Contramemoria, la otra historia de la Contra nicaragüense
La investigadora Irene Agudelo rescata en un libro el pasado campesino y no mercenario de quienes lucharon contra el Frente Sandinista en los años 80
La mujer, Mater Dolorosa. El hombre, Rambo. Dos apelativos que reflejan la Nicaragua dividida por la guerra durante la década de los 80 del siglo XX para idealizar a la madre como víctima y al aguerrido varón, siempre dispuesto a luchar por la patria.
Corría el año 1986. La guerra contra el gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional estaba en su punto álgido. Roger Lancaster, un autor estadounidense habló con un joven del entonces Ejército Popular Sandinista. “Si los Estados Unidos invaden Nicaragua,'vamos a palmar (matar) a los marines como hace Rambo”, le dijo el soldado al extranjero.
La anécdota “ofrece un interesante ejemplo sobre la dimensión corporal de la masculinidad guerrera dominante en la Nicaragua de los años 80”, escribe la investigadora Irene Agudelo (Managua, 1971) en su polémico libro recién publicado Contramemoria discurso e imágenes sobre/desde la Contra 1979-1989 (IHNCA-UCA).
En su investigación, Agudelo, exmilitante de la Juventud Sandinista, hoy sin afiliación política, busca rescatar la memoria de la Contra, el grupo de nicaragüenses financiados por la CIA que luchaba contra los comandantes guerrilleros que gobernaban el país. Su motivación para escribir el libro fue entender por qué muchos eran campesinos cuando la revolución se había hecho teóricamente en su defensa.
La intención de la autora era “devolverles” a la tropa de la Contra su “condición de nicaragüenses” que perdieron cuando el discurso oficial los calificó de “mercenarios”, “invasores”, “ex guardias somocistas”, “genocidas”, etcétera.
Agudelo no niega que “en cierto momento de la historia” los contras fueran ex guardias somocistas. Pero para mediados de los 80, combatientes de un lado y otro del conflicto se percataron de que peleaban entre nicaragüenses, no contra marines.
El germen del libro nació cuando su autora notó el “repliegue” o “desencanto” de los nicaragüenses de su generación, otrora apasionados sandinistas y ahora dedicados a “actividades privadas”, cuando descubrieron quiénes eran realmente los contra, esos supuestos “enemigos”. El discurso oficial sandinista “aún no ha reconocido que la Contra era el campesino mismo”, escribe Agudelo.
En el momento de su desmovilización y reinserción a la vida civil, el 72% de los Contra eran campesinos, según la Comisión Internacional de Apoyo y Verificación de la OEA de 1998. La misma fuente revela que el 60% tenía menos de 25 años de edad.
Han pasado casi tres décadas y Nicaragua no se ha curado de las heridas de la guerra. El país sigue profundamente polarizado. A raíz de la publicación del libro de Agudelo, un artículo de un diario local lleva como título La Contra no era solo un ejército de malos y los comentarios de los lectores en redes sociales hablan de “mercenarios” de ambos lados del conflicto, con insultos mutuos.
Agudelo escarba también en la participación, en algunos casos “brillante”, de la mujer nicaragüense en la tropa Contra, no en su faceta romántica sino como combatiente y en redes de inteligencia. Los datos varían, pero algunos historiadores aseguran que en 1990 había más de un 30% de mujeres.
“Para mí fue una sorpresa. La guerra había sido relatada en masculino. El convencimiento de que para estar a la par de estos hombres ellas tenían que superarlos en muchas cosas me generó mayor curiosidad de conocer esas vidas y sus motivaciones”, afirma Agudelo.
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