En el Chocó, palabra, resiliencia y una fiesta de la literatura
Velia Vidal organiza por segundo año consecutivo FLECHO, la fiesta del libro y la palabra en Quibdó para recuperar el tejido social de la región olvidada
Muchos años después, cuando recordaba su primera visita al Chocó, Gabriel García Márquez recordaba “una patria mágica de selvas floridas y diluvios eternos, donde todo parecía una versión inverosímil de la vida cotidiana”. Donde solo la palabra –podría haber añadido– es capaz de dar vida a la imaginación, de crear.
“Solo la palabra”, repite muchos años después Velia Vidal, “solo la palabra. La palabra es la herramienta con la que luchamos para recuperar el tejido social del Chocó”.
Velia Vidal es una activista poseída por la pasión y por la literatura que organiza estos días en Quibdó FLECHO (Fiesta de la lectura y la escritura del Chocó, 20 a 24 de marzo), la fiesta del libro en la ciudad del agua. “No es una feria, el sentido comercial queda en un segundo plano”, dice Velia Vidal, una chocoana que durante años trabajó en Medellín y ha vuelto a su tierra, la tierra más necesitada, la más olvidada de Colombia, donde organizó una casa cultural donde los niños aprenden a leer durante un año, y estando allá se dijo, "yo necesito que esto se masifique, que más gente conozca y entienda qué es leer". “FLECHO es eso, un encuentro alrededor de la palabra”.
El Chocó ha sido siempre, desde la colonización española, tierra de pillaje y de agua. Históricamente ha sido un departamento muy importante por su situación geográfica, porque es la frontera con Panamá y porque tiene costas a los dos lados, al Pacífico y al Caribe, y por allí, por su selva tan tupida que todo lo cubre, y por sus ríos incontables e interminables, se mueven traficantes de armas y de coca, y se enfrentan los paramilitares y el ELN, y son ricas las minas de oro, platino y coltán. “Somos la tierra de la exclusión, el racismo y los estereotipos, la tierra del olvido; somos la tierra de los descendientes de los esclavos afroamericanos y de los embera, la población indígena que se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión, confinada en medio del conflicto, y de los terratenientes que se traen ejércitos para desalojarlos de sus tierras”, dice Velia, por teléfono. “Somos la tierra que más radicalmente votó por un proceso de paz que nos benefició muchísimo, pero también la tierra a la que viene siempre gente de fuera a decirnos cómo tenemos que ser. Y ante todo esto podemos hacer dos cosas, o lloramos o emprendemos acciones de resiliencia. Y armados de la palabra le queremos romper el cuello a todos los estereotipos”.
Dos días antes del comienzo de la fiesta, como una señal, tres emberas llegaron en un bote desde Bojayá y del Carmen de Darién para participar en la fiesta con sus historias de tradición oral y sus palabras en su idioma, uno de los seis –embera katío, dóbida y chamí, waunana, tule y español–oficiales de la fiesta. “Su viaje, que no esperábamos que consiguieran, fue un logro, un orgullo”, dice Velia Vidal. “Será la fiesta de la palabra oral, de la palabra escrita, y también de la palabra hecha arte”.
FLECHO, organizada sin un centavo, con los pocos pesos de un premio del programa nacional de concienciación cultural, y con la colaboración desinteresada de voluntarios y de editoriales que pagan los viajes de los autores y envían libros, tendrá una vertiente cultural y musical también. “Somos agua”, es el lema de 2019, que recuerda que Quibdó es la ciudad del mundo en la que más llueve, que llueve todos los días porque las nubes que surgen del agua chocan rápido con la cordillera y revientan en agua. Y la música del agua es la de la marimba, que el músico Hugo Candelario González Sevillano hará sonar en el café librería Motete (motete, como los canastos de bejucos tejidos que los campesinos cargan a la espalda). También habrá un lado más académico, charlas con escritores como Pilar Quintana, Carolina Sanín, Antonio García Ángel o Alberto Salcedo Ramos. “Serán conversaciones horizontales. Ellos no vienen a enseñar. Vienen a oír y a ser oídos”, precisa Velia Vidal. “Que ellos aprendan de nosotros y nosotros de ellos, Nosotros, nuestra cultura, nos sentiremos valiosos”.
Y, sobre todo, será la fiesta de los talleres de promoción de la lectura. La palabra no es solo la palabra hablada, la palabra escrita. No solo se lee libros. Todo se lee, el cuerpo, el paisaje. Todo es objeto de lectura. “El 70% de nuestro público son niños y jóvenes”, dice Velia Vidal, una gran aficionada al ciclismo fascinada por cómo la nueva generación de ciclistas colombianos, los hijos de Nairo, están cambiando la realidad del ciclismo, y de la sociedad colombiana, en Europa. “Y queremos todos que sean capaces desde ya de verse con otros ojos, de sentirse capaces de protagonizar su vida. No podemos desaparecer los problemas, pero sí de ejercer nuestro pensamiento para construir nuevas realidades”.
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