El incierto retorno de los tesoros africanos
El polémico informe francés que aboga por una restitución de las obras expoliadas pone en alerta a los museos etnográficos de Europa. La iniciativa vaciaría buena parte de las colecciones occidental
¿Volverán los tesoros expoliados durante el colonialismo a pertenecer a sus legítimos propietarios? La pregunta está sobre la mesa desde que, a finales de noviembre, se hizo público un informe oficial encargado por Emmanuel Macron a dos expertos que abogan por restituir al continente africano toda obra u objeto que haya llegado a las colecciones francesas de manera irregular. Podría ser el inicio de una revolución en las relaciones bilaterales entre Europa y sus antiguas colonias. O bien quedarse en papel mojado, si no se logra salir de lo que ya se anuncia como un laberinto jurídico, administrativo y también político. Los museos europeos reaccionan con diplomacia, aunque no esconden su hostilidad ante el maximalismo que desprende el documento francés. Al otro lado, los países africanos empiezan a reclamar lo que consideran que les pertenece, animados por un nuevo clima cultural en el que parecen superarse los tabúes de otro tiempo.
Los autores del informe son la historiadora francesa Bénédicte Savoy y el economista senegalés Felwine Sarr. Su recomendación principal es que, cada vez que un país africano haga una demanda de restitución de un objeto, Francia la acepte si no puede demostrar que no fue robado o expoliado. Pese a todo, aseguran que no se va a producir una salida masiva de obras. “La cuestión no es vaciar los museos europeos para llenar los africanos. De lo que se trata es de repensar el pasado para reflexionar sobre el futuro, instaurando un nuevo diálogo entre los dos continentes”, señala Savoy durante una entrevista en París. La historiadora también defiende la criticada decisión de circunscribir esta devolución a las obras subsaharianas. “Esa parte de África se ha visto desprovista de todo su patrimonio: se calcula que el 90% del total se encuentra en colecciones occidentales. Ese no es el caso de Egipto o de Grecia, de Sudamérica o de Oceanía”, justifica la experta. Y atribuye lo que está sucediendo a un cambio generacional: “Llega una juventud que ha crecido en un mundo globalizado y que ya no ignora que la riqueza europea ha tenido un coste en otros lugares del mundo”.
El informe también supone un desafío a las capitales europeas con un volumen de obras de las antiguas colonias similar al de Francia, donde habría un mínimo de 90.000 objetos procedentes del África subsahariana; 70.000 de ellas están conservadas en el Museo del Quai Branly de París. Londres, Berlín, Bruselas o Viena habían dado en los últimos años algunas señales de apertura. Por ejemplo, el British Museum lidera el grupo de diálogo de Benin City, que impulsa la creación de un centro etnográfico en la antigua Edo, situada al sur de la actual Nigeria, con préstamos que cedería el gran museo londinense. En Alemania, el Ministerio de Cultura anunció hace unos meses nuevas subvenciones para investigar el origen de las obras que se expondrán en el nuevo Humboldt Forum, en pleno debate público sobre la cuestión. En Bélgica, el antiguo Museo Real del África Central, que posee 180.000 objetos originarios del continente, reabrió a comienzos de mes rebautizado como Africa Museum y con un recorrido repensado, que aspira a reflejar una igualdad simétrica entre europeos y africanos, según sus responsables. Pese a todo, el informe de Macron hace que todos esos gestos parezcan, de repente, excesivamente tímidos.
Algunos países africanos ya mueven ficha. Por ejemplo, Senegal piensa exigir que se lo devuelvan todo. “Estamos listos para encontrar soluciones con Francia. Pero, si se identifican 10.000 piezas en sus colecciones, pediremos las 10.000”, dijo el ministro senegalés de Cultura, Abdou Latif Coulibaly, en la presentación del nuevo Museo de Civilizaciones Negras, inaugurado a comienzos de diciembre en Dakar. En Costa de Marfil, el Gobierno tiene a punto una lista de “un centenar de obras maestras” que piensa solicitar a Francia. Y, esta semana, la República Democrática del Congo ha anunciado que también quiere recuperar un listado de obras que se encuentran en Bélgica para exponerlas en un nuevo museo que abrirá en Kinshasa en 2019. De momento, Macron ya ha decretado la devolución inmediata de 26 obras de la dinastía Dahomey que fueron robadas en 1892 por líderes militares franceses. Si los estudios jurídicos son favorables, pronto regresarán a Benín. ¿El primero de una larga serie de retornos inexorables?
