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Un Djavan volcánico por culpa de Bolsonaro

El cantante, referente de la música popular brasileña, presenta en Madrid y Barcelona ‘Vesúvio’, uno de sus discos más políticos

El cantante brasileño Djavan, la semana pasada en Lisboa.
El cantante brasileño Djavan, la semana pasada en Lisboa.JOAO HENRIQUES (JOAO HENRIQUES / EL PAIS)

Todo va mal / Mucha sal / Nada va bien / Para nadie / En esa presión / ¿Quién ha de dar la mano / para que el mundo / salga del fondo / para respirar / y no morir? canta en Vivir es Deber, de su último disco Vesúvio. Al dulce, amoroso y lírico Djavan (Maceió, 1949) se le ha torcido el gesto desde que Bolsonaro lleva gobernando su país.

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“El disco, sin embargo, contiene un mensaje optimista”, asegura el cantante brasileño. “Vesúvio es una analogía entre la mujer y el volcán, la mujer tiene más fuerza que el volcán, pero algunas canciones también revelan mi preocupación por la situación política en el mundo y en Brasil con un mensaje final de esperanza en el futuro. Tengo esperanza en el empuje de la fuerza popular. Las revoluciones son de abajo hacia arriba; son los pueblos, no los Gobiernos, los que cambian las cosas. Mi esperanza no está en los cambios de los Gobiernos, en los políticos, que hacen sus trabajos privilegiando sus grupos económicos y el pueblo sigue con los peores servicios públicos. Yo espero que el pueblo cumpla con sus deberes”.

Para Djavan, la historia de Brasil se divide entre antes y después de la operación Lava Jato, el gran caso de corrupción alrededor de la petrolífera Petrobras. “Desde que hace cinco años empezó la operación contra la corrupción de cuello blanco las cosas han cambiado en el país. Ya no existe la total impunidad que tenían los ricos; antes bastaba tener dinero para evitar la justicia. Las cosas han cambiado, la ley es igual para todos, al menos es la intención. El comportamiento de la gente ha cambiado muchísimo. No digo que la política haya cambiado radicalmente, pero sí que hay señales de un camino para mejor y cuanto más se alargue más difícil será de parar”.

La suave música de Djavan parece seguir la dirección opuesta a sus textos. “Cuando toco temas políticos tiendo a componer melodías blandas para introducir el mensaje de forma más fluida. Solitude es una melodía casi inocente, pop, y ha sido un gran éxito en Brasil por calar fácilmente en el público. Ese era mi objetivo”. Dice la letra: Vidas, fardos / meros datos / incontables casos/ de desamor / cuanto dolor / mucho dolor.

Cerca de los 71 años de edad, más de 45 de carrera profesional, 24 discos de estudio, Djavan es incasillable musicalmente. Sus discos, y Vesúvio también, reúnen un racimo de ritmos. “Todos mis discos se caracterizan porque no se caracterizan por un estilo”. Hay samba, bossa nova, soul, funk, jazz…" La diversidad es fruto de mi educación. Cuando tenía 13 años fui a casa de un amigo y su padre tenía una discoteca fabulosa. Allí escuché por primera vez a Sarah Vaughan, a Ella Fitzgerald, la música clásica, el jazz, el flamenco, la complejidad intuitiva de la música africana. Dios me llevó a esa casa. Al señor le llamó tanto mi curiosidad que me dejaba ir cuando quisiera. Aprendí a diferenciar los géneros, el tiempo fuerte, la magia, de cada género. De pequeño era un valor saber tocar de todo”.

Publicado el pasado año en Brasil, Djavan ha iniciado la gira europea de Vesúvio. En una semana le lleva por París, Lisboa, Oporto, Londres, París, Madrid (este miércoles) y Barcelona (este jueves). La entrevista se realiza entre sus actuaciones en Portugal, en un día de descanso (para sus ayudantes). “No come carne, no bebe vino, así que por las mañanas quiere visitar las ciudades”, se queja Suzy, que pide consejo y apunta una casa de fados y una visita al botánico lisboeta. Djavan va por el hotel acariciando cada planta, llamándolas por su nombre. “Son plantas aromáticas, menta, lavanda, tomillo…”, dice. El artista disfruta de una finca donde cultiva cerca de un millar de árboles de 350 árboles diferentes, su particular Amazonia.

En Orquídea, el jardinero Djavan hace juegos de palabras con casi todas las especies de la flor ornamental. “Se acuerda de aquella Phalaenopis / que usted me dio / me dejó con Sophronitis / por un beso suyo / Pleurothallis, Paphiopedilum / demasiados colores / ninguno común".

Así que mentarle la amenaza a la Amazonia le hace, casi, perder sus tranquilos modales. “Nosotros somos naturaleza, la naturaleza es nuestra casa, nuestro cuerpo. Si se daña a la naturaleza se está dañando nuestra salud. El Gobierno brasileño no puede poner al mismo nivel la producción con la conservación; no puede pensar, como también hace el gobierno norteamericano, que la naturaleza tiene menos importancia, que no va a pasar nada, que ya se recuperará. La naturaleza no es un plan anual de producción”.

Pedir ayuda

Aquí también es optimista: “La comunidad internacional ha tomado conciencia de que tiene que intervenir, que de lo contrario la vida será inviable. Cuidar la naturaleza es urgente, no hay otra opción. Ojalá mi Gobierno tome nota. Entiendo que Bolsonaro se moleste cuando se dice que ‘la Amazonia pertenece al mundo’. Vale, el usufructo es brasileño, pero cuando no podemos garantizar su preservación, algo hay qué hacer. Yo no sé el qué, pero si Brasil no sabe cuidar bien del Amazonas tendrá que pedir ayuda internacional. Algo hay que hacer inmediatamente para detener los incendios, para no destruir el hábitat de los indios, que protegen la naturaleza”.

En su anterior trabajo (Vidas para contar, 2013), Djavan recordaba historias de su infancia y de su familia, ahora aparece este Vesúvio más arriesgado, ligado a los problemas actuales de Brasil. ¿Es más difícil la vida del artista con Bolsonaro? “No la del artista, la del pueblo. Bolsonaro lleva un año en el poder y la actuación de su Gobierno es imprevisible, inestable, insegura. No sabemos a dónde vamos, sus acciones no nos dan ninguna esperanza, de ahí que mi confianza en la fuerza del pueblo sea muy grande”.

El creador de Lilás (1984) y Flor de Lis (1987) ya asume la responsabilidad de todo el círculo creativo. De instrumentista, cantante y compositor, hace años que asumió también los arreglos de sus canciones y la producción de sus discos. “Hace años pedía arreglos a amigos. Eran arreglos muy buenos, pero no para lo que yo quería expresar; con la producción ocurre lo mismo. El productor puede llevar un disco al terreno que él quiere, con su idea del disco, pero no es necesariamente la idea del creador de las canciones. Es mucho trabajo, pero me gusta hacerlo”.

Un clásico inclasificable, versionado por un abanico inabarcable de artistas, de Al Jarreau a Ketama, en su último trabajo canta un bolero junto a Jorge Drexler, Esplendor. “No era mi primer bolero, me siento cómodo cantando boleros y le propuse a Jorge que versionara libremente en español Meu Romance para mi gira latina; él lo llamó Esplendor y lo cantaré en español en Madrid y en el festival de jazz de Barcelona”.

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