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Sand Branch, la sobrevida de un pueblo sin agua en Texas

La pequeña comunidad carece de una red de tuberías y de alcantarillado, tampoco cuenta con un pozo propio desde los años 80

Ted Menning con su perro, en Sand Branch, Texas, en marzo de 2025.
Ted Menning con su perro, en Sand Branch, Texas, en marzo de 2025. Jesús Jank Curbelo

Greg Paterson está desenganchando de su camioneta dos tanques de agua que serán la única con la que contará para las próximas dos semanas. Es un hombre de 57 años con todo azul: abrigo, tenis, ojos y un vape que fuma sin usar las manos, colgado de la boca como un palillo. En cada barril caben unos 300 galones que Paterson tendrá que racionar cuidadosamente para poder bañarse o descargar el inodoro de su tráiler: lo esencial para su vida y de sus 12 perros.

“Algunas personas dicen que no se puede beber de esta agua, pero yo la he estado bebiendo durante años y no me ha molestado”, cuenta, mientras se cruje los dedos con sus uñas grasosas de mecánico.

Sand Branch, la pequeña comunidad texana donde vive Paterson, es un área no incorporada de Dallas. Esto significa que es parte del condado, pero no está organizada como ciudad. Son unas cuantas casas, dos iglesias y tráileres regados por el polvo. Perros sueltos, matas de enredadera, postes con cables, sillas, cosas rotas, patios traseros, rejas divisorias. Como si fuera un pueblo construido por acumuladores compulsivos de casi nada.

Quienes viven en Sand Branch pagan impuestos como cualquiera en Estados Unidos. El único servicio que no pagan es el agua, porque no tienen red de tuberías ni alcantarillado, así que no les llega directamente. Antes había un pozo, se contaminó en los años 80. Desde entonces han tenido que arreglárselas. “Pero, ya sabes, te adaptas”, dice Paterson. “Puedes poner tu propio sistema séptico o tu lavabo. Pero si no tienes todo eso, algunas personas tienen que salir y cavar un hoyo”.

Greg Paterson consigue el agua en su camioneta cada dos semanas.
Greg Paterson consigue el agua en su camioneta cada dos semanas. Jesús Jank Curbelo

Paterson se mudó a Sand Branch hace siete años. Le gusta el lugar porque, según él, es vivir en el campo dentro de la ciudad. Queda a solo 20 minutos en auto del centro de Dallas. Pero hay tanto espacio que los vecinos crían cerdos, caballos, vacas, gallinas. “No quiero estar aquí toda mi vida. Aunque, déjame decirte, no es malo”.

Si no fuera por el agua, mucha gente en Sand Branch no pensaría en irse. Pero del año 2000 hasta ahora la comunidad ha perdido más de un tercio de su población: de 400 habitantes a menos de cien. Y esto, justamente, es el motivo por el que Dallas no lo reconoce. “La población oficial tendría que aumentar a 201 residentes para ser incorporada como una ciudad individual”, explica Derek Avery, el fundador de la organización sin fines de lucro Water for Sand Branch Coalition.

Avery tiene 42 años y, según cuenta a EL PAÍS, su madre murió de cáncer por la contaminación del agua en el vecindario donde vivían. Así que, desde que él se mudó a Dallas en 2014, se ha dedicado a pelear por este asunto. En 2024 se postuló para Comisionado del Condado en el Distrito 3, donde se encuentra Sand Branch. “He asumido un compromiso personal con o sin un cargo político o compensación financiera para llevar agua a la comunidad. Seguiremos pisando el acelerador hasta que lo logremos”, señala.

Su organización recluta voluntarios y colabora con cualquiera que ayude a “crear una solución a largo plazo que permita resolver esta crisis”. También trabaja con Wayside Missionary Baptist Church, una iglesia local, para distribuir agua potable los fines de semana. La llevan en camiones, embotellada y en esos mismos tanques de 300 galones que tiene Paterson, entonces los vecinos van a buscarla en baldes o donde puedan. Paterson, como muchos otros, tiene sus propios tanques y una camioneta donde transportarlos, puede conseguir su agua cada dos semanas en pozos cercanos. “Si no tienes coche, supongo que tienes que encontrar uno. O baldes o algo así. Quiero decir, siempre me he visto obligado a terminar teniendo un coche”, dice.

