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Un oficio oculto entre paisajes

La conservadora de jardines históricos Carmen Añón, último Premio Nacional de Restauración, abrió camino en una profesión consolidada en Europa y que en España aún no tiene el suficiente reconocimiento

Vista aérea del Parque del Retiro, con la Rosaleda en primer término y el lago al fondo.
Vista aérea del Parque del Retiro, con la Rosaleda en primer término y el lago al fondo.Álvaro García
Rut de las Heras Bretín
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Hacia un jardín del siglo XXI. Por ANATXU ZABALBEASCOA

A la paisajista Carmen Añón Feliú le concedieron el Premio Nacional de Restauración y Conservación de Bienes Culturales 2017 por prestidigitadora, por quitar 1.700 árboles del madrileño Parque del Retiro sin que se notara; eso sí, los sustituyó por 6.000. Por adecuar y salvaguardar el lugar de juego de los niños, de aventuras de los jóvenes, de paseo de los mayores (pueden y deben intercambiarse las actividades). Por añadir estos momentos a la memoria colectiva y a la individual de cada uno. Y el más difícil todavía: por llevar desde los años setenta dedicada a los paisajes culturales y a los jardines históricos (composiciones arquitectónicas y vegetales considerados monumentos por su interés histórico y artístico). Más de cuatro décadas trabajando en una profesión que no existía en España, de la que ella es pionera y que va creciendo poco a poco.

Carmen Añón, en noviembre, en su despacho en su domicilio madrileño.
Carmen Añón, en noviembre, en su despacho en su domicilio madrileño.Álvaro García

Añón (Barcelona, 1931) se considera en muchos aspectos autodidacta, aunque no olvida los años que pasó en la Escuela de Paisajismo y Jardinería de Castillo de Batres. Este centro, con más de 40 años de historia, es el germen del hoy del Grado de Paisajismo en la Universidad Camilo José Cela de Madrid que junto con el de la Rey Juan Carlos, también en la capital, son, por ahora, las únicas dos carreras sobre esta materia en España -además de algunos másteres y títulos de posgrado-, según informa la Asociación Española de Paisajistas, que tiene unos 300 socios. Reconoce que “es complicado saber cuántos paisajistas hay por la tranversalidad de la profesión”. Y, sobre todo, porque no está regulada. Esta agrupación y muchos que se dedican a la creación, modificación, rehabilitación o conservación tanto de paisajes como de jardines requieren que se establezcan las competencias profesionales, igual que ocurre en otros países. Pero también hay alguna voz discordante como la de Miguel Ángel Aníbarro, profesor de la asignatura Paisaje y jardín, de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (Universidad Politécnica): “Soy contrario a las atribuciones cerradas. Crean problemas entre el arquitecto y el paisajista. En Portugal, por ejemplo, un arquitecto no puede ni pensar en plantar un árbol al lado de un edificio, eso lo hace el paisajista”.

A sus 86 años, Añón sigue en activo. La impronta de su larga carrera ha quedado en multitud de lugares: la Alameda de Osuna (Madrid), el monasterio de Guadalupe (Cáceres), Aranjuez —fue asesora de la rehabilitación de los jardines de Patrimonio Nacional entre 1980 y 1998—. El paisaje cultural de esta localidad madrileña fue el primero español de esta categoría que entró en la lista de Patrimonio Mundial debido a la importancia del conjunto de la ciudad, el palacio, los jardines, el río Tajo, el trazado de las huertas —propio de la época de Felipe II—. También ha trabajado en el extranjero: en el Jardín Ducal de Parma (Italia), en la recuperación paisajística de Sintra (Portugal)... y solo son unos pocos entre cientos de ejemplos. Lugares que llenan de recuerdos a quien los vive y los experimenta. No son para mirar, son para introducirse en ellos.

La política entra en juego

Como prueba de la rentabilidad de los paisajes culturales, Carmen Añón apela a su experiencia en el Icomos (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios Históricos) y pone el ejemplo de cuando le tocó evaluar las bodegas y viñedos de Saint-Emilion (Francia), las primeras que entraron a formar parte de la lista de patrimonio mundial de la Unesco. A partir de la creación de una industria y unas infraestructuras se ha conformado un negocio en torno al vino que "va mucho más allá de la simple botella que llegaba a la mesa hace 20 años". "Se ha creado una cultura en torno a esta bebida y la cultura bien interpretada es una fuente de riqueza tremenda", afirma Añón. Lo mismo ocurre con otros paisajes culturales, como el Camino de Santiago que tras incluirlo en la lista de patrimonio mundial ha crecido casi un 35%. Añón explica la dificultad de que un lugar español pase a engrosar el listado ya que hay mucha política en la selección y se da prioridad a los países que tienen menos sitios patrimonio (España es la tercera detrás de Italia y China) y a tipologías poco representadas.

