La bonhomía
El recuerdo de Álvaro prevalece por su contención, que solo estallaba con elegancia pero también con firmeza si algo de lo que se decía le parecía un desatino
Recuerdo siempre a Álvaro de Luna en aquellas tertulias que Fernando Fernán Gómez organizaba en su casa, junto a su compañera, la siempre festiva Emma Cohen. Solían acudir el montador Pablo del Amo y Eduardo Haro Tecglen, junto a otros varios, como Manuel Alexandre y De Luna, ahora también fallecido.
Remueve el alma el recuerdo de aquellos encuentros, la respetuosa sobriedad de Álvaro, la divertida maledicencia del anfitrión, el frecuente mal humor de Del Amo y las ganas de discutir de Haro. El recuerdo de Álvaro prevalece por su contención, que solo estallaba con elegancia pero también con firmeza si algo de lo que se decía le parecía un desatino que atentara contra sus convicciones, como la defensa de Zapatero como presidente del Gobierno, por ejemplo.
Hace pocos meses un grupo de leales a Fernán Gómez y a Emma Cohen quisieron organizar un encuentro como aquellos para rendir homenaje a su memoria, pero los convocantes rivalizaron entre sí y mientras unos se reunían en la casa principal, otros lo hacían en el café Gijón. Álvaro vino en coche desde la playa levantina en la que veraneaba y se encontró en la tertulia del Gijón donde solo había una parte de los convocados y se fue cabreando a medida que entendía que esa no era la reunión cabal en la que él quisiera estar en recuerdo de sus amigos Fernando y Emma. Preguntaba el porqué de aquel disparate de la separación en dos reuniones cuando debíamos estar todos juntos en la misma. Preguntaba con delicadeza intentando disimular el enfado que tenía encima. Finalmente, se ofreció a llevarme a casa en coche mientras él seguía camino a su lugar de origen donde le esperaba Carmen, su esposa, que tantas veces había participado también en las reuniones de Fernando, a la que intentaba explicarle por teléfono lo que él no había entendido.
Y ya no habrá más encuentros.
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