Paco Roca convierte el tesoro del Odyssey en una novela gráfica de aventuras
El dibujante firma esta ficción junto al diplomático Guillermo Corral, que participó en el rescate de los restos de ‘La Mercedes’, en poder de una empresa cazatesoros
La historia de la pelea entre el Gobierno de España y la empresa estadounidense Odyssey por el tesoro de La Mercedes —un galeón español hundido a principios del siglo XIX— tiene todos los ingredientes de una novela clásica de aventuras: medio millón de monedas de plata y oro, piratas, batallas navales, relaciones internacionales, información confidencial… Así que es casi lógico que haya acabado siendo la base para una novela gráfica titulada El tesoro del Cisne Negro, firmada por el dibujante Paco Roca (autor entre otros de Arrugas, Los surcos del azar y El invierno del dibujante) y el diplomático y escritor Guillermo Corral, que vivió en primera persona todo aquel proceso entre 2007 y 2012 desde el Ministerio de Cultura y la Embajada de España en Washington.
Entre ese punto de partida verdadero que Corral quería llevar hacia la ficción de aventuras clásicas —al estilo de Tintín o Indiana Jones— y que Roca quería mantener en un plano casi de crónica documental, ha nacido esta obra que es un poco las dos cosas. Un libro (publicado por Astiberri, llega a las librerías a finales de este mes) en el que no hay ni héroes ni villanos puros y que acaba siendo un homenaje a unos funcionarios y trabajadores anónimos cuyo esfuerzo no se suele valorar, apunta Corral, aunque culminen hazañas como la de recuperar el tesoro de La Mercedes que había rescatado del fondo del Atlántico, a unas 180 millas al oeste de Portugal, una empresa cazatesoros.
“No hemos hecho un documental, pero es evidente que está íntimamente ligado a la realidad. ¿En qué medida y hasta dónde? Eso se lo dejamos a cada lector. Es parte del juego”, explica Corral sobre un texto en el que hay agentes del CNI (Centro Nacional de Inteligencia), pinchazos de comunicaciones internacionales, presiones de embajadores y congresistas estadounidenses y, por supuesto, una historia de amor. “A mí me hubiera gustado contar más, pero bueno, estamos jugando con muchas personas que son reales.... La pátina de ficción nos salva un poco”, añade Roca.
Ambos cedieron, cuenta el dibujante, para lograr el equilibrio, y, si todos los nombres están cambiados —la empresa cazatesoros del libro se llama Ithaca en la ficción—, los despachos del ministerio que aparecen son los despachos del ministerio y el búnker que sale es como el que custodiaba el tesoro en Estados Unidos; Corral ha conservado imágenes que tomó durante el proceso. Y el ministro se parece tremendamente a César Antonio Molina, el hombre que ocupaba el cargo cuando España decidió llevar a los tribunales a la empresa que había encontrado los restos de La Mercedes y se los había llevado a Florida vía Gibraltar. “En algo así tienes que tener voluntad política. En algún momento alguien tiene que decir: me la juego, voy a ponerles un pleito. Y si sale mal te crujen”, cuenta Corral, que ha ejercido como diplomático en Turquía, Tanzania y Bruselas y ha sido director general de Política e Industrias Culturales y consejero cultural en las embajadas españolas de Washington y La Habana.
Para Roca, ese realismo era fundamental para poder hacer suya la narración en un contexto extraño, no solo por el tipo de relato, sino porque suele trabajar solo. “He intentado llevarlo a mi terreno, con ese realismo y con algunos puntos de humor. Al final, yo creo que, aunque sea un poco distinto, y siendo muy fiel a lo que quería contar Guillermo [que firma como guionista], los lectores van a reconocer que es una historia de las mías, de las que les pueden haber gustado”.
