La incertidumbre que golpea la cultura en México
Después de cinco años de entablar un diálogo entre 22 países a través de los Premios Fénix, este proyecto ve su fin ante la falta de respuesta del actual Gobierno mexicano
Los Premios Fénix se cancelan. Los galardones, organizados por Cinema23, asociación creada en 2012 por profesionales del cine con destacada trayectoria interesados en unir a México con Iberoamérica, nacieron para dar a conocer el potencial cultural de la región. Después de cinco años de entablar un diálogo entre 22 países a través de los Fénix, este proyecto ve su fin ante la falta de respuesta del actual Gobierno mexicano.
Obtuvimos resultados tangibles. Rebasamos el retorno de inversión esperado por la Ciudad de México en términos de promoción. También contribuimos -dentro y fuera del país- a la difusión cultural. Mostramos al mundo una selección finamente curada y destacada de la filmografía de la región, un impacto sin precedentes a nivel mediático con más de cuatro millones de televidentes. Además, convocamos y reunimos a más de 600 nominados y artistas iberoamericanos para acercar al público y a los estudiantes de cine, a los realizadores y sus trabajos, y fortalecimos la promoción de un cine de calidad más allá de estilos, presupuestos, lenguas, ideologías y fronteras. Empezamos a materializar la ambiciosa apuesta de crear un epicentro cinematográfico latinoamericano hecho por los profesionales de cine. No solo de quienes participan en la realización de un filme, sino también de aquellos que se dedican a pensar, reflexionar, enseñar, programar, promover, distribuir y exhibir el séptimo arte. Sin embargo, sucumbimos frente a la incertidumbre, lo único que obtuvimos de esta Administración.
El cine es una industria que genera muchos empleos. En 2016, los últimos datos disponibles, fueron creados cerca de 30.000 puestos de trabajo en México. Se requiere de una inversión considerable para producirlo y es necesario encontrar espacios para su promoción y exhibición. Los festivales e iniciativas de promoción son fundamentales para esta labor que ni el Estado ni los grandes exhibidores proveen.
En pocos años, los Premios Fénix se convirtieron en un referente dentro de la pequeña industria de cine iberoamericano. Digo pequeña porque en realidad no está articulada como tal. No hemos logrado unirnos y reconocernos para crear un mercado regional. Con 700 millones de hispanohablantes y lusófonos (con cientos de lenguas indígenas), sin duda existe un público potencial ávido y necesitado de otras narrativas y “productos culturales”.
Así perfilamos esta iniciativa que ya no será más. La idea era dejar de voltear al norte para mirar a nuestros pares en la región y colaborar de igual a igual sin condicionantes ni agravantes. Una iniciativa que buscaba transformar el paradigma del mercado cultural cinematográfico justo en el momento en que el cine que se hace en la región es celebrado en todas partes.
Desde julio pasado participamos en mesas de reflexión en torno a la cultura que queríamos como país en vías de transformación. Un nuevo cambio de paradigma llegaba con promesas de esperanza con las que cualquiera estaría de acuerdo: no más violencia, acabar con la pobreza y el fin de la corrupción que ha saqueado las arcas. En esas mesas escuchamos, dialogamos e intercambiamos ideas.
Tiempo después, volvimos a encontrarnos con la temida incertidumbre. No había estrategias concretas, no había planes a corto ni a largo plazo, más bien se plantearon cortes de tajo. Como medida para paliar algunos de los males que azotan a nuestro país, el actual Gobierno de Morena anunció que no tenía interés en dejar que los recursos públicos fueran tocados por organizaciones de la sociedad civil.
Se ha demostrado que la corrupción no respeta causas. Sin embargo, es injusto encasillarnos a todos por igual. De la noche a la mañana pasamos de participar en la realización de estrategias culturales con apoyo del Gobierno a convertirnos en el enemigo que da poder a los oligarcas que quieren perpetuar la ya marcada disparidad social. No solo la gente dedicada a la cultura y el arte que, dicho sea de paso fuimos considerados haraganes que viven del Estado como buenas sanguijuelas burguesas, sino también a activistas, luchadores sociales y otros integrantes de la sociedad civil. Fuimos señalados como causantes del gran mal.
Aunque el Estado no está obligado a financiar cualquier proyecto, si está obligado a procurar espacios diversos para que florezcan las artes y las humanidades. No se trata de desatender las prioridades y necesidades inmediatas. Se trata de pensar de forma integral cómo la cultura y las artes contribuyen a la construcción y desarrollo de una nación.
Es verdad. La cultura en este país se beneficia de muchas subvenciones. ¡Qué bueno! Lo que falta son estrategias que ayuden a que esa “inversión” pueda ver la luz. Cualquiera que trabaje en la promoción cultural sabe que un proyecto necesita de algunos años y continuidad financiera para consolidarse. Son periodos vitales y necesarios porque ahí se hace más eficiente el uso de los recursos, se pulen los mecanismos y el perfil. Esa experiencia ayuda a solventar los imprevistos que nunca dejan de suceder.
Nos acercamos al Gobierno federal y al de Ciudad de México para explicar las características y bondades del proyecto de Cinema23 y los Premios Fénix con la esperanza de tener interlocutores. No obtuvimos respuesta, solo incertidumbre. Tomamos la decisión de anunciar el cese del proyecto por falta de continuidad del apoyo por parte del Estado, una ayuda necesaria y vital para proyectos de esta envergadura y para los que no son suficientes los patrocinios comerciales.
Para nosotros los mensajes son claros: no queremos nada que tenga relación con la Administración pasada, tampoco queremos conocer el proyecto que tenían ni lo que aportaba. Al final todo tiene caducidad de un sexenio, la continuidad está sobrevaluada y aquello que haga la sociedad civil, aunque sirva y esté bien hecho, es elitista.
No somos los únicos. El panorama es preocupante. Las organizaciones de la sociedad civil que pretendan obtener recursos del Estado difícilmente lo lograrán. Esto hace que ningún festival de cine vea con claridad el futuro inmediato. La propia Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas no tiene garantizada su existencia en la presente Administración. Otra vez, la incertidumbre en lo que quizá es el mejor momento para el cine nacional. Al final, nos dejan una certeza: la participación no es para todos.
Ricardo Giraldo, director de Cinema 23 y de los Premios Fénix.
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