Sevillanas niponas
A lo que más se acerca esta comedia es a una operación encubierta para acabar de una vez con el tópico “los andaluces son muy graciosos”
Jordi Costa, compañero de crítica en EL PAÍS, llamaba la atención hace unas semanas sobre uno de los grandes peligros del cine contemporáneo, el de película forjada a partir de una de esas premisas perfectas para contar a un productor en apenas unos minutos de reunión, y así saldar las dificultades con un éxito instantáneo. Los Japón, cuarto largometraje de Álvaro Díaz Lorenzo, podría pertenecer a ese grupo y, si no ha sido labrada desde esa situación, al menos lo parece.
LOS JAPÓN
Dirección: Álvaro Díaz Lorenzo.
Intérpretes: Dani Rovira, María León, Antonio Dechent. Cinta Ramírez.
Género: comedia. España, 2019.
Duración: 91 minutos.
En Coria del Río, pueblo de Sevilla, uno de los apellidos habituales es Japón. En el año 1614, una expedición del país oriental pasó por España, ascendió por el Guadalquivir y llegó a Coria (y a Espartinas), donde sus integrantes descansaron durante un tiempo, establecieron vínculos de todo tipo con los lugareños e incluso algunos se quedaron tras la marcha, dos años después, del galeón en que habían viajado. La historia es real, tiene gracia y es chocante.
Según la historia de Díaz Lorenzo, el apellido Japón proviene de los descendientes de aquellos expedicionarios y de mujeres del pueblo, a los que empezaron a llamar así porque era demasiado difícil pronunciar su original nipón. Hasta ahí bien, pero en los primeros minutos de relato se impone el conflicto: el emperador japonés ha muerto y su descendiente más cercano es un padre de familia de Coria, interpretado por Dani Rovira, al que llegan a buscar desde Tokio para darle la noticia. Empieza el peligro, y lo que viene después no es nada fácil. Ha llegado el momento de rellenar esa exitosa perorata frente al que va a financiar el producto. Es decir: hay que hacer la película.
La media hora inicial, ambientada en Coria, es mala. Una más de la plaga de producciones europeas basadas en el estereotipo regionalista y en su contraste con otro modelo en las antípodas. Un primer acto en el que Díaz Lorenzo muestra algún movimiento de cámara estimable, acorde con el gag, pero en el que junto al costumbrismo más o menos ramplón, hay chistes de vergüenza ajena: “Ya sabes que yo soy republicano”; “¿que eres qué?”; “republicano”; “pues agárramela con la mano”. Si Díaz Lorenzo ha decidido escribir este diálogo entre marido y esposa (María León), y los productores le han permitido dejarlo, es que se va a por todas, sin freno.
En cambio, la hora restante, ya ambientada en Tokio, es peor. Llena de situaciones bochornosas y de diálogos recurrentes, del nivel de llamar todo el rato “maricón” a una japonesa llamada “Mariko”, o de que otro de los orientales se apellide “Soshito”.
Intérpretes como Rovira y Antonio Dechent, cómicos, consiguen caer de pie a pesar de los bajonazos. Otros, no tanto, o directamente se hunden. Igual el público demanda este tipo de producto, lo que comprobaremos a partir de hoy, pero a lo que más se acerca Los Japón es a una operación encubierta para acabar de una vez con el tópico “los andaluces son muy graciosos”.
Babelia
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