Ella los ha vivido y peleado. Cuando comenzó a coordinar el plan de rehabilitación del Retiro, en los ochenta, hizo de este parque, que es su debilidad, su hogar: más de una década trabajando en una de las casetas de los jardines de Cecilio Rodríguez, sin agua, sin calefacción. “No podíamos estar lejos, si había alguna duda íbamos y lo veíamos directamente”. Cuenta orgullosa cómo cada paso dado está documentado, parece que en estas décadas no ha variado pero si se ven las fotografías del antes y el después se nota el cambio.

El arquitecto y catedrático José Fariña, miembro del Grupo de Investigación en Arquitectura, Urbanismo y Sostenibilidad, llama la atención sobre uno de los puntos desconocidos de la labor de los paisajistas: “Cuando se habla de paisaje, se piensa en algo bello, que tenga que ver con la naturaleza, no con lo construido”. Sin embargo, la intervención de la mano humana es fundamental en un paisaje cultural y estos no siempre tienen que ver con la belleza de la naturaleza como la zona minera de Teruel. Fariña añade otro ejemplos que alejan el trabajo de estos profesionales de las imágenes bucólicas: el tratamiento paisajístico de los taludes de las carreteras, o de las rotondas.

Profesores y jardineros son, para Añón, dos piezas fundamentales para que se tome conciencia y se erradique el desconocimiento que hay de lo relativo a los parques, sean o no urbanos, y a los que a ellos se dedican. De los maestros cuenta como anécdota el reproche que se llevó alguno, cuando de camino a su caseta-oficina en el Retiro se los cruzaba acompañado de sus alumnos y provistos de un balón. “Con la cantidad de disciplinas que se podían ilustrar e experimentar allí: historia, botánica... en vez de que los pequeños estuvieran solo dándole patadas a la pelota”. “Hoy es difícil encontrar a un universitario que distinga cinco tipos de árboles diferentes”, se lamenta. Cree que hay que “formar a los formadores” para que cale desde la escuela. Aníbarro, por su parte, señala la diferencia que hay en España con Reino Unido, donde asegura que en todas las librerías hay un espacio amplio dedicado a publicaciones sobre paisajes, jardines...

Sobre los jardineros, Añón dice que “han de tener orgullo de su profesión”. Son los que mejor los conocen los lugares que cuidan, “los que están allí día tras día”. Pero no los únicos hay toda una serie de expertos que giran en torno al paisajismo: geógrafos, arquitectos, ingenieros de montes, agrónomos, de caminos —“Que son los que más han transformado el paisaje en los últimos 150 años, antes fueron los agricultores”, según Aníbarro—.

Proyecto de Carmen Añón para los jardines del Palacio del Marqués de Casa Riera (Madrid).
Proyecto de Carmen Añón para los jardines del Palacio del Marqués de Casa Riera (Madrid).

La transversalidad de esta profesión es una constante. Fariña explica los distintos puntos de vista que puede dar un ecógrafo o un geógrafo de un paisaje, si es más o menos ecológico, Los arquitectos o ingenieros pueden hablar de paisajes caros o baratos. Aníbarro defiende la capacidad espacial de los arquitectos. Son lugares pensados para ser recorridos de determinada manera, incluso la posición de un banco tiene el poder de dirigir la mirada de quien se siente en él.

Añón añade la rentabilida de estos espacios: “Habrá quien piense que son solo flores y pájaros. ¡Pero rentables!”. Asegura que las zonas verdes urbanas son las mejores inversiones que puede hacer un Ayuntamiento. “Un parque en Madrid tiene una frecuentación superior al Santiago Bernabéu: está abierto todos los días del año a niños, ancianos, turistas, deportistas, grupos de amigos...”. Advierte de que no se puede ir de pícnic: “Claro que me gustaría que la gente se pudiera tumbar en el césped, pero no lo resiste. Por nuestro clima no nos lo podemos permitir”. Le gustaría que se dedicara más recursos a los jardines. Recuerda cómo “peleaba” por los presupuestos para ellos cuando era concejal del Ayuntamiento de Madrid en tiempos de la alcaldía de Enrique Tierno Galván. “Espero que sigan luchando por ello”, reflexiona. También vigilaría la normativa que los rige: “Son el reflejo de la cultura de un pueblo y ahora mismo los parques españoles gritan”.

Cien paisajes

A partir del Plan Nacional de Paisaje Cultural ha surgido una iniciativa llevada a cabo por el Grupo de Investigación Paisaje Cultural de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid que consiste en una web en la que se pueden consultar y visitar virtualmente 100 de estos lugares.

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