Y lo cierto es que en ella, aunque están todos esos elementos del relato de aventuras, la búsqueda de veracidad ha trastocado las jerarquías tradicionales. Por ejemplo, porque aquí la figura del cazatesoros aventurero no es tan atractiva y la mayor parte de la acción no se narra a través de persecuciones y batallas navales (aunque también están), sino en “conversaciones, despachos, juicios...”, explica Roca. Él, como muchos de los que siguieron en la prensa el devenir del Cisne Negro —nombre que se da a los galeones que conservan el tesoro completo—, empatizaba al principio más con unos cazatesoros que habían hecho el esfuerzo de sacar los restos y que defendían que, sin ellos, nunca habrían salido del fondo del mar. “Pero ahora he comprendido que el valor del tesoro no es el económico, sino que ese patrimonio nos pertenece a todos. Además, vi que habían destrozado el yacimiento para sacar las monedas”, señala el dibujante. Añade, en todo caso, que han huido en su libro de maniqueísmos y moralejas: “Queríamos también crear debate. En estas cosas lo peor que puedes hacer es un panfleto”.
Por su parte, Corral, como protagonista directo entre toda “la gente de patrimonio, del museo naval, los militares, la Guardia Civil…”, quiere dejar algo claro: “La pelea jamás fue por el tesoro; fue por la dignidad y por la memoria como nación. Y no puede llegar alguien a expoliártela y venderla en cajitas de souvenirs”.
Mezcla de estilos para una crónica de dos siglos
El 5 de octubre de 1804, la fragata La Mercedes pasaba frente al cabo de Santa María, muy cerca ya de la Península, procedente de Perú junto a otras tres naves de la Armada española que cargaban los caudales reclamados por el Gobierno dos años antes. Aunque eran tiempos convulsos, su capitán estaba tranquilo porque todas las noticias que le habían llegado confirmaban la neutralidad de España en la guerra que mantenían Inglaterra y Francia. Por eso fue especialmente sorprendente que varias fragatas inglesas de guerra se aproximaran a ellos y les comunicaron su intención de llevarles a su país y quedarse con toda la carga que transportaban. Al negarse los españoles, los cañones ingleses comenzaron a disparar, haciendo saltar por los aires La Mercedes, que se llevó con ella al fondo del mar a sus 249 pasajeros y más de medio millón de monedas de plata y oro.
Un relato similar a este —en el caso del tebeo La Merced— está insertado en mitad del Tesoro del Cisne Negro, de Paco Roca y Guillermo Corral, con un formato muy diferente al resto, esto es, con dibujos clásicos a página completa, como una novela de época. Pero este no es el único juego de estilos de la obra, pues otras veces las viñetas se convierten en mapas, en imágenes explicativas o en esquemas, casi cuadros sinópticos para explicar algún momento de los juicios —una sucesión de sentencias y recursos entre 2009 y 2012—, las enrevesadas conexiones entre servicios de inteligencia o algún caso de compra de voluntades políticas. “Ese es uno de los poderes del cómic y que precisamente en esta historia funcionaba muy bien”, explica Roca. “Cuando tienes que narrar la acción, es muy parecido al cine y está muy bien. Pero a veces eso tiene límites, cuando lo que intentas contar son pensamientos abstractos o estás explicando información muy complicada. Entonces tienes que romper con la idea de que la viñeta es una cámara de cine y usar cualquier cosa que haga que lo que estás contando sea más comprensible. El cómic es un género muy abierto a la mezcla de estilos”, asegura el dibujante.
Y un posible salto a la televisión
Las aventuras y desventuras de los restos de La Mercedes también van camino de convertirse en serie de televisión. La editorial Astiberri ha firmado una opción de venta de derechos audiovisuales de El tesoro del Cisne Negro para una miniserie con la productora Señor Mono. Aún no se ha hecho efectiva la venta, explica un portavoz de la editorial, pero en su página web se revela que en el proyecto, "actualmente en fase de escritura", estarían también involucrados la plataforma Movistar + y la distribuidora alemana Beta Film. El objetivo sería "que el cómic se convierta en una miniserie de seis capítulos que se grabaría en las localizaciones donde se desarrolló la historia". Esto significaría hacerlo, entre otros lugares, en las aguas del Atlántico, cerca de la costa de Portugal, Gibraltar o Florida.
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