La vuelta al mundo, otra vez
Un navío recorrerá las 44.000 millas de la expedición de Magallanes y Elcano para celebrar el quinto centenario de la circunnavegación
10 de agosto de 1519. Cinco naos con 239 marineros a bordo parten desde Sevilla, puerto de escala obligada para el comercio entre el viejo y el nuevo continente. Al frente de la flota, Fernando de Magallanes, un explorador portugués valiente que había participado en la conquista de Malaca (Malasia). A su lado, un discreto marino guipuzcoano, Juan Sebastián Elcano, codirige una de las naves, La Concepción. Ambos persiguen alcanzar desde América las islas Molucas de Indonesia, conocidas por entonces como las islas de la Especiería.
Estas lejanas tierras ostentan la producción de especias como la pimienta, la canela o el jengibre, que en la Edad Media alcanzan precios astronómicos en Europa. No será tarea fácil. El viaje obliga a atravesar el océano Pacífico, nunca antes cruzado. Casi tres años más tarde, una sola nao y 18 tripulantes de la expedición inicial consiguen regresar vivos. Se convierten en los primeros individuos en dar la vuelta al mundo.
Ayer, 500 años más tarde, un barco, el Pros, ha recorrido la primera etapa de lo que fue aquel trayecto, que iba desde Sevilla hasta Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), para emular la hazaña. Sobrevolando las ahora mansas y poco comerciales aguas del río Guadalquivir y precedido por numerosos actos conmemorativos de la efeméride, este navío de tres mástiles ha izado sus velas. Curiosamente, solo ha hecho falta en este caso un tripulante para cada una de ellas. Hace cinco siglos, sin embargo, La Trinidad, el primero de los cinco barcos que inició la aventura y que estaba dirigido por el propio Magallanes, necesitó la colaboración de decenas de marineros para soltar velas y ponerse proa al viento para comenzar el viaje.
La 'Victoria' ya tiene su centro de interpretación
Ayer se inauguró el centro de interpretación de la Primera Vuelta al Mundo, impulsado por la Fundación Nao Victoria, en Sevilla, cerca del Muelle de las Mulas, donde soltaron amarras las cinco naves que partieron.
El centro recrea la vida de la Victoria, la única que regresó, desde el momento en que se taló la madera empleada en su construcción, en la sierra de Cazorla. Las estancias pretenden sumergir al espectador en la experiencia de vivir a bordo de un barco y trasladarles cómo era el mundo entonces y cómo cambió tras la expedición.
Ahora, el trasiego de especias también ha dejado de ser el propósito. El objetivo de la expedición no es otro que homenajear aquel hito y honrar tributo a aquellos marineros que pasaron a la historia por ello. Bajo la labor de 140 tripulantes cualificados y pertenecientes a la asociación Amigos de los Grandes Navegantes y Exploradores Españoles (Agnyee), este navío de 21 metros de eslora, cuya vela mayor alcanza los 22 metros de altura, recorrerá 44.000 millas en un viaje que durará tres años y 22 días, los mismos que el original.
Para dosificar el esfuerzo de los navegantes, la travesía se dividirá en 21 etapas compuestas por períodos de un mes, donde, en cada una de ellas, solo siete u ocho tripulantes se subirán a la nave. “El espacio máximo de este barco es de 12 tripulantes, pero queremos dar espacio vital y comodidad a aquellos que se suban. Es precisamente lo que no tenían aquellos marinos que fueron parte de la expedición en 1519”, indica Juan Manuel Eguiagaray, uno de los organizadores de la expedición.
La mayor parte de lo recorrido seguirá fielmente la estela de la senda que trazaron Magallanes y Elcano: Río de Janeiro, Buenos Aires, Punta Arenas (Chile) o las islas de Guam —situadas en el Pacífico occidental— y de Mactán (Filipinas), donde pereció alanceado el mismo Magallanes y donde comenzó a comandar Elcano el navío Victoria. Otros como El Callao (Perú), Guayaquil (Ecuador), las islas Galápagos o la costa caribeña serán una apuesta de la propia asociación por hacer más factible el recorrido.
Las provisiones, por su parte, también serán dispares. Los cinco navíos que zarparon en 1519 contenían un total de 500 toneladas de comida, que incluía 200 botes de sardinas, 430 cabezas de ajo y 10.000 kilos de galletas secas o siete vacas vivas para aprovisionarse de leche.
En el Pros no hay ganado vacuno. Eso sí, se apilan 4 kilos de ibéricos, decenas de raciones de arroz y pasta, centenares de latas de albóndigas, 30 kilos de fruta, 120 botellas vino de tinto, 260 botellines de cerveza y agua en cantidad ingentes junto con potabilizadoras. “Hacemos planes de alimentación teniendo en cuenta períodos de 20 días”, reconoce Eduardo Boix, tesorero de Agnyee y el cocinero del navío.
La tripulación ya ha pasado por varios periodos de entrenamiento y selección. Entre sus componentes figura una mujer: Dulce Naz, una consultora de automoción de 41 años. Aunque en la expedición del siglo XVI no participaron marineras, en esta ocasión habrá alrededor de un 20% del total de navegantes del Pros.
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