El Europarlamento rechaza la reforma de los derechos de autor
Con un margen de 40 votos en contra, el texto volverá al pleno en septiembre para un debate que se prevé largo y repleto de enmiendas
Dos años de debates furiosos. Desde su nacimiento, la reforma europea del derecho de autor siempre ha estado rodeada por la incertidumbre. Hasta que, hoy, el Parlamento Europeo la ha rechazado con claridad: 318 votos en contra, 278 a favor y 31 abstenciones. Finalmente, los 12 eurodiputados del PP que se han ausentado para participar en las primarias de su partido no han resultado decisivos, aunque la votación se esperaba más ajustada. Con este resultado, por tanto, el texto volverá al pleno en septiembre, para un debate que se prevé largo y repleto de enmiendas. La Eurocámara muestra así que aún quiere reflexionar, tomarse más tiempo sobre un tema que ha encendido ánimos y generado polémicas. Incluso durante la propia votación el presidente tuvo que intervenir para aplacar griteríos demasiado ostentosos.
Así pues, en vez de acelerar, la reforma da un frenazo. Sus ponentes querían que el Parlamento de Estrasburgo —que ha invitado a este periódico— autorizara hoy un paso adelante clave para el texto: empezar a negociar sobre él con el Consejo Europeo para que pronto se transformara en una directiva. Finalmente, no será tan rápido. Mientras, sigue en vigor una directiva aprobada en 2001, cuando YouTube ni existía.
El nuevo texto tropieza, principalmente, debido a dos artículos, los más controvertidos: el 11 y el 13. El primero crea un nuevo derecho conexo para los editores de prensa, de cinco años de duración, que les permite autorizar o prohibir a los agregadores de noticias online (como Google News) que reproduzcan las publicaciones de sus medios, y decidir si quieren cobrar por ello. El segundo afecta a los portales que se basan en almacenar contenidos de usuarios y difundirlos activamente, con fines comerciales (como YouTube): se responsabiliza a estas plataformas por lo que suban sus internautas, se les obliga a obtener licencias de los propietarios legítimos de las obras y a bloquear antes de su publicación cualquier material que viole el copyright. Cierto acuerdo rodeaba, en cambio, los artículos 14, 15 y 16: pretenden garantizar más transparencia, poder de negociación y remuneraciones justas para los creadores en su relación con los intermediarios como productoras, discográficas o editoriales.
Pero el consenso ha sido la excepción durante todo el proceso. Dos bandos diametralmente opuestos han peleado una doble batalla: sobre los puntos concretos y por las ideas. Axel Voss, eurodiputado popular y ponente de la iniciativa, se ha esmerado en defender que el artículo 11 no afecta a los usuarios, que podrán seguir enlazando lo que deseen, ni a la Wikipedia —que ayer cerró su página por protesta contra la reforma—, sino solo a los agregadores de noticias. Julia Reda, del Partido Pirata, principal opositora del proyecto, le ha atacado con lo contrario: “Ya no se podrá siquiera compartir el titular de una noticia”.
Idéntico enfrentamiento en torno al artículo 13: para Voss, castiga solo a los grandes portales, para que estos colaboren más con los dueños de los derechos, y no toca ni a los usuarios, ni a plataformas como Ebay, Tinder o Dropbox. Pero Reda considera que encargar a un algoritmo que filtre de forma previa el contenido pirata acarrea demasiados riesgos: de censura, incluso por razones políticas, de fallos que bloqueen obras válidas, y de parar incluso los memes (breves vídeos de contenido humorístico, que usan miles de usuarios). Aunque Voss desmiente que los memes estén en riesgo.
Pierde el frente de Voss, al que se sumaron miles de creadores y empresas culturales, con cartas y manifiestos a favor
La disputa acabó pronto en choque de valores, uno de los más duros que los eurodiputados recuerden. El voto a favor —el PP y el PSOE, entre otros— se justificaba con la necesidad de salvar a los creadores y reducir las desigualdades de la Red. La oposición —Podemos, IU, Esquerra y Ciudadanos estuvieron entre los noes— abanderaba el temor de que la reforma llene Internet de filtros y censuras, hasta el punto de destruir su espíritu. Varios grupos dejaron libertad de voto a sus diputados ante la magnitud del debate.
En apenas unos segundos, los que tardan los diputados en expresar su voto nominal, quedó un resultado inapelable. Triunfa Reda y, con ella, el peculiar grupo de aliados temporales, unidos en contra de un enemigo común: los gigantes de Internet como Facebook o Google, cientos de catedráticos y expertos que han expresado su rechazo a la reforma y los miles de activistas que han denunciado el peligro de que el proyecto arruine Internet. La Wikipedia ya puede reabrir más serena.
Pierde el frente de Voss, al que se sumaron miles de creadores y empresas culturales, con cartas y manifiestos a favor. Antes de la votación, el diputado lanzó el último grito de batalla: “Se trata de que termine la explotación de los artistas europeos en Internet. Facebook o Google se embolsan ganancias inmensas a costa de nuestros autores. No podemos entender cómo se ha permitido este macrocapitalismo de Internet. Tenemos que espabilar”. Cubierto por aplausos y abucheos, su discurso no cundió. Ya fueran campañas orquestadas por esas mismas compañías, como él denunció, o luchas de usuarios preocupados, lo cierto es que Voss pidió confianza pero no la recibió.
Lo volverá a intentar en septiembre. Ambos bandos prometen que su prioridad será la defensa de los creadores. Aunque, para ello, tendrán que transformar la guerra en consenso. Más que magia, hace falta su propia profesión: la política.
Babelia
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