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Las heridas de la modernidad a la espiritualidad agrícola

El documental ‘Los frágiles huesos de la muerte’ explora una ola de suicidios de mujeres en una comunidad rural de Bolivia

Andrés Rodríguez
Fotograma del documental Los frágiles huesos de la muerte.
Fotograma del documental Los frágiles huesos de la muerte.

En la década de los ochenta se introduce una nueva política de seguridad alimentaria en la región andina de Sudamérica. En 1983, en Pocona, una pequeña comunidad intervenida por la transformación de la producción agrícola, 56 mujeres jóvenes campesinas se suicidan. En el presente, Hermenegildo Layme, esposo de una de las fallecidas, intenta reconstruir su vida y acompaña a descubrir qué es lo que podría haber ocasionado la muerte de estas mujeres, condenadas por la iglesia del pueblo al destierro en su propio sepulcro. Los frágiles huesos de la muerte, del director chileno Claudio Araya, trata de meterse en los surcos de esta tragedia y retratar las heridas de una intervención en la relación y el equilibrio ancestral que mantienen las culturas quechuas con la tierra.

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La historia que cuenta el documental, que se encuentra en competencia en el Festival Internacional de Cine de las Alturas –en Jujuy, Argentina–, tuvo su primer acercamiento con el director hace 25 años. Araya vivió dos años en una comunidad cercana a Pocona –que se encuentra a 135 kilómetros de Cochabamba, Bolivia–. Fue ahí donde escuchó esa trágica historia. Años después comenzó su labor detectivesca sobre los archivos casi inexistentes de la época. El rompecabezas se fue armando, el mismo que resultó en el filme y una investigación que requirió de cinco años, apoyada por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, y que fue materializada en el libro Papa ismusqa y la otra vida (CLACSO, 2013), escrito por Yara Morales, Jimena Silva y el propio realizador.

Los pobladores de las zonas rurales de Bolivia aún mantienen una relación ritual, emocional y ceremonial con la tierra, con la producción agrícola, Cuando la modernidad, a través de agroquímicos y pesticidas, interviene los modelos de producción ancestrales, genera una disfunción como la que sucedió durante los ochenta. “El endurecimiento de la tierra, el endeudamiento por el crédito, la infertilidad, las necesidades de conservar la tierra, todo aquello produce una crisis que afecta la vinculación emocional con la tierra”, explica Araya en una de sus respuestas al cuestionario enviado por EL PAÍS.

Fotograma del documental.
Fotograma del documental.

Pero también queda la incógnita, ¿qué causas pudo haber llevado a la muerte de estas mujeres? El documental, junto a los testimonios de algunos de los familiares de las fallecidas, antropólogos y etnólogos, trata de reconstruir sus vidas y las razones de sus drásticas decisiones. Eso no fue sencillo, según Araya, ya que todavía existe un hermetismo latente entre los adultos, además de la condena de la iglesia católica, que en su momento prohibió que los cuerpos de las mujeres que se suicidaron sean enterrados en el cementerio local, por lo que se creó un camposanto alternativo, denominado como El polígono.

“Siempre la pregunta era, ¿cómo abordamos un tema tan sensible y condenado por la iglesia? Ya previo a nuestras estadías en Pocona teníamos información sobre el contexto estigmatizador creado alrededor del fenómeno. Pero también entendimos que un momento propicio era Todos Santos [celebración que guarda similitud con el Día de Muertos]. Además del ciclo agrícola, ambas cosas se fueron hilando y el tema de a poco fue surgiendo. El polígono estaba a punto de desaparecer, pues construían un coliseo sobre lo que antiguamente era este cementerio, sabíamos que cuando se perdiese ese lugar se perdería gran parte de esa memoria, y esa nueva construcción tendría otro sentido para la comunidad”, agrega Araya.

Memoria desde el presente

El rodaje fue complejo debido al seguimiento de los eventos y de los personajes principales, admite el realizador. Debido a que una familia vivía en Pocona y la otra no, se optó a no forzar situaciones o sacarlas de sus contextos. “Nuestra presencia claramente provocaba una interacción y reacción, nunca pensamos en ser sujetos que no provocaríamos una cierta reacción, estábamos atentos a que aquello nos brindase posibilidades de observar. Nos interesaba el momento vivido y retratado, la memoria recordada, es decir, la memoria más emocional, desde el presente”, precisa el director.

Los frágiles huesos de la muerte explora también la idea del desarraigo. Hermenegildo Layme es uno de los pocos adultos de Pocona que accede a brindar su testimonio para el documental. Es un hombre que vive con miedo, cuya esposa se suicidó y a raíz de ese fatídico hecho decide abandonar su aldea para vivir en el exilio voluntario. “Quería hablar del concepto de estar aterrado. En el sentido del miedo y el sentido del destierro o de la ausencia de lugar o tierra. Sin ese lugar propio creo que se produce el desequilibrio”, dice Araya.

El documental apuesta por una propuesta visual y sonora basada en la relación de la mujer con la tierra. Se hace una alusión a través de las entrañas de la tierra, el despojo de la misma y los cuerpos que no pertenecen a su propia comunidad. Araya utiliza imágenes del terreno con chicha surcando y algunos accesorios típicos de la vestimenta de la mujer indígena que se unen a las cenizas para completar a la narrativa del filme. “La chicha [alcohol de maíz] está muy presente y los meses previos a la fiesta de Todos Santos [Todos los Santos en España] en noviembre suelen ser muy secos. Es el momento en el que los muertos están más secos y el agua, la sangre y la grasa son vida, por eso hay una necesidad de hidratar la tierra, lo que está seco, es la retribución también. Los frágiles huesos de la muerte se rehidratan para volver a la vida, a la nueva vida que procede del ancestro, del que está debajo de la tierra”, añade.

Los frágiles huesos de la muerte estuvo acompañada de otras producciones bolivianas en la competencia cinematográfica en Jujuy –tales como Averno, Algo quema y Wiñay Kawsay–. Mientras, va preparando su participación en al menos otro par de festivales, que aún están sujetos a confirmación.

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Sobre la firma

Andrés Rodríguez
Es periodista en la edición de EL PAÍS América. Su trabajo está especializado en cine. Trabaja en Ciudad de México

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