Diez años del Oscar a Javier Bardem
Se cumple una década de la primera estatuilla de Hollywood a un actor español, y su ganador recuerda esa hazaña: "Miré a mi madre y pensé aquello tenía sentido por ella"
"Recuerdo que, cuando sucedió el milagro, porque no deja de ser un milagro, sobre todo lo que intentaba era respirar". Javier Bardem (Las Palmas, 1969) rememora para EL PAÍS la noche en la que hace justo una década se convirtió en el primer actor español en ganar el Oscar. "Sabes que casi seguro es la única vez que vas a vivir ese momento... y por eso estaba atento a disfrutarlo", cuenta diez años después. "Miré a mi madre y pensé que ese momento tenía sentido por ella. Por mi madre, por mis abuelos... Me concentré en esa cara, que entendiese que estaba allí por ella".
Bardem acababa de entrar en el Olimpo del cine con su galardón como mejor actor secundario gracias a su interpretación de Anton Chigurn, el despiadado asesino de No es país para viejos, de los hermanos Coen. Él ya sabía lo que era competir por la estatuilla de Hollywood (había sido finalista a mejor actor con Antes que anochezca en 2011 y volvería a repetir en 2011 con Biutiful). Pero en esa edición partía como claro favorito tras ganar también el Globo de Oro y el Bafta. En el escenario del teatro Kodak dijo: "Mamá, esto va por ti, por los abuelos Rafael y Matilde. Va por los cómicos de España que llevaron la dignidad y el orgullo a nuestro oficio. Esto es para España". Después, la fiesta: "Me fui con 17 amigos y familia que me acompañaron en aquel momento, y sí, fue una gran celebración".
Hace diez años, en España se atacaba a los actores por sus manifestaciones políticas, y se les intentaba menospreciar con palabras como titiriteros o cómicos. "Es verdad que la palabra cómico no la elegí a la ligera para el discurso. La usé como reivindicación del oficio. Y para mí, cuando se habla del cómico nunca pienso en que sea un posible insulto, sino que me quedo con la parte de vindicación del cómico de la legua, de ese hombre o mujer que trabajan en un oficio que conlleva mucho sacrificio e inseguridad. Mi generación ha heredado de ellos el respeto por este oficio, que es tan digno como otro cualquiera. Por él dejas a veces de lado tu propio tiempo, tu familia, incluso tu seguridad económica. Hoy hay muchísimo paro, y para muchos es casi heroísmo. Yo soy un afortunado, porque el 90% de mis compañeros están en el paro".
Desde entonces hasta hoy, Bardem asegura que, efectivamente, le llegan guiones de proyectos de grandes autores mundiales como Terrence Malick, Asghar Farhadi o Ridley Scott. "Sin embargo, lo que no ha cambiado es desde dónde elige uno", apunta. "Tiene que golpearte, tiene que producirte interés. Incluso si escoges un proyecto principalmente por razones económicas, como Piratas del Caribe, -que la elijo para poder estar cuatro años en películas como la de Farhadi o la Fernando León sobre Pablo Escobar, en la que incluso entro en la producción-, debe añadir algo más, algo divertido. Yo nunca he hecho nada que no considerase interesante. Otra cosa es que posteriormente salga mejor o peor... Vivo la suerte de poder elegir, pero cada elección es un examen. Hay que esquivar la complacencia, que está ahí soterrada, inconsciente. No, hay que apostar por el riesgo, y el riesgo implica a veces, caída, fallo. Pues si ocurre, a levantarse. Y a volver al proceso, a la creación artística en el camino. Eso intento no olvidarlo nunca cuando elijo un guion".
Tras el oscar a Bardem, solo otro intérprete español lo ha obtenido: fue Penélope Cruz justo al año siguiente, con Vicky Cristina Barcelona, y de forma similar: a la segunda de sus tres candidaturas. ¿Dónde tiene el actor su estatuilla? "Está en una estantería, en un lugar de la casa sin mayor relevancia, y bueno... lo ves de manera tangencial. En casa tenemos muy presente la no presencia de nuestro trabajo [Bardem y Cruz son pareja]. Que no haya nada que no recuerde lo que hacemos. No por no estar orgullosos, sino porque creo que es un trabajo como otro cualquiera. Y sospecho que un fontanero no cuelga el mono en la entrada de su casa. Lo hacemos porque pensamos que no es necesario para nuestros hijos".
Babelia
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