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Intriga en la Universidad de Alcalá: ¿Vendrá Cifuentes? ¡Y vino!

La presidenta de la Comunidad acude a la entrega del Premio Cervantes a Sergio Ramírez y busca su foto del día con Rajoy y los reyes

Cifuentes junto a Rajoy en Alcalá de Henares. En vídeo, el reencuentro de ambos políticos.Foto: atlas | Vídeo: E. NARANJO EFE / ATLAS
Jesús Ruiz Mantilla

Aunque Sergio Ramírez no es un experto en novela negra, la entrega de su Premio Cervantes este lunes en Alcalá de Henares estuvo plagada de suspense. Podríamos decir intrigas, pero suena fuerte. La primera se resolvió al final del acto. ¿Entonaría Íñigo Méndez de Vigo, el ministro de Educación y Cultura, el himno de la universidad con tanta pasión como el de la legión? Ya saben: “¡Soy el noooooovio de la muerteeeeeee…!”. Pues sí. Quizás sin tanto brío, pero lo hizo en un perfecto latín, al lado de su jefe, un Mariano Rajoy, que no parecía tener el cuerpo para tonadillas.

Lo pudieron presenciar todos. La familia del premiado: Tulita Guerrero, su mujer, sus tres hijos y ocho nietos, que tenían difícil celebrar una alegría tan grande con las noticias revueltas que llegaban de Nicaragua. Pero Ramírez apuntó alto en su discurso y se lo dedicó a las víctimas de su país, de entrada. Luego convocó consigo a Cervantes y a Rubén Darío para hablar de su concepción de la literatura: esa crónica constante de los obstáculos que nos salen al paso con el humor y la melancolía como herramientas y el rigor del lenguaje junto a la rebeldía, como fin. “Una conspiración permanente contra las verdades absolutas”, dijo.

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Y relativo parecía todo por el patio de la Universidad de Alcalá en una mañana plagada de interrogantes. Las cualidades para el canto de Méndez de Vigo, muy ufano, además, como Fernando Benzo, secretario de Estado de Cultura, del recién aprobado real decreto para unir al teatro Real con el de la Zarzuela, no pasaron de McGufin a lo Hitchcock. El auténtico meollo de la trama lo protagonizó Cristina Cifuentes. La presidenta de la Comunidad de Madrid entró en el paraninfo con su coleta rubia –la de hacerse la buena, según ella misma confiesa- y el paso firme. Horas antes, radios, diarios y televisiones se preguntaban: ¿Acudirá? Pues ahí estaba ella. ¡En la universidad! “Por fin asiste”, coreaban algunos. “¿Qué hace aquí?”, se preguntaban otros. “Tendrá morro”, exclamaban los más. Su aparición recordaba a aquellas novelas decimonónicas en que con torería, desprecio por el que dirán y esgrimiendo sonrisas como navajas, los personajes de armas tomar no se esconden.

Pero la razón de su asistencia no se debía sólo al acto. A la salida, en mitad del cóctel, marcó a Rajoy sin que el presidente se mostrara muy cálido con ella. Los dos próximos, pero cada uno en su corrillo. Sí intercambió algunas palabras con los reyes antes de que se marcharan y cuando estos dejaron de departir como anfitriones con la familia del premiado. Todos pendientes de sus movimientos, eso sí. Tanto editores, como escritoras –acompañaron a Ramírez muchas mujeres colegas como Nélida Piñón, Gioconda Belli o Rosa Montero-, algunos altos cargos y docentes, no dejaban de comentar el caso.

Otra intriga: ¿Entonaría Íñigo Méndez de Vigo, el ministro de Educación y Cultura, el himno de la universidad con tanta pasión como el de la legión? Ya saben: “¡Soy el noooooovio de la muerteeeeeee…!”.

Méndez de Vigo mantuvo algún otro frente. Aprovechó el discurso para volver a airear su proyecto del Español Global, que quiere incluir bajo el paraguas de la Marca España. Ha sido una iniciativa que ha provocado urticaria en los embajadores latinoamericanos y entre las autoridades expertas del idioma, sobre todo en la Real Academia Española (RAE). Su mención invitaba a pensar que el ministro anda en eso de mantenerla y no enmendarla. Los más críticos con el proyecto, entre ellos el director de la RAE, Darío Villanueva y el impulsor de la política panhispánica, Víctor García de la Concha, estaban presentes. “¿Tanto le cuesta pronunciar la palabra panhispanismo cuando se refiere a la iniciativa?”, preguntamos al ministro. Para limar asperezas y sumar voluntades, vamos. “¿Por qué?”, respondió él. Pues, nada… Lo que siga, para otro capítulo.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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