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El Inmaduro
Columna
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Milá y Umbral

La entrevista que la periodista le hizo al escritor hace 26 años es el ayer. El ayer y un enfado, y cómo ese enfado acabó resultando un símbolo de una época

Manuel Vilas

En el año 1993 la periodista Mercedes Milá entrevistó al escritor Francisco Umbral en una cadena de televisión. Umbral acababa de publicar La década roja, una crónica personal sobre la España de los años ochenta y de los gobiernos de Felipe González. Esa entrevista, como todo el mundo sabe, se hizo famosísima. Umbral se enfadó ante toda España porque el programa transcurría y no se estaba hablando de su libro. Se hizo célebre la frase “yo he venido aquí a hablar de mi libro”, que ha acabado enriqueciendo el acervo popular. Han transcurrido 26 años de esa entrevista, que está colgada en internet y acumula un millón de visitas. Yo la veo a menudo. Me gusta verla porque me recuerda el pasado. Allí Umbral está joven aún, y fuerte de palabra y de gesto airado, viste chaleco, corbata y una americana muy fashion y exhibe su voz inolvidable. Y Mercedes Milá es una joven e intrépida periodista, de mirada curiosa y de mente indagadora. Es el ayer. El ayer y un enfado, y cómo ese enfado acabó resultando un símbolo de una época. Uno deduce que Mercedes Milá y Umbral eran amigos, e imagino que lo seguirían siendo después de la entrevista, pues el enfado de Umbral acabó convertido en pura literatura. Milá le dice que “no esperaba que hicieras esto conmigo, Paco”.

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Umbral se queja amargamente de que ha dejado a unos amigos con quienes estaba celebrando la aparición de su libro para ir a la televisión. ¿Quiénes serían esos amigos?, me pregunto yo 26 años después. Me gusta ese momento en que Umbral amenaza con marcharse del programa, porque veo allí un acto de libertad. Para qué quedarme en un absurdo programa de entrevistas si no se habla de mi libro, dice Umbral con desprecio. Para qué quedarse en tantos sitios de la vida donde reina la inanidad, podría ser la enseñanza escondida para todos nosotros. Por qué no marcharte, allí donde las circunstancias te obligan a quedarte.

Hay otro momento de la entrevista que a mí me parece de capital importancia: Umbral dice que no necesita ir a la televisión para expresar su opinión, porque para eso ya tiene su columna en el periódico donde “digo lo que pienso y me juego la vida y el porvenir”. Quien considere que es una afirmación retórica se equivocará y mucho. Umbral se jugaba la vida en cada artículo. Había en esa afirmación una forma de entender el periodismo literario como una tauromaquia, en donde expresar opiniones disolventes, incómodas, arrojadizas, ideológicamente incorrectas y sobre todo llenas de imprudencia tenía un toque de romanticismo legendario. Echo de menos la incorrección literaria, porque en ella había gracia y desorden y talento. Yo creo que a día de hoy Umbral hubiera perdido la vida y el porvenir. Vivimos en un mundo de libertad teórica. Sabemos que la tenemos, pero no la ejercemos por si acaso, no vaya a ser que perdamos la vida y el porvenir.

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