Antoni Miralda, Premio Velázquez de Artes Plásticas
El jurado le ha destacado “por una trayectoria artística sólida y transdisciplinar, desde los años 60 a la actualidad, que evidencia el carácter político y crítico de su obra”
“¿Antoni? Sí, buenas tardes. Antes que nada, felicidades por el Premio Velázquez que se acaba de anunciar...”, empieza a hablar el periodista en cuanto se oye una voz al otro lado del teléfono. “Muchas gracias, aunque la verdad es que gané el premio hace ya unos años. Creo que se ha equivocado de Antoni. Yo soy Muntadas y querrá hablar con Miralda, al que acabo de felicitar porque es un premio estupendo”, comentó divertido ayer Muntadas, premio Velázquez de 2009.
“Sí, sí, soy Antoni Miralda. Estoy supercontento, claro. Es un reconocimiento y es lógico que lo esté, porque tampoco estamos acostumbrados a este tipo de reconocimientos. Normalmente, antes los premios solo se daban a los pintores y hoy los premios se extienden. Ya no hay límites en el trabajo del artista, que se puede integrar dentro de la vida cotidiana, dentro de los barrios, dentro de una percepción menos supuestamente artística”, explicó el artista de Tarrasa (Barcelona), de 76 años, que se confiesa un tanto incómodo por hablar de sí mismo con los medios con motivo del galardón otorgado por el Ministerio de Cultura.
El jurado del Velázquez, dotado con 100.000 euros, lo justificó así: “Por una trayectoria artística sólida y transdisciplinar, desde los años sesenta a la actualidad, en la que ahonda en el concepto de ritual y fiesta, con un sentido lúdico y participativo que evidencia el carácter político y crítico de su obra”.
Interpelado por estas palabras, el experto en ceremoniales e intervenciones públicas, creador de performances intercontinentales (Honeymoon, 1986-1992), en las que llevó “al altar” a la Estatua de la Libertad de Nueva York con el Cristóbal Colón de Barcelona; de impactantes banquetes con panes de oro para su FoodCultureMuseum (2000-2010), o de objetos comestibles, comenta: “Sí, bueno, lo del ritual y la fiesta puede sonar a tópico. Yo utilizo la palabra fiesta más en el sentido anglosajón. Creo que ritual y fiesta no pueden ir separadas de la reflexión y, por supuesto, de un contexto determinado. Quiero decir de una actitud crítica, irónica, no de exaltación. No podemos simplificar los mensajes. Todo es mucho más complejo”.
Todo es mucho más complejo en sus obras, que comparten, sin embargo, un indudable componente lúdico, que se suma a una voluntad de denuncia social y política, manifestada desde que se diera a conocer en el mundo artístico con sus Soldats soldés, en París, y más tarde en Nueva York, donde vivió desde los setenta hasta los noventa y donde, en breve, se trasladará para participar en otro proyecto.
El jurado destaca que “sus acciones colectivas, que involucran a gran parte de la población, tanto a audiencias vinculadas al mundo artístico como también agentes de la vida cotidiana, exaltan en particular su capacidad de seducción estética, el carácter organizativo de su práctica, y su incansable trayectoria”.
Contradicciones
Miralda reconoce que “un gesto” como la concesión del premio le permitirá “poner en marcha muchas cosas”, además de imprimirle “energía”. Crítico con la mercantilización e institucionalización del arte, admite que los artistas han de convivir con los supuestos antagonismos y contradicciones de exhibir sus obras en los museos, cuando “se han generado en un espacio público, como la mayoría de proyectos”, por ejemplo. “Se ha de aprender a negociar”, apunta.
Considera que la entrega de estos premios, abiertos a creadores latinoamericanos, también son una manera de “tender puentes y de consolidarlos”. “Estos puentes ya estaban antes, lo que pasa es que a veces tenían muchos coches y no se podía pasar, no había tránsito, y esto es una manera de airear y de crear una comunicación más inteligente, con respeto a todos los diferentes creadores de este país”, señala Miralda, en unas declaraciones recogidas por Europa Press en referencia a la actual situación en Cataluña.
Babelia
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