Los museos consultados consideran que el documento provoca un debate necesario, aunque ninguno demuestre un entusiasmo excesivo ante sus recomendaciones. “Todavía estamos digiriendo el informe y evaluando sus consecuencias, pero es un documento importante con el que tenemos interés en interactuar”, afirma Sam Nixon, jefe del departamento africano del British Museum. Aun así, seguir la vía francesa no le parece una opción viable. “Nuestros administradores han sido claros sobre los beneficios de tener la colección aquí, dentro del museo. La intención es que la gente pueda ver y aprender de una colección sin igual, en el sentido de que es un lugar único para contar historias interculturales”, añade Nixon. El presidente del patronato del museo, sir Richard Lambert, recordó hace unos días que no pueden desprenderse de ningún objeto de su colección, como determina la ley de museos británica. Pero la normativa francesa es casi idéntica, cosa que no impide que el Gobierno francés estudie cambiarla. “Si hay que pasar por una ley, lo haremos”, anunció el domingo pasado el nuevo ministro de Cultura francés, Franck Riester.
Otros museos disimulan peor sus discrepancias. El director del Victoria & Albert Museum, Tristam Hunt, ha saludado “la honestidad y la claridad” del informe, pese a “no estar plenamente convencido sobre su enfoque”. El responsable del Museo de Arqueología de Cambridge, Nicolas Thomas, también es reticente. “Embelesados por la perspectiva de una victoria moral veloz, sus autores no piensan de forma estratégica o práctica sobre cómo las obras de arte pueden circular y resultar accesibles”, expresa. Por su parte, el director del Museo de Culturas del Mundo de Holanda, Stijn Schoonderwoerd, opina que las recomendaciones del informe son “innovadoras, directas y ambiciosas”. Eso no evita que tenga muchas reservas: “Para nosotros, la moral y la ética también son una preocupación primordial. Pero cada uno de los objetos que han llegado a los Países Bajos durante los últimos cuatro siglos de relaciones coloniales no entran necesariamente en la categoría de arte expoliado. Hace falta un acercamiento con matices”.
¿Qué destino tendrán las obras si regresan a África? En el continente existen 500 museos y hay varias decenas más en construcción. Pero la retórica imperante hasta ahora sostenía que no reunían las condiciones necesarias para conservarlos. “El argumento sobre la incapacidad africana para acoger sus propias obras es pura condescendencia”, protesta Felwine Sarr, coautor del informe de la discordia, en conversación telefónica. “Países como Sudáfrica, Nigeria, Camerún, Kenia o Senegal no tienen problemas para acoger las obras. Otros no están listos, pero debemos darles tiempo. En realidad, se generaliza sobre esa incapacidad a partir de casos individuales. En Europa desaparecen obras de los museos regularmente sin que nadie ponga en duda su capacidad para custodiarlas”, argumenta Sarr.
Desde su despacho en Nueva York, el intelectual senegalés Souleyman Bachir Diagne, que dirige el Departamento de Estudios Africanos de la Universidad de Columbia, da un apoyo incondicional al informe. Pero advierte que la falta de infraestructuras es “una realidad con la que hay que contar”. “En algunos países africanos existe una gran indiferencia respecto a la cultura y el patrimonio. Espero que lo que está sucediendo ahora les haga abrir los ojos”, señala Diagne. Retomando el subtítulo del estudio francés, aboga por “una nueva ética relacional” con África, que ya no es “aquel lugar con el que se mantenían vínculos solamente humanitarios, sino un continente nuevo con gran potencial económico”.
Para el filósofo camerunés Achille Mbembe, autor del influyente ensayo Crítica de la razón negra, las restituciones son un gesto de reparación necesario para salir del esquema de dominación del siglo pasado. “El debate ha avanzado en poco tiempo porque ha emergido una nueva conciencia en África y sus diásporas, arraigada en el deseo histórico de que el continente vuelva a ser una potencia propia”, afirma. La coleccionista francobeninesa Marie-Cécile Zinsou, que preside una fundación de arte contemporáneo en Cotunú, también considera que las recomendaciones del informe son “históricas”, porque posibilitarán que los africanos recuperen su patrimonio. “Pero hay museos que se encuentran en un estado calamitoso. Y habrá que ver si nuestros dirigentes se baten por recuperar estas obras. De momento, veo más palabras que actos”, señala Zinsou.
Babelia
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