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La historia del cuento infantil que Delibes olvidó quemar

El relato inédito del escritor se publica en 'La bruja Leopoldina y otras historias reales', acompañado con sus propios dibujos

Primera página del cuento 'La bruja Leopoldina'.
Primera página del cuento 'La bruja Leopoldina'.Miguel Delibes

"Existió una bruja muy dañina, que llevaba por nombre Leopoldina". Así comienza el cuento inédito que Miguel Delibes escribió cuando solo tenía 18 años. "Las rimas son regulares. A mi padre le daría un ataque si se enterase de que lo he publicado", explica entre risas Elisa Delibes, la hija del escritor vallisoletano, encargada de presentar este jueves en la Biblioteca Nacional La bruja Leopoldina y otras historias reales, libro que incluye este cuento, además de Mi vida al aire libre y Tres pájaros de cuenta, los relatos más autobiográficos del autor.

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Cuando el autor de Cinco horas con Mario murió en 2010 a causa del cáncer, su hija Elisa creó la Fundación Miguel Delibes y comenzó a revisar todos los documentos, cuadernos y artículos que su padre guardaba en el despacho de su casa. "Tenía unas carpetas enormes e iba metiendo todo dentro, era ordenado pero a la vez terriblemente desorganizado", cuenta. No esperaba encontrar nada porque su padre era una persona tan perfeccionista y exigente que, todo lo que no le gustaba, lo quemaba. Sin embargo, de pronto se topó con un cuaderno de hule de hojas cuadriculadas con algunos dibujos y bocetos de personas hechos a lápiz, que estaban datados en junio de 1939, justo al final de la Guerra Civil. "Debía ser tan inofensiva para él, que se le olvidó quemarla".

Y del blanco y negro de las primeras ilustraciones, surgieron de repente unas hojas repletas de color. Se trataba de una bruja subida a una escoba que vuela entre las estrellas mientras la luna la observa extrañada. En la esquina inferior izquierda, con una minúscula letra, su padre había comenzado un relato con esta hechicera nocturna como protagonista. "Era como si entre tanta tristeza, resurgiera el color y la alegría tras la guerra", explica Elisa y reconoce que el texto no es muy bueno pero que tiene un valor autobiográfico increíble ya que le acerca a una época entrañable de su padre en la que comenzaba tímidamente en su faceta de escritor.

La bruja Leopoldina

Existió una bruja muy dañina

Que llevaba por nombre Leopoldina.

Todas las noches, a eso de las doce,

sin oírse el más leve roce

—y con grandes pantuflas a la moda—

levantaba su vuelo con la escoba.

Al llegar a una casa muy hermosa

rodeada de rosas:

«¡Adentro, mi escobita! ¡Arrea!

¡Entra por la chimenea!».

De esta manera la bruja decía

y la escobita fiel la obedecía...

... como un perro de presa,

y se colaba, hasta aterrizar encima de una mesa.

Una vez abajo, la bruja se apeaba

y toda la casa deprisa fisgaba

y las cosas que encontraba de algún valor

las iba cargando en su fiel escobón.

cuando ya tenía su buen montoncito

abandonaba la casa por igual camino.

Como quiera que este hecho repetía

a la misma hora durante tres días.

alarmándose la dueña de la casa

y Perico se dijo: «A ver qué pasa»

Entre las casas sobre las que planea la bruja, se observa la palabra MAX. Esta es la primera vez que Delibes utiliza el seudónimo, que posteriormente imprimiría en cada uno de sus dibujos hasta 1958. "Significa que mi madre ya había entrado en la vida de mi padre para ese entonces", explica la también profesora de literatura porque MAX procede de la M, de Miguel, la A de Ángeles y la X de la incógnita del futuro. Dos años después de comenzar este cuaderno, empezó a trabajar para el diario El Norte de Castilla como caricaturista, por lo que son de los primeros dibujos que se conocen del autor de La sombra del ciprés es alargada. "Él siempre dijo que con formación habría sido pintor. Pero que eligió ser novelista porque así podía ser autodidacta", recuerda su hija.

El cuento, que tan solo tiene seis páginas, está copiado en el libro tal y como aparece en el cuaderno del escritor, con los dibujos, su letra y la firma que acompaña a cada dibujo. "Lo gracioso es que él nunca nos contaba cuentos. Los padres de esa época no se dedicaban a sus hijos", bromea Elisa y admite que no cree que haya más escritos inéditos de su padre porque "por pudor, destruía todo".

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