Los artistas se encierran en el estudio: inspiración, cancelaciones y pagos en plena pandemia
El cliché pinta a los artistas como trabajadores solitarios, enclaustrados en sus talleres, pero aun así todos han visto frenar su actividad de un modo u otro por culpa del coronavirus
El consabido cliché pinta a los artistas visuales como trabajadores solitarios, recluidos en sus estudios en busca de la inspiración, encerrados hasta dar con ese color, con esa forma, con esa sensación imaginada. Las cifras dan en esta ocasión la razón al estereotipo ya que, en estos tiempos extraños, la suya es la segunda profesión con menor riesgo de contraer la COVID-19 solo por detrás de los leñadores, según un gráfico publicado por The New York Times que se basa en dos ejes: el grado de proximidad física con otras personas y el nivel de contacto con la enfermedad. Pero no son pocos los viajes, las inauguraciones, las reuniones, las ferias y demás compromisos públicos con los que los creadores plásticos deben cumplir en su día a día, y que ahora se encuentran en suspenso a la espera de reducir la curva del virus. Obligados como tantos otros profesionales a replegarse en sus casas estos días, los pintores, escultores, dibujantes y fotógrafos están viviendo la cuarentena de modo desigual: unos se desplazan diariamente al estudio, otros se quedan en su casa, otros aprovechan para organizar sus archivos... Todos coinciden sin embargo en una preocupación: los proyectos a corto y medio plazo se han cancelado sin excepción y no todo el mundo cuenta con un colchón para sobrevivir en un medio profesional donde escasamente existen los sueldos fijos. De ahí también una reivindicación: la de la toma de medidas urgentes por parte del Gobierno para intentar paliar la que se prevé como una debacle del sector cultural sin paliativos. Así lo cuentan esta pequeña muestra de nueve artistas, todos al teléfono desde sus domicilios y estudios, desde donde mandan fotografías tomadas con sus móviles.
Juan Francisco Casas: Conocido por sus dibujos a boli, tan descarados como hiperrealistas, el jienense Juan Francisco Casas se encuentra estos días confinado con su gato. “La dinámica no ha cambiado nada, porque yo tengo el estudio en casa. Además tengo terraza, así que puedo salir a tomar el aire”, explica. Pospuesta la exhibición de sus últimos tres años de trabajo, que iba a inaugurarse próximamente en la galería Fernando Pradilla; y atrasada también la muestra sobre la artista renacentista Artemisia Gentileschi en la londinense National Gallery, que iba a abrir el próximo 4 de abril y que guardaba relación conceptual con su propia propuesta expositiva, el artista sigue cerrando los flecos que le quedaban sueltos para cuando se retome la actividad en un incierto futuro. “Por ahora todo esto no me influye en nada más allá de lo anímico”, cuenta, “pero es cierto que sacar la cabeza por la ventana y no oír coches es muy raro. No te concentras igual en medio de esta situación casi apocalíptica”.
Dora García: Desde su domicilio en Barcelona, la artista de performance y audiovisual Dora García acusa especialmente el encierro ya que su trabajo se desarrolla por lo común en colectivo. “Lo que más ha cambiado es que ya no viajo y todo se ha ido cancelando”, señala la artista, que estos días se está dedicando, entre otras cosas, a escribir ante la imposibilidad de sacar adelante nuevos proyectos. “Esta es una situación muy dura sobre todo si no tienes otra fuente de ingresos más que las exposiciones”, apunta la vallisoletana, que también trabaja como docente. “Por eso, para mí no es tanto drama”, asegura. Pero ese no es el caso de muchos otros artistas. “Esta situación ha provocado que las cosas que eran urgentes ya no lo sean, y no hay estrés en ese sentido. Ahora estoy sacando tiempo para dedicarme a cosas que tenía atrasadas, como solicitudes que tenía que echar, dossieres que tenía que terminar... Y también estoy aprovechando para leer”. Su enfoque creativo, cree García, será una de las facetas que más se verá trastocada por este parón en seco de las rutinas del día a día. Aunque no será la única. “El impacto psicológico va a ser muy fuerte, lo que pasa que aún no nos damos cuenta. Las exposiciones se están cancelando hasta dentro de un año, por lo que la recuperación del ritmo va a ser muy dura”, afirma la creadora, antes de mostrar su preocupación por la situación en la que quedarán muchos artistas. Y no solo ellos: “Después de todo esto, ¿van a sobrevivir las galerías?”.
Juan Díaz Faes: Tras haber disfrutado de una residencia artística de la Colección Solo en Cantabria, el ilustrador Juan Díaz Faes decidió abandonar la ciudad y quedarse por allí, en un pueblecito cerca del mar y la montaña en los alrededores de Somo. Allí le ha pillado la imposición del estado de alarma, que apenas ha hecho mella en una localidad que tiene por costumbre vivir apartada del mundanal ruido. “A la hora del proceso la cuarentena no nos afecta. De hecho nos engañamos a nosotros mismos y nos decimos que nos va a venir bien estar encerrados durante unos días”, cuenta el artista, que habla en plural porque transmite las conversaciones que ha tenido con otros colegas de profesión estos días. “Nosotros vivimos en cuarentena siempre: normalmente no sabemos ni a qué hora tenemos que ducharnos”. El problema fundamental, como para el resto de artistas, es que se han caído todos los encargos que tenía previstos. Pero él tiene pensado tomárselo con deportividad y aprovechar para disfrutar del tiempo libre, a pesar de la lógica preocupación por el “impacto económico negativo”. “Puede ser hasta enriquecedor, poder dedicarme a mis proyectos personales y tener tiempo para pensarlos y organizarlos”.
