Viaje al flamenco desde las entrañas
La periodista Silvia Cruz propone en 'Crónica jonda' una 'road movie' musical
Se repite una palabra poco común a lo largo de Crónica jonda, de la periodista Silvia Cruz: cuajo. Nominalizado o verbalizado, el cuajo, es decir, lo que se produce en el estómago y que acaba por devenir alimento no se elige como algo casual, porque casual no hay nada en esa escritura.
Crónica jonda, bautizada por su editorial como una “road movie flamenca”, es en realidad el periplo de una trabajadora de la prensa en sus viajes para cubrir festivales de música y también asistir al final de las vidas de los más cercanos.
Por sus páginas desfilan, así, Bobote, Félix Grande y Barullo, pero también otros nombres y otros temas. “El flamenco no es una excusa, sino un hilo y un abrigo para desprenderlo de los tópicos que parecen rodearlo. Uso el flamenco para quitarle connotaciones y lugares comunes, y para explicar lo que pasa y lo que me pasa”, dice.
Y van los tópicos: una música teñida de franquismo, de machismo y de cerrazón, algo que rebate Cruz Lapeña a través de lo que ve, y sobre todo, del oficio periodístico. “Hay machismo y franquismo, el mismo que en otros entornos, el mismo que hay en España”, analiza.
Por las páginas también desfila una necesidad constante de apelar a lo material como manera de tratar cómo se gesta el flamenco. “Si el flamenco no es la banda sonora de España, se le parece mucho”, explica. Así, se habla de las condiciones materiales en las que ejercen los artistas, de las trampas y el cartón “huyendo del duende para ir a la carne y el hueso”, como dice la autora, pero también de las condiciones para realizar el trabajo de los periodistas.
“El periodista no tiene que ser noticia hasta que se muere de hambre, claro que puede ser noticia, si tratamos un material que es sensible y cómo trabajamos repercute directamente sobre nuestro trabajo", define Cruz. Por eso en Crónica jonda desfila también la precariedad del oficio en primerísima persona en una obra gestada a partir de 2013, en el epicentro de lo que se entendió como crisis económica y que no ha remitido.
No en vano la autora habla de pobreza, también para describir de dónde sale el flamenco, pero sobre todo de trabajo duro y sacrificio. Desde el prólogo, Paco de Lucía asoma tocando la guitarra desde los siete años, y se describen las minas de las que provienen muchos trabajadores como espacios que huelen ya no a hierro sino "a sangre".
Autogestión, supervivencia
A quien no le queda más remedio, periodista y flamencos —Amir, Rosario la Tremendita, o Dorantes— debe autogestionarse para sobrevivir. "Nos estamos autogestionando en cuestiones como la musica, arte y escritura, que no son un lujo, sino una necesidad y deberían hacerse en condiciones óptimas. Con la miseria moral y económica a todos se nos quitan las ganas de escribir o de hacer una canción".
Crónica jonda es también un libro sobre la identidad, entendida esta como intimidad. Cruz viaja de un lado para otro, buscando y buscándose a partir de localidades —Barcelona, Baena, Ámsterdam, Jerez...— que conforman la vida de quien relata. De entre ellas, destaca Barcelona, ciudad natal de la autora, un espacio teñido de flamenco de ida y vuelta, a la que Cruz interroga a veces, rechaza otras, y no siempre con contestación. “Es la ciudad más muda, a la que han querido colgar más identidades y cosmopolitismos sin conseguirlo”, dice.
En definitiva, Crónica jonda se establece como un libro sobre música y sobre vida, y sobre todo, sobre lo que arraiga. Sobre lo que cuaja.
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