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Harvey Weinstein contrató una “armada de espías” para encubrir sus abusos

Una investigación de ‘The New Yorker’ desvela la red de detectives y exagentes del Mossad que el productor empleó para silenciar o amenazar a sus víctimas y a la prensa

Harvey Weinstein, en Berlín, en febrero de 2015.
Harvey Weinstein, en Berlín, en febrero de 2015. Michael Sohn (AP)

Es una historia digna de una película, aunque, esta vez, Harvey Weinstein no podrá producirla. Porque la carrera del todopoderoso magnate de Hollywood ya ha quedado sepultada bajo las decenas de acusaciones de mujeres que aseguran que las acosó y abusó sexualmente de ellas. Y porque, en esta trama, Weinstein es el principal villano. "La armada de los espías" es la fórmula que ha empleado la revista The New Yorker para titular una nueva, demoledora, información sobre el productor: a lo largo de 10 meses de trabajo, el periodista Ronan Farrow ha reconstruido la red de detectives, abogados y reporteros free-lance que Weinstein contrató para investigar, amenazar, desacreditar o silenciar a sus acusadores y evitar que las denuncias se hicieran públicas. Sallie Hofmeister, portavoz del productor, ha respondido tachando de "ficción" al artículo y acusándolo de promover "teorías de la conspiración".

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"Esta maquinaria servía para mantenerlo todo tranquilo", aseguró Farrow en el programa televisivo The Late Show With Stephen Colbert, en el que adelantó la publicación de su reportaje. En las 5.300 palabras de su texto, el periodista relata que Weinstein fichó en la primavera de 2016 a dos compañías especializadas en servicios de inteligencia, Kroll y Black Cube. En su web, la segunda se describe como "un elegido grupo de veteranos de las unidades de élite de los servicios secretos israelíes", que incluye a exagentes del Mosad, entre otros. A la vez, Farrow asegura que el productor envió a varios reporteros a entrevistar a algunas de sus víctimas, como las actrices Rose McGowan o Annabella Sciorra, para sacarles informaciones que fueran útiles a la defensa de Weinstein.

"Se sabía que Weinstein se apoyó durante años en un equipo agresivo de abogados, en pactos de confidencialidad, en acuerdos económicos y en fuertes presiones para evitar que las mujeres dieran un paso al frente", escribe la revista The Hollywood Reporter, para destacar que la investigación de The New Yorker añade ahora una poderosa novedad a ese escenario. "El objetivo explícito, como aparece en un contrato con Black Cube, era parar la publicación de acusaciones contra Weinstein por sus abusos", se lee en la investigación de Farrow, que sostiene que la compañía cobraría bonus "sustanciosos" si lograba hacerse con informaciones que contribuyeran directamente a esta misión.

"Durante un año, las agencias monitorizaron y recopilaron información sobre docenas de individuos y redactaron perfiles psicológicos a veces centrados en sus historias personales o sexuales. Weinstein seguía personalmente los avances de las investigaciones. También enroló a empleados de sus empresas cinematográficas para contribuir al esfuerzo, reconstruyendo listas de nombres y efectuando llamadas que, según algunas fuentes que las recibieron, resultaban intimidatorias", agrega el artículo. 

La actriz Rose McGowan, una de las primeras en denunciar públicamente a Weinstein, relató a Farrow que fue contactada por una empleada de Black Cube para entrevistarse con ella. La mujer usó una identidad falsa —Diana Filip, de una compañía volcada en combatir la discriminación sexual en los lugares de trabajo—, para hablar con McGowan y tratar de sacarle informaciones, además de detalles o páginas enteras de Brave, las memorias que la actriz publicará el próximo enero. La presunta Filip se reunió también con Ben Wallace, otro reportero de The New Yorker, aunque en este caso aseguró que se llamaba Anna y era una de las víctimas de los abusos de Weinstein.

Farrow asegura además que el productor encargó a dos extrabajadoras de sus empresas que redactaran listas con los nombres de quienes podrían acusarle. Contactada para la investigación, Pamela Lubell, una de las dos responsables de estas listas, confesó sentirse "manipulada", ya que se le dijo que servirían para un libro sobre la productora Miramax, en la que ella había trabajado con Weinstein. La portavoz del magnate, Sallie Hofmeister, ha desmentido también esta acusación y asegurado que, en efecto, sí se trataba de juntar los "nombres relevantes para la realización de un libro sobre Miramax".

"Tras un año de esfuerzos, la campaña de Weinstein para controlar y silenciar se ha derrumbado", escribe Farrow al final de su artículo. Porque lo cierto es que decenas de mujeres han salido públicamente a denunciar los presuntos abusos del productor, que está siendo tratado en una clínica para curar su adicción sexual, y el estallido del caso Weinstein ha abierto la caja de Pandora: James Toback, Brett Ratner o Kevin Spacey también han acabado en el ojo del huracán, acusados de acosos y abusos sexuales, a la vez que, según relataron varios expertos a EL PAÍS, se ha alcanzando un punto de inflexión, ya que ahora se les otorga más credibilidad a las víctimas y sus denuncias tienen consecuencias reales. Aun así, Annabella Sciorra y Rose McGowan explican en el artículo que la red de espías de Weinstein fue muy efectiva. "Estaba asustada, sabía lo que significaba ser amenazada por él. Temía que me encontrara", declara Sciorra. Y McGowan describe su paranoia con un símil cinematográfico: "Todos me mentían constantemente. Me sentía como en la película Luz que agoniza".

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