‘Temblores’, un acercamiento al tabú de la homosexualidad en Guatemala
La nueva película de Jayro Bustamante, director de ‘Ixcanul’, continúa su recorrido por festivales internacionales
Pablo se enamora de Francisco y deja a su devota familia evangélica en la Ciudad de Guatemala. Sus familiares, sin embargo, ponen su fe y la familia por encima de todo y se aferran a la idea de poder curarlo de “la enfermedad que lo ha acechado”. Esta es la sinopsis de Temblores, la nueva película de Jayro Bustamante, director de Ixcanul. Basada en testimonios reales y con una investigación a fondo, el realizador plantea un acercamiento al tabú de la homosexualidad en su país natal. El filme, que tuvo su estreno mundial en la sección Panorama del Festival de Cine de Berlín, prolonga su recorrido por citas cinematográficas internacionales.
El segundo largometraje de Bustamante nació después de terminar el rodaje de Ixcanul, la película guatemalteca más galardonada en la historia de ese país centroamericano –más de una decena de premios–, cuando el realizador conoció a “un Pablo”, un hombre homosexual que decía ser homofóbico. Al director le pareció interesante esa dicotomía del personaje. Le llamó aún más la atención cuando se dio cuenta de que este hombre utilizaba a una mujer como un pretexto para no asumirse como gay. Es en ese momento en el que empezó su investigación para conocer las historias de otras personas que estuvieran viviendo igual. Pensó que la investigación le iba a llevar mucho más tiempo del que le tomó, pero encontró a “un montón de Pablos” en la sociedad guatemalteca.
“Encontré entre ellos a muchos que habían hecho terapias reparativas, que es como le llaman. Me metí a una terapia para ver cómo funcionaba y me metí a una iglesia para ver qué proponían. Después hubo un fenómeno raro, porque mi primera película se volvió famosa en el país, entonces descubrieron que yo no estaba ahí por voluntad, sino haciendo algún tipo de investigación y ya me pidieron que me retirara de la iglesia y del tratamiento”, explica el director a EL PAÍS.
Uno de los trabajos más complicados de la filmación, admite Bustamante, fue la realización de las escenas de las terapias reparativas para homosexuales. Su reto principal fue hacer que estos momentos parecieran reales para un público que no las conociera. “Cuando me confronté a ese tipo de terapias y descubrí que eso existía, pensé que estaba viviendo 70 años atrás en el tiempo. La idea fue tratar de reconstruir un tratamiento que al público no le pareciera tan irreal, porque había cosas que vi en mi investigación que no parecían reales”, agrega el cineasta.
Lo que más le sorprendió a Bustamante fue la concepción de “cuidado” y “amor” que manejan las familias que buscan estas terapias para sus seres queridos que, según el director, siguen una lógica de “te hago daño por tu bien o te hago sufrir por amor”. Dice que era importante dar una mirada a través del cine a los convencionalismos de la sociedad que habla mucho del amor, pero que realmente no lo entiende y que no tiene capacidad de análisis crítico personal. “La importancia de las iglesias va más allá de la mera necesidad de las creencias, está más arraigado a un país que no tiene un Estado que le ofrezca a sus ciudadanos ningún tipo de beneficios, entonces las iglesias vienen a cubrir un servicio psicológico que no es un servicio psicológico, sino más bien un adoctrinamiento”, afirma el realizador.
Levantar cuestionamientos
La película, que estará en el Festival Internacional de Cine de Miami, pone al espectador en un constante estado de tensión, tratando de hacerle vivir lo que Pablo siente en cada circunstancia. Bustamante dice que lo que quiso lograr con el filme fue generar una sensación de apnea, sumergiendo al público en un mundo donde no tendría que vivir naturalmente: “No puedes respirar [en esa sensación], te toca zambullirte y aguantar la respiración todo lo que puedas hasta que notes que no formas parte de ese mundo. Conseguir esa tensión fue lo más importante y en lo que nos guiamos”.
El actor guatemalteco Juan Pablo Olyslager dice que ponerse los zapatos de Pablo fue un trabajo duro, arduo e intenso. El elenco pudo prepararse meses antes del rodaje. Afirma que Bustamante es un director de actores, que se preocupa por sus intérpretes y sabe la importancia que tienen en una obra. Por ese motivo, dice, se optó por recurrir al método del actor y pedagogo teatral ruso Konstantin Stanislavski, un sistema que hace énfasis en que el actor no represente un personaje, sino se convierta en él y viva sus sentimientos y pasiones.
“Fue una película muy difícil de filmar. Traté de encarnar al personaje tal como es y eso lo hizo más doloroso, porque era como que me estuviera pasando a mí. Ellos [el resto del elenco] también se metieron en este método para poder llegar al nivel de intensidad que cada personaje tuvo en la película. Fueron ensayos larguísimos, dolorosos, terapéuticos, fue un proceso bastante desgastante, sin embargo, valioso para el producto final”, precisa Olyslager.
El equipo de producción tuvo los mismos problemas que José (2018), otra película que también aborda el tema de la homosexualidad en Guatemala, al momento de buscar actores que estén dispuestos a interpretar a un personaje gay. Bustamante dice que el 80% de hombres que asistieron a las audiciones se negaron a interpretar a un personaje homosexual. “Mi tarea es encarnar papeles en los cuales yo creo que hay sustancia y que creo que van a apoyar a la discusión de algún tema específico”, añade el actor.
Olyslager señaló que en Guatemala la ley y las personas no hacen una verdadera diferencia entre la homosexualidad y la pedofilia. Espera que la película pueda levantar muchos cuestionamientos de cómo se está manejando el tema. “Es necesario hacerle ver a la población que sus miedos personales, sus prejuicios, que el pensar que ser homosexual se equipara con ser pedófilo, es algo aberrante, es por falta de información. El derecho de cualquier persona, independiente de su identidad sexual, debe ser respetado”, finaliza el protagonista.
Babelia
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