Un ‘Falstaff’ festivo y oscuro para el Real
La última ópera de Verdi se estrena con un montaje de Laurent Pelly y la dirección musical de Daniele Rustioni
Todo en el mundo es burla… Es la frase que a través de sir John Falstaff quiso dejar Verdi para la posteridad. Su testamento. Y no es poco, ni resulta en absoluto frívolo, después de lo que vino el músico a sufrir en este mundo. Aunque supo en vida lo que vale el triunfo, no calibramos con certeza hasta qué punto estuvo seguro de ello cara a la posteridad. Si su obra, realmente, le sobreviviría. Pero el tiempo lo ha acabado midiendo como a uno de los grandes genios del arte universal y ha sido en parte gracias al profundo riesgo que asumió en su Falstaff: una audaz y nada previsible última ópera que estrenará el Teatro Real el próximo día 23 y estará en cartel hasta el ocho de mayo.
Quienes le conocían a fondo podían intuir que su despedida vendría en asociación con William Shakespeare. Hacía tiempo que Verdi preparaba una adaptación al género sobre El rey Lear y Otelo, ya en plena madurez, le había salido redondo. No fue la opción, finalmente. Huyó de la tragedia y se entregó en brazos de una comedia con matices oscuros, que reflejaba toda una filosofía de vida. “La aceptación de la imperfección del alma con buen humor. Por eso quiso acabar con una declaración de amor a la humanidad en esa clave”, asegura Joan Matabosch, director artístico del Real.
Así es como se decantó como base por Las alegres comadres de Windsor y trufó en ella escenas de Enrique IV. Quiso así centrarse en la historia de este orondo hedonista, “a medio camino entre un mendigo y un mitómano”, asegura Laurent Pelly. El director de escena francés es el encargado del montaje que será dirigido musicalmente por Daniele Rustioni y cuenta para su papel principal con los barítonos Roberto de Candia y Misha Kiria en ambos repartos.
“Falstaff es la aceptación de la imperfección del alma con buen humor. Por eso quiso acabar con una declaración de amor a la humanidad en esa clave”, asegura Joan Matabosch
Pelly y Rustioni destacan en ella el uso de la palabra. Pero también su indescifrable multiplicidad de significados: “Es imposible reducirla a un concepto. Aborda la guerra de sexos, como hizo Shakespeare en toda su obra y ha sido así, desde el principio de los tiempos. Pero Falstaff es mucho más. La vida en sí, y por tanto no queda más que dar soluciones poéticas a las dificultades que entraña”, comenta Pelly. “Todo en ella funciona como un reloj”, afirma Rustioni, “cada palabra responde al color que tanto Verdi como Arrigo Boito, autor del libreto, quieren dar a todas las escenas”.
El discurso musical resulta complejo. Verdi se basó en la ópera bufa como género. Pero quería explorar los caminos que había abierto Richard Wagner. “Posee una filosofía belcantista a menudo y quiere acabar, no sólo la ópera, sino toda su carrera con una fuga. Es decir, con un recurso puro del clasicismo. Muy grande”, afirma el director musical.
Y para los cantantes, una gloria plagada de malabarismos. El italiano Roberto de Candia, todo un experto en el personaje, lo resume: “Tanto en la música como en la dramaturgia lo recorre todo. Pasa de la marginación a la egolatría al creer que puede conseguir lo imposible. De que el público crea que se tiene merecido lo que le va sucediendo, debes lograr que lo acaben por comprender”. Para su colega, el georgiano Misha Karia, “Falstaff representa la sonrisa ante el destino”. Mejor manera de resumirlo, imposible.
Babelia
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