Mariana Enríquez gana el Herralde con una novela “monstruo”
'Nuestra parte de noche’ usa el género gótico para viajar por el Londres de los sesenta y la Argentina de las siguientes décadas
La romántica y macabra ficción de Mariana Enríquez (Buenos Aires, 46 años), a la vez social y fantasmagórica, se ha alzado con el Herralde de Novela, con una novela “monstruo”, Nuestra parte de noche, que pretende, como la deidad lovecraftiana que contiene, devorarlo todo. Devorar, en realidad, todo aquello que obsesiona a su autora, que ha ido tejiendo una obra particularísima en la que la historia de Argentina se vuelve tenebrosa pesadilla alimentada por un intenso gótico que le debe tanto a Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sabato, como a Cumbres borrascosas, de Emily Brönte, y al poeta maldito Arthur Rimbaud. No en vano son esas las tres cosas que la propia Enríquez menciona cuando se le pregunta de qué está hecho su oscuro y adictivo universo.
Nuestra parte de noche empezó siendo una narración de cuatro cabezas —la idea era contar la misma historia desde cuatro puntos de vista, o géneros, distintos— y acabó convertida en una orgánica criatura de cuatro voces —seis, en realidad, si se cuentan los insertos narrados por un médico “psicópata” y “la crónica periodística del hallazgo de una fosa común en Argentina”, añade la propia autora—. En ella, un padre y su hijo recorren la Argentina de los ochenta por carretera “para encontrar un final folk-horror”; se vuelve al relato La casa de Adela, incluido en Las cosas que perdimos en el fuego, “uno de los orígenes de la novela”; se narra la creación de La Orden, el culto sobrenatural sobre el que pivota la novela, formado en el Londres psicodélico de los setenta, y se detalla la educación sentimental de una adolescente en la Argentina de los noventa.
Todo ello, perfectamente hilado, da lugar a lo que el jurado del premio —formado por Lluís Morral, Gonzalo Pontón Gijón, Marta Sanz, Juan Pablo Villalobos y Silvia Sesé— ha considerado “una novela total”, tan ambiciosa y desmesurada “como 2666 de Roberto Bolaño”.
Desbordamiento
“Me ha encantado desbordarme”, admite Enríquez, que no había escrito novela “desde 2004”, ya que su obra se compone básicamente de relatos, y siempre había querido, añade, “realizar una novela de género que contuviese una reflexión política sin que esto la llevase a apartarse del género”. En la novela, un mundo repleto de otros muchos mundos, Juan, el padre protagonista, es capaz de visitar universos paralelos que no puede cambiar, solo observar, y que en realidad son osarios, cementerios, están únicamente habitados por muertos que ni siquiera están presentes. “Todo eso tiene que ver con que los primeros textos de terror que leí fueron textos que documentaban las torturas de los setenta y los ochenta”, confiesa.
El big bang de su realismo gótico romántico (macabro, añade) parte de las dos obras mencionadas — el clásico de Sabato protagonizado por “la figura bella y maldita” de Alejandra; y “la mujer intensa” a que da voz Cumbres borrascosas— y los versos rebeldes de Rimbaud, cuya lectura coincidió en el tiempo con el fin de la dictadura en Argentina “y la publicación de una serie de revistas en las que se hacía una exposición pornográfica” de lo que acababa de ocurrir en su país.
En la mente de la niña Enríquez —“yo debía tener 11 o 12 años cuando todo eso pasó, y lo tenía todo al alcance de mi mano, no distinguía entre realidad y ficción porque la realidad era peor de lo que cualquier ficción podía imaginar”, dice— todo ese universo fantasmagórico de lo literario quedó inevitablemente unido “al horror real”. Los monstruos estaban de un lado y del otro, en todas partes, asegura.
Seis mujeres en 37 ediciones
Se sentía ayer Mariana Enríquez halagada porque su libro se hubiese hecho con el Premio Herralde de Novela, el más importante de cuantos entrega su editorial, Anagrama. Creado en 1983 y dotado con 18.000 euros, además de la edición de la obra que saldrá este mes, el propósito del galardón —que han recibido Enrique Vila-Matas, Roberto Bolaño o Alan Pauls, entre otros— es impulsar la literatura escrita en castellano. El año pasado lo obtuvo Cristina Morales por Lectura fácil, —flamante premio Nacional de Literatura 2019—y Enríquez es la sexta autora en conseguirlo. En esta edición no ha habido finalista.
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