El arte que nació en lo más profundo de las cuevas
El Museo Arqueológico de Alicante reúne 250 piezas de una veintena de centros de toda España
Mientras unos chavales expresaban su contento afuera, con gritos y carreras, muros adentro del Museo Arqueológico de Alicante (MARQ) se presentaba su gran exposición anual, que trata de explicar cómo se manifestaban los humanos de la prehistoria. Los objetos que fabricaban para usos cotidianos o rituales religiosos, así como fotografías y vídeos en gran calidad de las representaciones pictóricas en paredes de cuevas forman el grueso de la muestra Rupestre. Los primeros santuarios, inaugurada este jueves. Reúne 250 piezas procedentes de una veintena de museos arqueológicos de toda España, con especial atención al arte rupestre del arco mediterráneo peninsular, el que mereció su inclusión en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco en diciembre de 1998. Se van a cumplir 20 años de un reconocimiento que quiere festejar esta exposición.
“Las pinturas rupestres no son solo una evidencia de arte decorativo, sino todo un reflejo de las preocupaciones que tenían los hombres y las mujeres de hace 20.000 años, o los animales que cazaban”, ha dicho en la presentación Virginia Barciela, comisaria junto a Rafael Pérez y Jorge A. Soler de una exposición que ha llevado nueve meses de preparación. Los ciervos y otras presas dibujados en las cuevas quedan a la interpretación de si se plasmaban en agradecimiento a los dioses por haberlos cazado o eran una invocación para su captura. Barciela subrayó la concentración en la provincia de Alicante de enclaves arqueológicos que albergan huellas prehistóricas, “más de 200”, conocidos en su mayoría como “abrigos”.
Dividida la exposición en tres salas, Pérez hizo hincapié en la que contiene los calcos que reproducen las paredes adornadas de las cuevas, unas imágenes que, unidas a la tenue iluminación y a unos sonidos llenos de misterio, intentan transmitir al visitante “la sensación de que está recorriendo aquellos santuarios, toda vez que no se puede recortar la piedra y traerla hasta la sala”, bromeó. Unas palabras que recordaron a los humanos que, en 1993, se comportaron como sus antepasados más incivilizados al robar, valiéndose de una sierra radial, cinco pinturas de la pared del Abrigo de Benirrama (Alicante) y que hoy siguen sin aparecer.
En la sala primera están los ejemplos del arte del Paleolítico, realizado por humanos que vestían pieles de animales y que representaban, a la luz de antorchas, en la superficie rugosa de lo más profundo de las cuevas. Podían plasmarlos con sus propias manos o con primitivos pinceles. La profesora Barciela asegura que realizaban sus obras “con una intención de trascender”, no las ejecutaban en los lugares donde vivían, sino en santuarios, y se sabe que “había una continuidad”, unos retomaban lo que habían hecho sus antecesores.
En las vitrinas se muestran huesos grabados de hace 14.000 años. Ahí están las “venus”, primitivas figuras talladas de mujeres, procedentes de Las Caldas (Asturias), o animales como una cierva grabada en la piedra o una yegua rojiza pintada hace 24.000 años en la Cova de Parpalló (Gandía).
Las habilidades y técnicas cambian, como muestran los vasos de cerámica del Neolítico, los más antiguos con unos 7.000 años de antigüedad, con una decoración cada vez más rica. Es también el momento de dibujar figuras humanas, ya sean orantes con los brazos al cielo, para simbolizar sus creencias y rituales, o en grupo, cazando animales, algunos agonizando tras ser apresados. Son hombres, algunos con pantalones, otros con taparrabos, pero también se ofrece la reproducción de un amamantamiento con el pequeño en el regazo. A su lado, las piezas en hueso de 5.000 años de antigüedad llamadas “ídolos” y que acompañaban a los moradores de estos paisajes en sus enterramientos.
Este paseo por la prehistoria acaba con un viaje al futuro, “una reflexión sobre la relación entre el arte abstracto actual y el prehistórico”, según los organizadores, con un lienzo de Miquel Barceló, de 1983, Il pittore a Bologna, que muestra una vorágine de pintura con peces, animales, figuras… y con texturas que incluyen desde papeles arrugados a colillas. A su lado, el audiovisual El cuaderno de barro (2011), en el que el artista mallorquín dibuja figuras en una cueva de Mali. Hoy permanecen muchas incógnitas sobre cómo vivían nuestros primeros antepasados, quién sabe si es mejor así, porque, como asegura Einstein en uno de los paneles: “La experiencia más bella que puedo tener es el misterio, es la cuna de la emoción en el arte y en la ciencia”.
Babelia
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