“Ser escritor es preguntarse todo el tiempo si uno sirve para algo”
El escritor chileno se somete al carrusel de preguntas de este diario
El escritor chileno Roberto Brodsky (Santiago de Chile, 1957) es autor de media docena de novelas, libros de cuentos y guiones, uno de estos últimos para Machuca (2004), una de las películas más icónicas sobre el golpe de Estado contra Salvador Allende en 1973. Una de sus obras más celebradas, Bosque quemado (2007), también pasa por el levantamiento militar contra el médico socialista, que expulsó al propio escritor y a su familia al exilio en una historia que también se asoma a la huida de los abuelos, judíos ucranianos que escaparon a América de los pogromos en el siglo XIX.
¿Cuál es el último libro que le hizo reír a carcajadas?
Dos clásicos latinoamericanos: Camino recorrido, de Augusto Pinochet. Y El socialismo del siglo XXI, de Hugo Chávez.
¿Qué libros tiene en su mesa de dormir?
A ver: las novelas de Appelffed, que me encantan; los Apuntes de Canetti; el Diario de Gombrowicz, que ahora fue desplazado por el Diario de Raúl Ruiz en dos tomos. Una edición vieja con todos los cuentos de Cheever, y los Cuentos Completos de Di Benedetto. Y un ensayo de Girard, magnífico: La ruta antigua de los hombres perversos. Pero soy inconstante y hago modificaciones por cambio de temporada. El único que se queda siempre son los Apuntes.
¿Qué libro le cambió la vida?
El exilio de mi padre. Las piernas y el bikini de la hermana mayor de un amigo. El novio de mi madre. La salida del sol en el mar Atlántico, en Villa Alegre. Son todos libros rigurosamente inéditos que están en mi memoria y he ido reescribiendo con los años.
¿Qué deportista, personaje literario o cinematográfico se asemeja a usted?
Peter Sellers, y en particular el de La fiesta inolvidable. Una amiga chilena siempre guardaba las copas cuando iba a visitarla. Sabía que corrían peligro, así que conmigo sólo usaba tazas o cacharros viejos.
¿Qué significa ser un escritor?
Preguntarme todo el tiempo si acaso sirvo para algo. Hasta que me siento a escribir y se acaban las dudas.
¿Qué libro regalaría a un niño para introducirlo en la literatura?
Los libros y los niños son un invento editorial. No creo en los libros para niños, en parte porque son los adultos quienes los eligen y los escriben. Igual me fascina mirarlos. Si se trata de introducir a los niños a la literatura yo los llevaría al circo, después al zoológico y por último al rodaje de una película sin efectos especiales. En ese orden. Con eso ya cualquier niño puede sentarse a leer y disfrutar los Poemas y anti-poemas de Parra.
¿De qué está más orgulloso con respecto a su trabajo?
Que no tenga destino, porque soy chileno, soy judío y soy latinoamericano expatriado voluntariamente en Estados Unidos. Pero aún así el trabajo se hace y la literatura se escribe y lee, porque su sello es el carácter, para tomar la definición de Sánchez Ferlosio sobre el Quijote. Mi trabajo es sobre esa ficción de la condición contemporánea en la que vivimos.
¿Qué libro le hubiese gustado haber escrito?
¿El Ulises? No, es demasiado. ¿El Castillo? Tampoco, es interminable. ¿La recherche? Me quedaría extasiado e inmóvil después de A la sombra de las muchachas en flor. Me quedo con Ferdydurke, que es un poco el límite de los tres anteriores. Pura parodia y exceso.
¿Cuál es el mejor consejo que le dio alguno de sus padres?
Sal de aquí. Y no te preocupes, Roberto.
¿Con quién le gustaría quedar atrapado en un ascensor?
Con alguien que sepa de ascensores y pueda echarlo a andar otra vez.
¿Cuál es el mejor regalo que ha recibido?
Los amigos que me quedan y que perseveran y no se rinden a pesar de todos mis fallos.
¿Cuál es su podcast favorito?
Uno de conversaciones de la Universidad de Stanford, Entitled Opinions, de Robert Harrison.
¿A qué edad se dio cuenta de que quería ser escritor?
Comencé a escribir a los 16 años, cuando me fui a vivir a Buenos Aires. Pero me di cuenta de que quería ser escritor a los 21, cuando tomé la decisión de dejar los estudios y volver a Chile. Después me desencanté. Supongo que una cosa va con la otra: el entusiasmo y el desencanto con tu propia decisión. Si no pasas por allí, nunca sabrás lo que es ser un escritor. Todo escritor empieza con Balzac y Les illusions perdus.
¿Cómo fue su primera borrachera?
Vertiginosa, como todas las primera veces en todas las situaciones en que debes perder la virginidad.
¿Qué superpoder le gustaría tener?
Los de Gulliver, que empequeñecía o se agigantaba según sus huéspedes. Es un superpoder bastante pornográfico, y el beneficio depende mucho del uso que le puedas dar.
¿Dónde no querría vivir?
En una pequeña ciudad de Polonia en 1940.
¿De pequeño qué quería ser?
Astronauta, marinero, cualquier oficio que me sacara de la calle sin salida donde era feliz sin saber que lo era.
¿Maradona o Pelé?
Soy de primeras pasiones, y vi a Pelé en el Mundial del 62 en Chile. Era la primera vez que iba a un estadio de fútbol, el Nacional de Santiago, con mi padre. Se quiere lo que no se olvida, como dice Violeta. Y además Maradona fue un pequeño gigante, pero lo muy grande se vuelve tóxico cuando quiere seguir creciendo e insiste en que lo vean.
¿A qué selección quiere ver campeona en el Mundial de Rusia?
Tengo una rara e inexplicable inclinación por la Celeste: si no es la Roja de Chile, es la Celeste. Son combativos, juegan agrupados, se conocen, celebran y lloran juntos, no tienen la messidependencia de Argentina, y la hinchada no los culpa ni los insulta si pierden. Sería un final feliz para la generación de Cavani y el retiro del Maestro.
¿Qué le diría al presidente Sebastián Piñera?
¿Qué le sugiere la frase: ‘Chile, un país atendido por sus propios dueños’?
Babelia
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