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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Potter, Rogers y Harland, un diamante sin pulir

El trío del saxofonista ofrece en Madrid un concierto irregular sin dejar de mostrar su enorme potencial

El trío de jazz de Chris Potter, Reuben Rogers y Eric Harland, este domingo en el festival JazzMadrid.
El trío de jazz de Chris Potter, Reuben Rogers y Eric Harland, este domingo en el festival JazzMadrid.Santi Burgos
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Hubo un tiempo en que Chris Potter formó y lideró uno de los grupos de jazz eléctrico más estimulantes del siglo XXI, Underground, un proyecto que ha estado en activo con regularidad desde 2006. Hoy, el mismo Chris Potter ha caído en una de las trampas más peligrosas que tiene actualmente la música en directo: se ha comprado un looper. Y un sampler y, bueno, algunos artefactos eléctricos que, bien utilizados, pueden enriquecer mucho el tejido acústico de un grupo o aportar elementos esenciales para plantear una propuesta estética.

Sin embargo, en el concierto de Potter en el festival JazzMadrid no ha ocurrido ni lo uno ni lo otro: los escarceos del saxofonista con teclado, samplers o frases que grababa y reproducía en bucle fueron prácticamente lo único cuestionable de un concierto que podría haber sido excepcional, pero que se quedó en un montón de pasajes remarcables interrumpidos ocasionalmente por elementos intrusivos que rompían la fabulosa dinámica del grupo en algunos momentos. No por una cuestión de purismo, o porque no fuese un concepto atractivo, sino porque, simplemente, no funcionaban. El saxofonista perdía la concentración ligeramente cuando se acercaba a estos elementos y el grupo dejaba de fluir, invadido por estridencias que ni sonaban bien, ni tenían sentido aparente en el conjunto de la música, como si uno estuviese disfrutando de una cena excelente en un restaurante de primera y el camarero se acercase cada cuarto de hora para entonar a gritos La Macarena, o algo así. Un sinsentido, vaya.

Más allá de esto, que en conjunto no llegó a malograr los numerosos momentos de música interesante facturada por el trío en Madrid, el concierto fue un desenfadado alarde de virtuosismo independiente y colectivo. Porque, aunque Potter era el líder de facto, el papel del bajista Reuben Rogers y el baterista Eric Harland fue tan relevante como el del saxofonista: todos ellos deslumbraron en sus solos y mediante una capacidad de interacción de la que pocos músicos en el mundo pueden presumir.

Desde el inicio del concierto, sobre una meteórica versión de Synchronicity I, de The Police, Potter se subió a su imparable torrente improvisador y recordó por qué, con solo 46 años, es un referente imprescindible para entender el devenir del saxo tenor de tradición jazzística. Su estilo lírico e imaginativo aúna toda la historia del instrumento, desde Coleman Hawkins y Lester Young a Wayne Shorter o Sonny Rollins, con la técnica de Michael Brecker, la intensidad de John Coltrane y la inagotable capacidad improvisadora de Dexter Gordon.

En la misma línea que Potter, Harland es también un narrador instrumental; un percusionista impredecible y explosivo cuya capacidad para escuchar a sus compañeros y responder a lo que tocan es equiparable al incontenible torrente de ideas que genera con la batería. Junto al sólido Rogers, compañero de aventuras del baterista en el cuarteto de Charles Lloyd desde hace una década, Harland es el mejor compañero que un instrumentista tan creativo como Potter puede desear.

Los tres músicos dieron lo mejor de sí en varias ocasiones, como en el original inédito Village Eyes, con Potter ofreciendo un apabullante solo al saxo soprano y Harland, por su parte, construyendo su mejor solo de la velada. Rogers hizo lo propio en Sirens y en el bis que empezó en clave de calipso con My Little Suede Shoes, de Charlie Parker, y acabó en otra de las interacciones progresivas del grupo.

Por mucho que no sepa utilizar adecuadamente los cachivaches electrónicos con los que se subió al escenario del Fernán Gómez, Chris Potter sigue siendo uno de los mejores saxofonistas de jazz del planeta, y este flamante trío, junto a Rogers y Harland, merece superar su caótico espíritu embrionario para convertirse en algo más que una jam session entre amigos.

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