Secundino Hernández: Normalmente a caballo entre Berlín y Madrid, el pintor, de amplia trayectoria internacional, se encuentra estos días trabajando en su estudio cerca de la capital española. Acostumbrado a pasar largas horas enclaustrado en el taller, reconoce que la situación no ha trastocado demasiado su rutina. “La mayor psicosis es coger el coche, que te paren y tener que explicar que vas al estudio”, explica. Pero que no hayan cambiado sus inercias no significa que la coyuntura no vaya a tener un impacto sobre su pintura. “Es chocante ver una ciudad fantasma. Esto es algo que se va a quedar en la memoria, y como artista es inevitable que se traslade a tu obra”, asegura el madrileño. A punto de inaugurar una muestra, el próximo 1 de abril, Hernández sigue trabajando en los detalles que faltaban por ultimar a pesar de la cita se ha postergado hasta nuevo aviso. No escasean materiales por el momento, ya que él guarda siempre gran cantidad en su estudio. “Se han parado ferias, exposiciones, y eso afecta a una parte del trabajo que hago, que es en equipo. Esto nos ha pillado haciendo un proyecto con gente externa que hemos tenido que parar, por eso ahora solo estoy trabajando en horario de mañana, de 9 a 14:30. Hay que optimizar fuerzas, porque cuando retomemos la actividad en septiembre, o cuando toque, va a venir todo en avalancha”.
Antonio Ballester Moreno: En plena operación de traslado de estudio, con las cajas de la mudanza ya listas, el pintor Antonio Ballester Moreno se ha visto obligado poner sus planes en pausa y continuar por el momento en su antiguo espacio, ubicado en un recoleto barrio de Madrid. “Yo siempre estoy luchando por aislarme así que esta podría ser la circunstancia idónea, pero no lo es”, lamenta el artista madrileño. “Uno es sensible a lo que pasa fuera, y aunque estoy tratando de trabajar me cuesta concentrarme. Además hay exposiciones que se han caído, eventos que se han retrasado, dinero que te deben y que no sabes llegará...”, enumera Ballester Moreno, en una lista de motivos para la inquietud que encabeza, por encima de todo, “la salud de los tuyos”. Ante la coyuntura, el pintor reconoce que no está sacando adelante demasiado trabajo. No es capaz de concentrarse. Además, también le preocupa la disponibilidad de herramientas de cara al futuro. En su caso, él trabaja con unos colores muy concretos y con tela de yute, materiales que, como él mismo apunta, forman parte de lo que “le define” como artista. “Por lo que pueda pasar, mientras unos compran papel higiénico, yo me he comprado pinturas”.
Santiago Sierra: Al teléfono en plena cacerolada vecinal, el artista Santiago Sierra, autor de hitos del arte español reciente como el ninot del rey Felipe, reconoce que la cuarentena ha hecho mella en su forma de trabajar, radicalmente opuesta a esa idea del artista solitario y taciturno. “Mi trabajo es normalmente in situ, de maleta y aeropuerto, y todo eso se ha parado”, explica el madrileño, que tenía proyectos abiertos en países como Suiza, Australia y Chile, así como planes de venta de obra que han quedado en el aire al menos durante este año. Por primera vez en mucho tiempo, la situación le ha llevado a encerrarse en el estudio, donde se está dedicando a escribir y a reorganizar su archivo. “Afortunadamente tengo un fondo de resistencia porque el año pasado fue bien”, reconoce, “pero hay muchos otros artistas que solo pueden sobrevivir dando clases. Esto va a ser un mazazo para el mundo de la cultura”.
Judith Sansó: Para una fotógrafa como Sansó, las posibilidades de trabajar sin moverse de casa resultan bastante reducidas. Por eso ella se ha puesto a pintar en los ratos que le dejan libres las tareas administrativas que le corresponde resolver como directora de AVAM, la asociación de artistas visuales madrileños. “En mi trabajo personal tenía dos proyectos en equipo y se ha parado todo, así que estoy en casa pintando para relajarme”, confiesa. Con una oficina en el Matadero de Madrid, la labor de gestión de AVAM la lleva ahora a cabo desde su domicilio. Cuenta que está intentando reubicar todas las exposiciones canceladas en marzo y abril, y que algunos eventos ya no se podrán realizar hasta 2021. También se ha puesto en contacto con otras asociaciones culturales de todo tipo para marcar una estrategia común ante lo que ve como el mayor problema que se avecina para el sector: el de la falta de liquidez. “Desde el Gobierno no se nos tiene en cuenta, es como si no participáramos en la sociedad”, dice la fotógrafa, que critica la falta de medidas para el sector. “Ahora mismo toda la sociedad se está entreteniendo con nuestro trabajo, y sin embargo nosotros parece que estamos abocados a sumirnos en la pobreza más absoluta”.
Cabello / Carceller: Para este dúo la soledad del artista nunca ha sido un realidad. El cambio en los métodos de trabajo de Helena Cabello y Ana Carceller, cuya producción abarca disciplinas desde lo audiovisual a la performance, consiste estos días en quedarse en casa, alejadas del estudio. “Ahora mismo estamos en stand-by, es un momento en el que no te concentras igual”, aseguran. Con los rodajes agendados parados y todos los proyectos inminentes pospuestos, las artistas están dedicando el confinamiento a las tareas que no requieren de traslados ni equipos, como la planificación de nuevas ideas. “Si la cuarentena se exitiende tendremos que cambiar las dinámicas, hay mucho trabajo colaborativo que hoy por hoy es inviable”, apunta Cabello. “Nosotras tenemos otro trabajo, pero no así muchos otros artistas”, agrega Carceller, subrayando la intranquilidad que recorre la industria cultural con respecto a lo que sucederá cuando por fin se dé por controlada la expansión del virus. “Habrá que tomar decisiones y cartas en el asunto, porque es evidente que esta situación nos va a pasar factura”.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.