Hoy somos peores: tenemos una clase dirigente escasa, renacen las ideologías fascistas… Aceptémoslo, este es un tiempo de fracasos”. Aunque puede que no tanto para el propio Veronesi, que ha ganado con este libro y por segunda vez el premio literario más importante de Italia.

La voz de los intelectuales contra la política de Salvini

Cuando Matteo Salvini llegó al poder en 2018 encontró un camino asfaltado para llevar a cabo sus políticas. Muy pocos intelectuales, artistas o músicos antiguamente vinculados a la izquierda levantaron su voz contra algunos de los atropellos humanitarios que cometió. Sandro Veronesi fue el primero y desató toda una corriente, a la que se apuntaron figuras como Roberto Saviano o Michela Murgia. “Lo que se traía entre manos Salvini iba contra un argumento básico de la historia, el del mutuo socorro, y si eso no existe no hay civilización en la que creer”.

Veronesi echó de menos algunos cantantes, o “celebrities' que habrían sido muy útiles como testimonio popular para combatir el populismo”. “Se pusieron de perfil, porque habrían perdido una parte importante del público. Pero si yo fuera un músico y me hubieran gritado que cantase y callase, habría perdido la cabeza. Le habría dicho: ‘Devuélveme los besos que te diste con tu novia escuchando mis canciones! ¡Vete a tomar el por el culo!'. Pero muchos optaron por el aspecto mercantil del tema”.

 

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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