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Crítica | The Jungle Bunch: La panda de la selva
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Intragable producto para niños

Su incomprensible estructura narrativa completa una película cerca de lo infame

Javier Ocaña

Pese a la extendida teoría entre ciertos padres de que a los críos les pones dibujos en una pantalla de cualquier tamaño y se quedan embobados para un buen rato, los niños no se lo tragan todo. Como decían Les Luthiers: "Los niños, aun los más pequeñitos, también son seres pensantes, casi podríamos decir que son seres humanos".

Un criterio que podría confirmarse con la visión de la película francesa The Jungle Bunch: La panda de la selva, extensión hasta más allá de la hora y media de duración de la serie del mismo título, emitida en España por Clan TVE y de apenas diez minutos por capítulo, uno de las más toscos productos de animación, en lo técnico y en lo narrativo, que hayan pasado por los cines españoles en los últimos años.

Con una esencia asentada en el mensaje de tolerancia y la defensa de la diferencia, pues su protagonista es un pingüino tigre —de formas y movimientos de ave marina, pero con colores y dibujo de felino—, La panda de la selva no va más allá. Técnicamente cerca de lo deplorable, con un montaje y una puesta en escena, o su simulacro digital, que parece conformada a partir de cualquier programa informático de saldo con apenas un par de posibilidades —zoom hacia adelante, zoom hacia atrás—, un diseño de personajes horrendo —la tigresa madre parece un peluche de un bazar chino—, y unos rudimentarios movimientos en la animación, la película podría tener, al menos, algo de imaginación en su narrativa, o en sus diálogos, pero tampoco es el caso.

Su incomprensible estructura narrativa, donde no hay planteamiento aristotélico de la historia, y ni siquiera una refrescante anarquía que la haga destacar, completa un producto cerca de lo infame que solo puede llamar la atención con el póster en la entrada de una multisala. Pero en cuanto los dibujos se pongan en movimiento y sus personajes comiencen a hablar, los niños, seres pensantes, estarán muy lejos de tragarse lo que les están contando y mostrando.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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