La España vacía como escenario del amor y de un crimen
La escritora Luz Gabás presenta su libro 'El latido de la tierra', ambientado en una localidad que representa la despoblación que hay en varias provincias del país
El único ruido que se escuchaba en el centro del pueblo era el de la fuerte brisa que bajaba de la montaña. Un letrero en una calle avisa: “Niños jugando”. Pero no hay nadie. Ese es el escenario que eligió la escritora Luz Gabás (Monzón, 51 años) para dar conocer su nueva novela, El latido de la tierra (Planeta).
Majaelrayo es un pueblo de Castilla-La Mancha a 127 kilómetros de Madrid. Para llegar a él hay que atravesar extensos campos dorados por el sol, donde los caminos son sinuosos y apenas se pueden ver coches. La presentación del libro, celebrada allí este jueves, se convirtió en un acontecimiento al que asistió la mayoría de los 20 habitantes que vi ven en el pueblo, lleno de casas construidas con pizarra. El escenario de Majaelrayo es similar al descrito en El latido de la tierra, que se desarrolla en un pueblo de la España vacía, ese enorme territorio comprendido por las provincias cuyas pequeñas localidades despobladas son abandonadas por sus habitantes, que buscan establecerse en ciudades grandes. En la novela, además de esa realidad, confluyen historias de amor y crimen cargadas de un sentimiento de melancolía que lleva a la introspección del lector.
El libro, el cuarto publicado por la autora, es también una mezcla de géneros que van desde el amoroso hasta el policíaco y el histórico. Gabás explica que, en suma, El latido de la tierra es una alegoría construida a base de metáforas del individuo y de la sociedad de la que forma parte. Para crearla, dice, usa los sentimientos de seguridad, angustia y miedo, que son recurrentes a lo largo de la narración, en la que también son fundamentales elementos como la identidad, el hogar, la memoria y los recuerdos.
La escritora afirma que la intención de ubicar su historia en un pueblo deshabitado no es un intento por ayudar a paliar el problema de la España vacía. En cambio, considera que se debe dejar de lado la barrera que hay entre el campo y la ciudad. “Me apetecía que se viera el tema rural con normalidad”, dice Gabás, que cree que se debe acabar con la imagen inferior que hay de ese paisaje. “Me gustaría que se viera qué seres en esa novela habitan en el campo. Son mucho más normales, más cercanos a ti, urbanita, a ti que vives en Nueva York, de lo que nos puede parecer”, asegura.
Al final de la tarde, los gallos que se oían más temprano ya no cantan más en Majaelrayo. El viento se escucha más fuerte y la calma se adueña de nuevo de las calles de un pueblo solitario en el que, como en la novela, se puede desarrollar cualquier tipo de historia.
Babelia
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