Poniendo cara a los clásicos españoles
La exposición 'El rostro de las letras', que recoge retratos fotográficos de escritores entre finales del siglo XIX y principios del XX, recorre varios municipios madrileños
La exposición El rostro de las letras, que recoge decenas de retratos fotográficos de escritores españoles entre finales del siglo XIX y principios del XX, recorre varios municipios madrileños
Ocultas bajo un aura de eternidad, detrás de las mejores páginas de la literatura española había personas cuyos rostros, si bien hoy en día han sido olvidados por el gran público, hace un siglo eran habitual verlos. “Ahora la gente está más interesada en los futbolistas, los corredores de motos, los personajes de la prensa del corazón. Sin embargo, a finales del siglo XIX y principios del XX, los protagonistas de la prensa gráfica eran los escritores”, afirma Publio López Mondéjar, el comisario de una exposición, El rostro de las letras, que ofrece medio centenar de retratos fotográficos de los grandes literatos, desde el Romanticismo a la Generación del 14. “Nuestro propósito es acercar la imagen física de muchísimos escritores muy conocidos a los que, como a Bécquer, todavía se representa con grabados en los libros escolares y de historia de la literatura”, añade el fotohistoriador. La muestra -una selección de las 200 fotografías de la exposición organizada por Acción Cultura Española, la Comunidad de Madrid y la RAE en 2014-, ha vuelto este año para recorrer varios municipios madrileños: hasta el próximo 12 de octubre, se puede ver en Galapagar.
Un anciano José Zorrilla durante su coronación como poeta nacional en 1889, Rubén Darío como nuevo embajador de Nicaragua en Madrid (1909) o Valle-Inclán en casa con cuatro de sus hijos pequeños (1930) son algunos de los instantes que muestran que los escritores no solo escribían. “Baroja estaba muy enfadado porque decía que siempre le sacaban gordo y bajito, mientras que a Valle-Inclán le sacaban guapo”, recuerda López Mondéjar, quien asegura que las fotografías “humanizan y acercan al público a los grandes personajes”. La muestra también quiere reivindicar el trabajo de fotógrafos de la talla de Kaulak, Manuel Compañy o Alfonso, que colaboraron en revistas de la época como La Ilustración Española y Americana y Blanco y Negro. Muchos se hicieron amigos de los escritores. “La prueba es que muchos de los fotógrafos participaban en las tertulias literarias”, esgrime el comisario de la exposición, que atesora instantáneas de encuentros literarios como la Cacharrería del Ateneo, liderado por Valle-Inclán y Azaña, y el organizado por Gómez de la Serna en el café del Pombo.
Las imágenes también reflejan el paso del tiempo: en 1915, unos jóvenes Pío Baroja y Azorín posan junto a la redacción del semanario España. En 1950, Baroja se ha convertido en un viejito que lleva “una vida catacumbal” en su caserón Itzea, en Vera de Bidasoa (Navarra). Azorín es un anciano que “solo sale de su casa de la calle Zorrilla para ir al cine”.
Aunque la fotografía nació en 1839, las revistas españolas no comenzaron a sustituir los grabados de escritores por fotos hasta los años 80 del siglo XIX, cuando modernizaron sus sistemas de impresión. “La gente piensa que los retratos de finales del siglo XIX era peores que ahora. Eran mejores, porque el fotógrafo trabajaba con más lentitud, más consciente de lo que hacía, con cámaras de placas de cristal, que eran más lentas; le daba mucho más tiempo a la observación del personaje”, asegura López Mondéjar. ¿Y quién fueron los más fotografiados? “Galdós, Baroja, Valle-Inclán y Blasco Ibáñez”. Pero sobre todo el canario, que en la mayoría de sus centenares de fotos aparece junto a una mascota. “Era muy amigo de las mujeres, de los perros y de los gatos. Por prudencia solo aparece con los gatos y los perros”.
Próximas fechas
Galapagar (27 de septiembre- 12 de octubre)
Valdemorillo (16 de octubre – 6 de noviembre)
Mejorada del Campo (8 de noviembre – 28 de noviembre)
Humanes de Madrid (30 de noviembre – 21 de diciembre)
Babelia
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