Una milenaria necrópolis descubierta en Perú aporta novedades sobre ritos
Un equipo de investigadores halla nuevas galerías en el monumento preinca Chavín calificado como patrimonio mundial
El monumento arqueológico Chavín de Huántar, en la sierra norte de Perú, era ya importante como testimonio de la civilización preinca que vivió entre los años 1300 y 500 antes de Cristo, pero en los últimos tres meses de trabajo los arqueólogos han descubierto tres galerías subterráneas y una necrópolis. Estos hallazgos son “un salto en la comprensión de la complejidad del mundo ceremonial de la cultura Chavín”, dijo a El PAÍS John W. Rick, profesor de la Universidad de Stanford que dirige el programa de investigación arqueológica en ese sitio hace 24 años.
Unas 70 personas, entre arqueólogos, estudiantes, trabajadores locales y especialistas, participan en las tareas a más de 3.100 metros sobre el nivel del mar en este recinto reconocido por Unesco en 1985 como patrimonio cultural de la humanidad. “Va a ser la contribución más grande que hemos hecho hasta la fecha, porque a través de las galerías que estamos viendo podemos descifrar la organización. El aporte no se mide en piezas sino en la comprensión de cómo funcionó la cultura”, detalló el arqueólogo desde Chavín, en la región Ancash.
El pionero de las investigaciones de Chavín de Huántar fue el padre de la arqueología peruana, Julio César Tello, quien inició las excavaciones en 1919. “En estos casi 100 años no había sido posible encontrar ningún individuo de la cultura Chavín: ahora ya tenemos un mínimo de tres y un máximo de siete”, informó Rick. Los especialistas tienen que determinar si algunos de los restos humanos corresponden a ocupaciones posteriores del lugar.
El arqueólogo destacó que los trabajadores locales, habitantes del pueblo de Chavín de Huántar, cercano al sitio arqueológico, son muy importantes en el equipo “porque son agricultores y tienen mucha familiaridad con las condiciones del suelo, nos ayudan a interpretar esas capas y estratos de tierra que tenemos que excavar”.
En el último año, los arqueólogos, procedentes de varias universidades nacionales, empezaron a encontrar los túneles o galerías subterráneas en distintas partes del sitio, por ello encargaron dos robots con cámaras que pudieran ingresar en áreas pequeñas o poco estables: esos vehículos han sido bautizados como Chavín rovers.
Según el director del proyecto arqueológico, el área del último hallazgo no excede los 100 metros cuadrados. Para los arqueólogos, la disposición de las galerías, los muros, el pulido de los pisos y la posición en que encontraron los restos humanos muestra que en Chavín había un acceso diferenciado a ciertos ritos: no todos eran espacios públicos para todas las personas.
Por lo general, los hallazgos arqueológicos de entierros en las culturas prehispánicas peruanas consisten en un personaje de mayor jerarquía a quien se puede reconocer por las joyas, ofrendas, prendas o súbditos que lo acompañan. En Chavín es distinto.
“Esta es la primera oportunidad para analizar los huesos en múltiples dimensiones antropológicas. Parte del misterio es que los tres individuos que son claramente de Chavín no estaban acompañados por objetos de ningún tipo. Probablemente llegaron a las galerías como elementos religiosos, quizá sacrificios, o la entrega de cuerpos a la galería. Falta excavar una de las galerías por completo, quizá estos individuos que hemos encontrado sean acompañantes de otro de mayor rango”, explicó el investigador estadounidense.
El lunes último, el arqueólogo abrió uno de los gabinetes de trabajo en Chavín a la prensa y mostró otros hallazgos de estos meses: objetos vistosos como un pututo (concha-trompeta o Strombus galeatus), fragmentos de concha en los cuales los antiguos habitantes de Chavín habían grabado dibujos en bajo relieve, y vasijas muy decoradas. Estos pasarán al Museo Nacional Chavín de Huántar del Ministerio de Cultura.
Rick anunció a EL PAÍS que en 2019 se cumplen 25 años del programa arqueológico que dirige en Chavín y 100 años de los trabajos del arqueólogo Tello y por ello quiere exhibir los hallazgos de las más de dos décadas de trabajo. El programa, autorizado por el Ministerio de Cultura, es financiado por una empresa minera, un patronato cultural y su universidad.
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