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Crítica | El mejor verano de mi vida
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El padre tiene un plan

Una comedia idéntica a las de Paco Martínez Soria del siglo XXI. Mejor filmada y montada, con más empaque formal, pero una comparación inevitable

Leo Harlem, en 'El mejor verano de mi vida'.
Leo Harlem, en 'El mejor verano de mi vida'.
Javier Ocaña

Al grano desde la primera línea: El mejor verano de mi vida es una película de Paco Martínez Soria del siglo XXI. Mejor filmada y montada, con más empaque formal, pero con tantas concomitancias que la comparación es inevitable. Y, ojo, lo dicho no tiene por qué ser un defecto. Puede ser incluso una virtud, allá cada cual. El cine popular fue, es y será. Y la mayoría de las veces resulta intemporal, porque lo que fue popular en su día lo sigue siendo en sus continuos pases televisivos. Pero, seamos honestos, esto es La ciudad no es para mí para las nuevas generaciones familiares.

Humor blanco, protagonistas de todas las edades, niños incluidos, e intérpretes de aquellos que, en el cine clásico español, se llamaban “característicos”. Es decir, nulo riesgo en el reparto, cada actor y actriz en su registro favorito, y todos clavando su frase y su chiste. Empezando por su protagonista, Leo Harlem, monologuista que ha dado el salto al cine con dos papeles en Villaviciosa de al lado y en la presente, y que es muy probable que tenga un registro único: como Martínez Soria y, además, con exactas características. Eso sí, al igual que don Paco, lo clava. Llaneza, sentido común del terruño, sinceridad, espontaneidad, buena dicción, ritmo. Es probable que no pueda salir de ahí, pero nadie se lo pide.

Nueva versión de la película italiana Sole a catinelle (2013), un bombazo de taquilla en el país transalpino que corrobora su carácter popular, El mejor verano de mi vida contiene además un semejante sentido moral que el de aquellos triunfos de Martínez Soria filmados por Pedro Lazaga en los años 60 y 70: conservador por naturaleza. La unión de la familia, un cierto sentido de la solidaridad, la decencia como sello, y el triunfo de lo tradicional (en la comida, las costumbres, las vacaciones…) sobre la impostura y la tontería contemporánea.

La producción recupera también una antigua práctica, hoy más propia de la televisión: la del amplio equipo de guionistas (Daniel Castro, Olatz Arroyo, Marta Suárez y el propio director, Dani de la Orden), donde es posible que cada uno aporte su especialidad (el gag visual, el chiste de diálogo, la estructura, el tono…), a la manera de los clásicos Rafael J. Salvia, Pedro Masó, Vicente Coello y compañía. Y, con todo ello, entre El abuelo tiene un plan y El turismo es un gran invento, De la Orden compone, con notable sentido del montaje musical y elegante puesta en escena, una aspirante a gran éxito del verano para toda la familia.

Para toda familia que quiera ver este tipo de película.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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