Cilicio para los ojos
El cine de Semana Santa no tiene por qué ser necesariamente un sufrimiento para el espectador, pero esta película lo es y con saña
PABLO, EL APÓSTOL DE CRISTO
Dirección: Andrew Hyatt.
Intérpretes: Jim Caviezel, James Faulkner, Joanne Whalley, Olivier Martínez.
Género: religioso. Estados Unidos, 2018.
Duración: 106 minutos.
Si en una romanos se abren las compuertas de acceso a la arena del Coliseo para que los cristianos vayan desfilando y, al otro lado, se contempla el terreno de juegos que pronto será lugar de sacrificio, lo más probable es que uno esté ante eso que se llamaba péplum. Si en otra de romanos ocurre lo mismo, pero, al otro lado, lo que aparece es la luz cegadora, celestial de la trascendencia, quizá uno esté ante ese subgénero que fundó Mel Gibson allá por el 2004 con La pasión de Cristo: el cine de Guerra Santa.
La presencia de Jim Caviezel, portavoz del integrismo cristiano, feroz opositor a la investigación con células madre y actor que le exige a sus partenaires ponerse ropa interior al rodar escenas de sexo –que él asocia con el pecado- sirve de nexo de unión entre el fundacional trabajo de Gibson y este Pablo, el apóstol de Cristo que reduce el sensual vocabulario de los viejos péplums de toga y cartón piedra a dos registros igualmente mortificantes: el viaje inmersivo a una mazmorra romana y el flash-back enfático al servicio de la crueldad pretérita de un Pablo precaída de Damasco. El cine de Semana Santa no tiene por qué ser necesariamente un cilicio para los ojos, pero esta película lo es y con saña. El único alivio que proporciona es el de descubrir que Olivier Martínez se está convirtiendo, contra todo pronóstico, en el actor más adecuado para protagonizar un biopic de José Mourinho.
Babelia
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