Las brujas de Salem
El filme pone al día las persecuciones a mujeres en la era de los hackeos informáticos, el exhibicionismo de Instagram y las conversaciones secretas de Messenger
“¿Quién ve una foto de una chica desnuda y lo primero que piensa es: 'Tengo que matar a esta zorra'? Pues resulta que mucha más gente de la que pensáis”, reflexiona Lily Colson, protagonista y narradora de Nación salvaje, en un decisivo punto de fractura de esta película con tanto sentido del espectáculo como vocación incendiaria. La envenenada suavidad de una nana que escribió Ennio Morricone para Dario Argento introduce un prólogo que, casi a la manera de Gaspar Noé, da paso a una andanada de perversas promesas publicitarias que, disparadas en efectos tipográficos que asumen los colores de la bandera estadounidense, dejan claro el repertorio de materiales delicados que la película va a manejar: racismo, violación, masculinidad tóxica, drogas, asesinato, homofobia, transfobia, nacionalismo… No es fácil que una película pueda sobreponerse a semejante promesa y resulta legítimo ponerse en guardia ante un trabajo que, en sus primeros minutos, publicita su potencial de transgresión con tanto impudor, pero Nación salvaje logra caer de pie entre el fragor de su avasallador exceso de autoestima.
NACIÓN SALVAJE
Dirección: Sam Levinson.
Intérpretes: Odessa Young, Hari Nef, Abra, Suki Waterhouse.
Género: comedia. Estados Unidos, 2018.
Duración: 108 minutos.
Segundo largometraje de Sam Levinson, hijo de Barry Levinson, Nación salvaje pone al día el tema de las brujas de Salem para la era de los hackeos informáticos, el exhibicionismo de Instagram y las conversaciones secretas de Messenger. Lily Coulson es una joven de 18 años que alterna la relación oficial con su novio de instituto y la liason secreta con el padre de familia que la había empleado como niñera. Cuando los secretos de toda la comunidad salgan a la luz de la mano de un pirateo informático anónimo, la victimizada heroína y su grupo de tres amigas –entre las que brilla la actriz trans Hari Nef- se convertirán en chivos expiatorios de una comunidad poseída por una furia feroz.
Consciente de sus deudas estilísticas, Levinson canibaliza la pantalla partida modelo De Palma, sube la apuesta de un célebre plano secuencia de Tenebre (1982), rinde explícito tributo a un clásico japonés de pandilleras juveniles e invierte un tiempo excesivo en un registro limítrofe al de la saga The Purge, que proporciona a la película sus momentos más mecánicos y reiterativos, pero, al final, no es la forma, sino el fondo lo que gana el pulso. Nación salvaje culmina con una impugnación de la moral dominante que transforma lo aparentemente provocador en inequívocamente político. Su frase final sintetiza el zeitgeist en menos caracteres que un tuit.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.