El cura acusado de expoliar sus propias iglesias
La Audiencia de Lugo juzga hoy a un antiguo sacerdote por apropiarse supuestamente de más de 40 piezas de arte sacro de las parroquias que regía
Llegó en 2008 con su aire cosmopolita a una pequeña parroquia sin juventud del norte de Lugo. Venía con la bendición suprema de monseñor Gea Escolano, hasta tres años antes obispo de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol y valenciano como él. José Emilio Silvaje Aparisi, según su currículum doctor en filosofía por la Universitat de València, formado primero en la Pontificia de Salamanca, era un cura sin experiencia, un supuesto dandi con alzacuellos (tal y como él mismo decía, procedente de una familia bien) que había fundado una ONG misionera y que parecía llamado a refrescar la apartada parroquia con su discurso distinto, su gentileza y sus 28 años cumplidos. En un par de ejercicios, y por el galopante envejecimiento del clero local, el obispado le fue confiando nuevas parcelas de la diócesis, hasta que tuvo a su cargo una docena de iglesias entre los municipios lucenses de Trabada, Barreiros y Ribadeo. Pero pronto se torció todo: los feligreses notaron que cada día les faltaban más santos y objetos litúrgicos de aquellos que llevaban siglos custodiados en sus aldeas y que sentían como propios. Entre hoy miércoles y mañana jueves, José Emilio Silvaje (Gandía, 1980) se sentará en el banquillo de la sección segunda de la Audiencia de Lugo acusado de la supuesta apropiación indebida de más de 40 piezas de arte sacro de los templos que gobernaba.
Algunos de estos bienes fueron recuperados, devueltos por el propio religioso con el argumento de que se los había llevado para restaurar. Otros amanecieron por sorpresa en 2012 en un arcén de Lourenzá, un Ayuntamiento limítrofe, y el cura dijo que esa era la prueba de que él no había sido. Había fieles que hacían honor a este nombre y querían seguir creyendo en aquel chico que promovía una ONG para construir aulas en Perú (donde acabó de misionero Gea Escolano). Pero también había otros que dudaban de su fe en el párroco; y cada vez más gente tenía claro que la que sustraía los venerados bienes de iglesias y capillas era la inmaculada mano del joven sacerdote. Según el listado que blande la fiscalía, aproximadamente la mitad de estos objetos, incluidos elementos patrimoniales catalogados, no han aparecido todavía.
La Iglesia reclama los bienes y una reparación económica, mientras que la fiscal pide cuatro años y medio de prisión para el ahora exsacerdote. Al tiempo que estallaba el escándalo (aunque él dice que no por esto) Silvaje acabó colgando la sotana y llegó a conceder, a los dos meses de marcharse, una entrevista a Interviú para mayor penitencia de sus superiores. Allí, sentado en un suntuoso y oropelado salón de la que se presentaba como su vivienda valenciana de 600 metros cuadrados, negó ante toda España, como también ante sus parroquianos había negado, ser un ladrón: "Mira esta casa ¿Qué necesidad tendría yo de llevarme nada?".
Silvaje desembarcó en las pequeñas localidades de los Ayuntamientos de Trabada y Barreiros en las que fue asumiendo competencias con el historial limpio y sin antecedentes, pero marchó de ellas en 2012 con ficha policial en la Guardia Civil de Lugo. En diciembre de 2008 fue nombrado párroco de Santa Olaia de Vilaosende; en junio de 2009, de San Pedro de Arante, Santa María Madalena de Cedofeita, Santiago de Couxela, San Vicente de Cubelas, San Xián de Sante, Santa María Madalena de Balboa, San Mateo de Vidal y San Xoán de Vilamartín Pequeno. Un año más tarde, en septiembre de 2010, asumió también las labores pastorales en tres templos de Ribadeo: Santa Olaia da Devesa, San Pedro de Rinlo y San Lourenzo de Vilaframil.
"En momentos no determinados y hasta su cese como párroco el 5 de febrero de 2012", afirma la fiscal de Mondoñedo Claudia González en sus conclusiones provisionales, "con ánimo de ilícito enriquecimiento el acusado se apoderó e incorporó a su propio patrimonio decenas de objetos religiosos y de culto, imágenes y muebles pertenecientes a las parroquias". En su condición de párroco "tenía acceso" libre a todas estas antigüedades y "era el encargado de su custodia", recuerda en el escrito en el que también acusa a un anticuario de la comarca como colaborador en la presunta rapiña.
De manos del cura, defiende el ministerio público, el tratante de antigüedades recibió "una campana de hierro fundido del siglo XVIII; una imagen que resultó ser de san Francisco (también del XVIII); dos sagrarios; dos reposteros de tela; dos estanterías; varios trozos de un altar; un confesionario; un armario sin puerta; un reclinatorio y otras dos estanterías rotas". El anticuario era "conocedor" de que todos estos bienes "procedían de las parroquias" y aún así "permutó la campana, la imagen del san Francisco y los dos sagrarios a cambio de otros objetos artísticos en un establecimiento de A Pontenova (Lugo)" el día de los Santos Inocentes de 2011. "Muchos de los efectos" que se llevó el vendedor estaban "inventariados", y en cualquier caso "todos ellos, como bienes de instituciones eclesiásticas, estaban sometidos a un régimen de protección derivado de su especial naturaleza", recuerda la fiscal, a través de las leyes de patrimonio estatal y autonómica.
Tesoro saqueado
A mediados de 2012, el obispado de Mondoñedo-Ferrol, que contaba con un inventario incompleto y obsoleto, todavía no tenía claro cuántos objetos se habían esfumado de las 12 parroquias regentadas por "don José Emilio" y es posible que al final no todos los que faltaron se hayan echado en falta. Sin embargo, en estos años los investigadores han logrado recuperar dos ángeles con palmas del Altar de los Arcángeles y restos de una cómoda de la parroquia de A Devesa; varias crismeras de plata y una custodia de la iglesia de Vilaframil; dos candelabros de bronce y dos cálices de plata de Rinlo; la imagen de las ánimas de la parroquia de Cubelas; la talla de santa Lucía de Cedofeita; y una Virgen, un san Antonio, además de otras dos figuras, que faltaban de tres altares del templo de Arante. También salieron a la luz un reclinatorio de Vilaosende; dos esculturas pétreas de la Virgen de los Milagros y de san Antonio y un ángel del retablo de una capilla de Balboa; dos cálices de plata y una capa pluvial de Sante; y por último un copón de plata, una cruz a juego con los candelabros, una mesa antigua y un misal de la parroquia de Vidal.
Todo este material recobrado sigue custodiado por el juzgado hasta que haya sentencia para el cura, considerado autor del delito de apropiación indebida, y para su presunto colaborador, acusado de receptación y para el que la fiscal exige año y medio. La ejecución del fallo determinará además la cuantía de la indemnización que debe recibir el obispado por los objetos de arte sacro que nunca llegaron a aflorar. Una tasación pericial durante la instrucción calculó para estos un precio material de más de 25.000 euros, sin tener en cuenta el valor cultural y sentimental que algunas de las imágenes podían tener para los vecinos. Nada se ha vuelto a saber de una imagen inventariada de san José o de una casulla de la iglesia de Sante; de un san Francisco, una Virgen del Carmen, dos misales antiguos, dos candelabros y una bandeja de San Pedro de Rinlo; de un manto de la Virgen de los Dolores bordado en oro, también inventariado, de Cedofeita; y de otros muchos objetos como mesas, cómodas, bancos, libros, copones, floreros o cruces de varios siglos que completarían el tesoro saqueado.
Babelia
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