Dos estudios arrojan luz sobre el misterioso origen de los canarios
En algunas de las islas el porcentaje de habitantes con genes indígenas supera el 50%, mientras que en otras ha desaparecido
La historia de las islas Canarias antes de su conquista en el siglo XV, admiten los expertos, representa uno de los grandes misterios de la arqueología española. Con una comunidad científica muy dividida —ni siquiera se ponen de acuerdo en cuándo se produjo la primera oleada de pobladores indígenas—, arqueólogos, historiadores y genetistas han dado el primer gran paso para desentrañar el origen de los actuales isleños. Los estudios de la profesora Rosa Fregel, del departamento de Bioquímica, Microbiología, Biología Celular y Genética de la Universidad de La Laguna, desvelan que, dependiendo de la isla, gran parte de la población actual porta ADN mitocondrial aborigen. A esto se une que José Farrujia de la Rosa, arqueólogo y profesor de Didáctica de las Ciencias Sociales de la misma universidad, en su reciente libro Identidad canaria (Ediciones Tamaimos), descifra los principales secretos de esta civilización cuya presencia material prácticamente ha desaparecido, pero no su impronta. Entre ellos, Farrujia de la Rosa recuerda los dos sistemas de escritura que poseían, su llegada en dos oleadas desde el norte de África o su carencia de caballos o bueyes, ya que las embarcaciones que los transportaron hasta el archipiélago resultaban demasiado pequeñas.
Todo comenzó por un liquen (orchilla) que servía para elaborar el color púrpura, una tonalidad muy deseada para teñir los ropajes de aquella época. Así que el noble normando Jean de Béthencourt consiguió del rey castellano Enrique III, a principios del siglo XV, el apoyo necesario para conquistar aquellas lejanas islas de las que se tenía constancia, al menos, desde el historiador romano Tito Livio, que las denominó Afortunadas. El choque cultural y militar entre los pobladores insulares (los indígenas canarios) y los castellanos fue brutal: se necesitaron casi 100 años de lucha para tomar las siete islas.
La cultura indígena se adentró así en las tinieblas de la historia. Entre los siglos XVI y XX, se desarrollaron diversas teorías sobre aquel pueblo: desde una supuesta procedencia celta hasta un origen indoeuropeo. Ahora, las pruebas arqueológicas y de ADN han dejado claro que los indígenas canarios no son otra cosa que bereberes (imazighen, en su lengua), un pueblo que se extendió por el norte de África hace más de 3.000 años y que ocupaba desde Libia hasta el Sáhara. En un artículo publicado en la web de la Universidad de La Laguna, Fregel explica que se "puede determinar que la población canaria global tiene una ascendencia aborigen por línea maternal del 55,9%, mientras que los componentes europeos y africano subsahariano son de un 39,8% y un 4,3%, respectivamente".
Cuando el cálculo se realiza para cada isla por separado, los resultados son bastante variables. Los valores más altos de ascendencia indígena se observan en la población de La Gomera (55,5%) y en La Palma (41,0%), mientras que los valores más bajos se encuentran en Tenerife (22,0%) y El Hierro (0,0%). Los resultados de El Hierro, con una supervivencia nula de la población indígena, se pueden explicar por la propia evolución histórica de esta isla (es la más occidental) o por la escasez de las muestras analizadas.
Fregel añade que "gracias a los análisis de ADN antiguo se ha podido desterrar la creencia de que los guanches eran casi vikingos: altos, rubios y de ojos azules. Todo apunta a que proceden del norte de África y que su fisonomía se asemeja bastante a la de los bereberes, de piel blanca, más bien cetrina, y ojos marrones o claros, en algunos casos. Tópicos o leyendas de la época, lo cierto es que los antiguos pobladores de Canarias no eran tan diferentes a los canarios de hoy en día".
¿Pero cómo y por qué llegaron a Canarias? Farrujia de la Rosa sostiene que lo hicieron en dos grandes oleadas. Una primera hace unos 2.500 años (las pruebas de carbono 14 no son concluyentes) y una segunda, en torno al siglo I, coincidiendo con la presencia romana en el norte del continente.
Cruzaron el mar en pequeñas embarcaciones —no se han encontrado restos de ninguna— y desembarcaron en las islas más orientales: Lanzarote (la isla que ha proporcionado las fechas más antiguas por carbono 14, mil años antes de nuestra era) y Fuerteventura. Se ignora cuántos individuos lo lograron, aunque los cálculos científicos demuestran que 14 parejas pudieron ser suficientes para que el poblamiento insular fuera exitoso en un 81%. Pero solo es una teoría, pudieron alcanzar la costa muchísimos más.
De la segunda oleada se sabe que se produjo en época romana, momento en el que se introdujo en Lanzarote y Fuerteventura, entre otros elementos culturales, la escritura latino-canaria. Con anterioridad, en la primera arribada, ya habían extendido la escritura líbico-bereber en el archipiélago. Ambas están ahora en proceso de estudio: se han realizado diversas propuestas de transcripción que recogen la presencia escrita de teóforos, teónimos o nombres personales.
Sea como sea, lo más evidente es que en Canarias no existe ningún tipo de mina férrica o metalífera, por lo que los pobladores tuvieron que adaptar sus conocimientos (eran poseedores de la metalurgia) al nuevo hábitat. Surge así el empleo de obsidiana y basalto para los útiles líticos o una cerámica decorada con colores ocres, como es el caso de la de Gran Canaria, con claros paralelismos con la conocida en otras partes del ámbito amazigh del continente.
“Adoraban al sol y la luna, pero también a las montañas, a los roques y a las cuevas, al igual que los imazighen", explica Farrujia de la Rosa. Se extendieron por las siete islas y "lo importante”, señala el profesor, “es que la investigación ha fructificado, tras décadas con las más controvertidas teorías. Falta mucho, pero nos vamos acercando a encontrar una respuesta a de dónde venimos”, incide.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.