_
_
_
_
DON DE GENTES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Y puede ocurrir aquí

Como decía Krugman en un demoledor artículo, a los que todavía creen que el sistema democrático americano tiene armas suficientes para defenderse de quien lo socava desde la Casa Blanca habría que despertarles de un sueño

Donald Trump con Hulk Hogan en Atlantic City en 1987.
Donald Trump con Hulk Hogan en Atlantic City en 1987.J. Asher (Getty)
Elvira Lindo

Dos noches, a dos capítulos por jornada, viendo la serie documental, An American Dream, sobre Donald Trump. Dos noches a cuestas con su vida y milagros. El ascenso social, allá por los años ochenta, y el auge del presente, porque quien de momento quiera ver signos de su decadencia y caída está cegado por un ingenuo optimismo. Como decía Paul Krugman en un demoledor artículo, Por qué puede ocurrir aquí, a los que todavía creen que el sistema democrático americano tiene armas suficientes para defenderse de quien lo socava desde la Casa Blanca habría que despertarles de un sueño que los mantiene tontamente esperanzados y, por tanto, inactivos. Krugman terminaba su columna con una afirmación que estremecía: "Estamos en un punto de no retorno". Y no es la crisis económica, o no solo, la que atiza el fuego sino la crecida brutal del resentimiento que el discurso simplón y tramposo de Trump sabe manejar con la astucia de quien carece de escrúpulos para aceptar alguna regla del juego.

Su idea sobre la mujer como objeto de uso y abuso ha estado siempre a la vista

El documental nos devuelve a los años en los que el pájaro comenzó a volar. No fue un hombre hecho a sí mismo, como gusta definirse, porque su padre lo colocó en la casilla de salida con un buen capital bajo el brazo. Como la estética es siempre un reflejo de la ética, Trump decoró su vida de un lujo ordinario y adoptó el desparpajo chulesco de quienes se mueven siempre al borde de la ilegalidad. Como suele ocurrir, hubo un sector de la prensa que le aplaudió las ocurrencias y lo convirtió en celebridad. Habría que estudiar esa fascinación de los medios por el tipo de personaje turbio y grosero, que no tiene pelos en la lengua y, como suelen decir, da juego en las entrevistas, porque engordando su vanidad han contribuido en más de una ocasión a la creación de monstruos que no debieran haber salido jamás de la sección de economía, donde solo cabe que les censuren sus acciones empresariales. Pero a la prensa le divierten los horteras con dinero y suele hacer la vista gorda a su falta de escrúpulos. Trump disfrutó de sus primeros éxitos empresariales en el contexto de una ciudad, Nueva York, deprimida, víctima de un altísimo índice de criminalidad y abandonada a su suerte. Cierta prensa compró el discurso de este potro salvaje, que tenía el descaro de vender casi como un acto de generosidad con el pueblo la construcción de rascacielos y casinos bautizados con su nombre. Fracasó con frecuencia, pero atacó con maneras de matón a esos otros periodistas que denunciaban que las cuentas del nuevo magnate no cuadraban. Y tuvo un digno enemigo en el entonces alcalde de la ciudad, Ed Koch, que le plantó cara y se negó a admitir que se librara de pagar impuestos en una ciudad que se caía a pedazos.

La presidencia de Trump parece sacada de un guión de lucha libre

Su concepción del ser humano queda plasmada en los tres contados mandamientos que ha barajado siempre para definirse. Su ideología, si es que así puede llamarse, cabe en medio folio: a saber, no hay beneficio ni victoria sin humillación del enemigo; quien fracasa es porque lo merece y el dinero lo compra todo, incluso el derecho a agarrar por el coño a las mujeres. Su idea sobre la mujer como objeto de uso y abuso ha estado siempre a la vista. Cuando se separó de Ivana Trump a cuenta de sus sonadas infidelidades confesó a una periodista que no le gustaba acostarse con mujeres que hubieran tenido hijos (aunque fueran suyos). En uno de aquellos desmadrados jolgorios que organizaba en la mansión de Florida, a los que acudían jovencitas que se le arrimaban en las fotos, conoció a la actual primera dama. Una Melania juvenil y sonriente hoy reconvertida en esfinge.

Vida y obra lo definen. La zafiedad lo impregna todo, de lo privado a lo público, y esa la falta de empatía hacia el débil que es exhibida como una virtud. Sociópata es uno de los adjetivos que con más frecuencia emplean aquellos que lo vieron crecer.

Más información
Consulta todos los artículos de Elvira Lindo

Alguien me apuntó el otro día una teoría tan sorprendente como plausible dado lo grotesco del personaje: Trump se inspira desde hace años en la manera de actuar de los jugadores de la lucha libre. De hecho, fascinado por esta deporte/pantomima contrató para sus casinos ese espectáculo y participó en algunos de los torneos simulando que peleaba contra otro empresario. Se granjeó el aplauso del público y le concedieron un lugar de honor en el Salón de la Fama en 2013. En Trump todo lo esperpéntico encuentra su lógica. Descubro, en un artículo de David Von Drehle para The Washington Post, este párrafo que también apunta esa relación: "La presidencia de Trump parece sacada de un guión de la WWE (multinacional de lucha libre). Sus conferencias de prensa con peleas, sus disputas con miembros del Congreso, sus pulgares abajo-pulgares arriba en medio del caos de la Casa Blanca... Todo lleva la impronta de un hombre que aprendió del melodramatismo de la lucha libre".

Al terminar el documental, que la realidad confirma como inacabado, es imposible conciliar el sueño sin antes pensar a qué se llamará democracia a partir de ahora.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_