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Ignacio Sotelo, la vocación intelectual antes que la política

Fue dirigente del PSOE pero miró de forma crítica sus años en el poder

Retrato de Ignacio Sotelo, en marzo de 1999.
Retrato de Ignacio Sotelo, en marzo de 1999.Manolo S. Urbano

Muchas son las dimensiones que se pueden analizar al recordar la trayectoria de Ignacio Sotelo (Madrid, 1936), el amigo que nos ha dejado; entre ellas me parece que una de las más significativas es la tensión que vivió entre España y Alemania. Catedrático de Sociología en la Universidad libre de Berlín y colaborador en EL PAÍS. Dos públicos distintos, dos tareas distintas.

Fue estudiante antifranquista, admirador y colaborador político de Dionisio Ridruejo y discípulo de José Luis Aranguren, encarcelado y procesado por el franquismo

40 años de colaboraciones periodísticas en las que son muchos los temas que trató: desde los primeros artículos sobre la transición a la democracia hasta los últimos sobre la emergencia de los populismos. En la hemeroteca digital del periódico aparece la historia de una vida. Leer y releer estos artículos es el mayor homenaje que podemos hacerle para sentir que sigue entre nosotros; que no se ha ido del todo; que nos sigue iluminando e indignando desde aquellas tribunas que muchos devorábamos para seguir aprendiendo y polemizando con él.

Ignacio Sotelo, estudiante antifranquista, admirador y colaborador político de Dionisio Ridruejo y discípulo de José Luis Aranguren, fue encarcelado y procesado por el franquismo y decidió exiliarse en Alemania para iniciar allí una nueva vida. Vivió la Alemania de Adenauer, el congreso socialista de Bad Godesberg, la creación del Muro de Berlín, la gran coalición de 1966 a 1969 y la llegada de Willy Brandt a la cancillería. Son años en los que Sotelo se centra en estudiar el desarrollo del marxismo, las contradicciones del leninimo, el pensamiento de Sartre y la sociología en América Latina.

En sus artículos trató desde la transición hasta la emergencia de los populismos

Llega la Transición y Sotelo se incorpora a la vida política activa. Llega a secretario de Cultura de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE en septiembre de 1979. Parecía que comenzaba una vida política institucional, pero había algo en su personalidad que le impedía ajustarse al papel que se espera de un profesional de la política; su vocación intelectual podía más. En cuanto tuvo oportunidad, en 1981, abandonó la Comisión Ejecutiva y se mantuvo en una posición de acompañamiento crítico a aquellos años del PSOE en el Gobierno.

Los títulos de sus libros resumen una época. En 1980, El socialismo democrático; en 1986, Los socialistas en el poder, y en 1994, El desplome de la izquierda. En las tres obras aparece el diseño de lo que tenía que ser un proyecto socialista a la altura de los tiempos; para pasar al análisis de las luces y las sombras de los años de Gobierno, y concluir con las esperanzas perdidas y las ilusiones abandonadas tras la caída del muro de Berlín, la unificación alemana y la desaparición del Pacto de Varsovia. Más allá del análisis geopolítico —que le apasionaba— y en el que era un maestro, Sotelo estaba obsesionado con fundamentar su análisis en una obra de más largo alcance.

De esa preocupación surge El Estado social (2010), el libro al que dedicó más esfuerzo. En la obra aparece el análisis del nuevo modelo de capitalismo, de las nuevas formas de desigualdad y de las nuevas formas de contestación. El lector encontrará en la obra la sabiduría acumulada durante muchos años de lectura, de reflexión y de discusión. En la obra aparecen Weber y Keynes, sin olvidar el recuerdo a Walter Benjamin y la relevancia de Jurgen Habermas.

Todas estas referencias podrían hacer pensar que Sotelo opera, como tantos académicos, conocedores de la filosofía alemana e ignorantes sobre su propia circunstancia. No fue su caso. Su obra A vueltas con España (2005) muestra la preocupación por no olvidar nunca a sus interlocutores españoles Aranguren, Ridruejo o Pedro Laín, a todos los cuales dedicó certeros análisis.

En este resumen apresurado no quiero olvidar su interés en los debates filosófico-teológicos. Asiduo a los Foros sobre el Hecho Religioso que organizaba el Instituto Fe y Secularidad; año tras año compartíamos debates coordinados por ese gran maestro que fue José Gómez Caffarena. Y ahí estaba siempre Sotelo, capaz de discutir sobre el fundamentalismo, la violencia, el mal, la muerte o el sentido de la vida. Sobre las razones del agnóstico y la agnosia del creyente. Sus reflexiones quedarían recogidas en el libro escrito con José Ignacio González Faus ¿Sin Dios o con Dios? Buena lectura también para estos tiempos de incertidumbre.


Antonio García Santesmases es catedrático de Filosofía Política de la UNED.

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