Las mujeres fantásticas se abren paso en el cine chileno
Pese al mayor protagonismo adquirido con títulos como 'Una mujer fantástica', la industria del país sudamericano es pequeña y con espacios todavía acotados para las creadoras
Las trabajadoras del cine chileno buscan abrirse espacios en una industria que mientras sigue dejando los mejores puestos de producción a los varones, destaca internacionalmente con mujeres fuertes en sus roles protagónicos. No fue por nada que, cuando Una mujer fantástica obtuvo un oso de plata en la Berlinale del año pasado, su director hizo subir —de manera excepcional— a su protagonista al escenario. Se trataba de Daniela Vega, la actriz trans que estos días se ha convertido en uno de los rostros más reconocibles del país sudamericano y el domingo participará como presentadora de la edición 90ª de los Oscar.
Con la película de Sebastián Lelio favorita a ganar el Oscar como mejor película de habla extranjera, la industria cinematográfica chilena goza de buena salud. En 2013 No, de Pablo Larraín, postuló a esa misma categoría y en 2016 el corto animado Historia de un oso, de Gabriel Osorio, logró quedarse con la primera estatuilla a una producción de ese país.
Los números son expresivos en cuanto a la brecha de género en el cine chileno. Entre 2011 y 2015 las producción local estrenó 243 largometrajes de los cuales 15 estuvieron dirigidos por mujeres. En 2017, fueron 47 los filmes presentados, siete tuvieron a una directora y otros tres fueron codirigidos. Estas realidades son expuestas año a año en el Festival de Cine de Mujeres (Femcine) de Santiago y a pocas semanas de inaugurar la nueva versión el próximo 20 de marzo, su directora Antonella Estévez plantea que el cine femenino global vive una época interesante debido a que con casos como el de los abusos de Harvey Weinstein se entró en una “etapa de desnormalización de ciertos hábitos sociales y cuestionamiento de otros”.
“Se está desmitificando la idea de que las mujeres pueden o no pueden hacer ciertas cosas”, continúa la periodista, pero aclara que “no existe un cine de género de mujeres, como existe el cine negro o de ciencia ficción (...) lo que uno puede distinguir es cómo esta experiencia (ser mujer) ilumina desde otro lugar”. Con la intención de aportar a esa mirada, y en la “construcción de personajes femeninos fuertes”, Mariana Tejos, que acaba de cumplir un cuarto de siglo, decidió dedicarse a la producción de contenido audiovisual. En pocos años de carrera ha trabajado en varias películas y en la producción ejecutiva de Locas perdidas (con guion de Ignacio Juricic), obra que fue seleccionada en más de 30 festivales alrededor del mundo y fue elegida como el segundo mejor cortometraje de ficción en el Festival de Cannes. Tejos nunca ha tenido mayores problemas en su quehacer, pero ha sabido de “mujeres, amigas, trabajadoras que han tenido que lidiar con la construcción de que una mujer no puede cargar luces, fierros o cámaras... El embarazo también es un desafío, se sabe de muchas mujeres que han sido rechazadas únicamente por estar embarazadas”.
Una forma de enfrentar esos problemas, reflexiona, es formar redes de trabajo con más mujeres, “dando oportunidades que quizás no se les han dado e incluirlas en tareas que quizás se les han negado. Ser compañeras y ayudarnos mutuamente en vez de competir. Es maravilloso sentir como entre unas y otras nos aportamos desde distintas perspectivas”. Ella es socia de la Asociación Gremial de Productores Independientes, formado en su mayoría por mujeres y además participa en grupos de Facebook como Nosotras audiovisuales, que reúne a más de 2.000 mujeres del medio: “Soy testigo de que existe una generosidad enorme al menos en ese entorno”, afirma.
Mujeres contadas por hombres
Aunque detrás de las cámaras el cine chileno sigue teniendo un espacio limitado para las mujeres, no es extraño verlas en los roles protagonistas de las películas más renombradas: así aparecieron Catalina Saavedra en La nana (Sebastián Silva, 2009), Francisca Gavilán como Violeta Parra en Violeta se fue a los cielos (Andrés Wood, 2011) o Paulina García (2013) en Gloria, de Sebastián Lelio.
A este último —que podría ganar un oscar el domingo—, Estévez lo define como “un varón muy sensible a la diversidad de las mujeres”, aunque precisa que mantener espacios como Femcine es importante para “mostrar lo que las mujeres crean respecto a las mujeres y no solamente lo que los hombres han dicho”. En una cuerda similar, Tejos pone de ejemplo a Ignacio Juricic y apunta que “un hombre puede tener sensibilidad y tacto para contar una historia desde la mirada de una mujer, solo basta ser respetuoso”.
De lo que se habla en Chile, sin embargo, es de Una mujer fantástica, que tuvo que ser reestrenada en los cines tras un discreto debut en septiembre del año pasado, por sus posibilidades de ganar un Oscar y de su rutilante estrella Daniela Vega, que a juicio de Antonella Estévez es un símbolo para la industria y las mujeres: “Es una celebridad tremendamente potente, es la presencia de la primera mujer trans en los Premios, la primera persona chilena, es tremendamente poderosa: un golpe potente a aquellos que están con la mirada muy limitada”.
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