Bomba de agua provisional instalada por un vecino.
Bomba de agua provisional instalada por un vecino. Jesús Jank Curbelo

Sobre por qué Sand Branch no ha sido conectado al sistema de acueductos, a pesar de que se encuentra ubicado a menos de un kilómetro de la planta de tratamiento de aguas residuales de Dallas Southside, Avery opina que es una cuestión de voluntad política. “La excusa ha sido la designación de llanura de inundación por parte de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés)”, explicó. Se refiere a que el pueblo fue declarado como propenso a inundaciones en 1989 por su cercanía con el río Trinity, uno de los más largos del Estado. Sin embargo, nunca se ha reportado un suceso de este tipo en la zona.

“Hablamos directamente con FEMA para confirmar que se puede realizar la construcción”, aseguró Avery. “Nuestro ingeniero civil determinó que las tuberías subterráneas no alteran la llanura de inundación si no se compacta la tierra nueva. Sin embargo, el Condado ha dicho que Sand Branch no tiene suficientes residentes como para considerarlos lo suficientemente valiosos como para invertir unos ocho millones de dólares, que es lo que costaría este proyecto”.

La otra opción que tienen en el pueblo es instalar cada uno su propia máquina de bombeo. Sobresalen en casi cada patio, aparatos rústicos con tubos y relojes, a la intemperie o metidos en casitas de madera como si fueran santos. Cuando María se mudó a Sand Branch, hace 14 años, ya estaba la bomba instalada su patio. El arrendador le explicó cómo usarla: encenderla y apagarla cada vez que lo necesite. El único problema es cuando la nieve congela la bomba, que hay que esperar a que mejore el clima.

María vive en Estados Unidos desde hace 30 años con su esposo y sus hijos. Su casa es la más grande a la orilla de la carretera. No quiere mudarse. La renta es barata y trabaja cerca, en un dry cleaning. “Creo que todos aquí están en la misma situación. ¿Cómo podemos vivir así? Es un elemento básico”.

Avery propone como solución que se apruebe un bono de infraestructura para financiar la revitalización del pueblo. También “crearía una zona de financiamiento incremental de impuestos para congelar los impuestos de los residentes heredados para proteger sus hogares”. Según él, esto se manejaría a través de un proceso transparente de solicitud de propuestas, con un cronograma específico para completarse.

Planta de tratamiento de aguas residuales de Dallas Southside.
Planta de tratamiento de aguas residuales de Dallas Southside. Jesús Jank Curbelo

Ted Menning, un mecánico de 62 años, recuerda que hasta no hace mucho tiempo vivía más gente ahí. Ahora el pueblo luce más vacío. Tiene razón. Es difícil cruzarse con alguien. Menning camina con un pie escayolado, la barba blanca y un mazo de llaves colgado a la cintura. Lleva seis años viviendo en Sand Branch y lo toma como un acto de resistencia. “Esta es mi propiedad. No voy a venderla. Ha habido gente que lo ha hecho y yo no lo voy a hacer”, asegura.

Su casa está al final de un patio de tierra, entre autos desarmados y herramientas dispersas por el suelo. También cría cabras en un tramo cercado alrededor de la casa. “La planta de tratamiento está justo ahí. Todo lo que tienen que hacer es conectar unos 1500 pies y estarán aquí mismo. Así de cerca, pero dicen que no lo van a hacer”. Por suerte, dice, tiene barriles suficientes para almacenar agua para el mes entero. A veces le alcanza para dos meses. “Houston se inunda, Luisiana se inunda, ya sabes, cuando llueve. Pero todavía tienen alcantarillado y tuberías”, opina Ted. “Nosotros no tenemos”, añade. “Es injusto. ¿Por qué no podemos conseguir agua?”.

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