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El presidente de la SGAE resiste a una moción de censura

Cultura busca modificar con urgencia los estatutos de la entidad para "mejorar su gobierno interno, transparencia y rendición de cuentas"

José Miguel Fernández Sastrón, en Madrid, el pasado 28 de julio.
José Miguel Fernández Sastrón, en Madrid, el pasado 28 de julio. JAIME VILLANUEVA

El presidente de la SGAE, José Miguel Fernández Sastrón, ha superado la prueba más difícil de su mandato: el máximo responsable de la entidad ha sobrevivido a una moción de censura presentada hoy durante una junta directiva extraordinaria, gracias al apoyo de 20 miembros, frente a los 18 que votaron por apartarle del cargo. Su presidencia, por tanto, continúa. Pese a que los números, antes de la junta, eran justo al revés: había 20 firmas que pedían debatir la moción contra Sastrón. Y pese a las acusaciones de inacción ante el escándalo de la rueda –la trama entre socios de la SGAE y directivos de televisiones para embolsarse millones gracias a la música emitida de madrugada- y las presiones de decenas de músicos que piden la intervención del ministerio de Cultura. En una entidad tradicionalmente ingobernable, donde ningún presidente acaba su mandato desde hace seis años, el sillón de Sastrón ha temblado pero no ha caído. Y el responsable, en el cargo desde hace 17 meses, sale ahora fortalecido frente a sus principales opositores, los editores musicales y el Colegio Audiovisual (guionistas y productores).

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Pero la presión sobre los hombros de Sastrón continúa. El Consejo de Ministros aprobará mañana la tramitación urgente de un anteproyecto de ley que obligará a las entidades de gestión como la SGAE a modificar sus estatutos para mejorar su gobierno interno, transparencia y rendición de cuentas, según informó el ejecutivo a este periódico. Se trata de la transposición de una directiva europea que permitirá “reforzar las medidas de control a las entidades de gestión y subsanar los problemas de funcionamiento que se están detectando en las entidades de gestión no solo en España sino en la UE”. Entre las medidas que se incluyen en el anteproyecto de ley que mañana pasa su primera información a Consejo de Ministros destaca la obligación de crear un órgano interno de control integrado por personas independientes, así como la de publicar un informe anual de transparencia y la auditoría anual de sus cuentas.

La SGAE lleva años siendo un polvorín. En 2011, Eduardo Teddy Bautista fue apartado por una investigación de la Guardia Civil que ahora está a un paso de sentarle en el banquillo por desvío “masivo” y “depredatorio” de fondos de la entidad, según el juez. A Anton Reixa, su sucesor, le tumbó la junta directiva, después de que denunciara la rueda con nombres y apellidos. Asumió entonces el cargo Acosta, que dimitió cuando la Asamblea General de los socios votó en contra de la gestión de su junta. El guionista convocó elecciones y las ganó, pero renunció meses después por “razones personales”. Sastrón, opositor y eterno segundo, tuvo al fin su oportunidad. Y la mantiene hoy con pulso firme, pese a la presión y acosado por la rueda.

Cinco responsables, exdirectivos o socios de la SGAE afirmaron a este periódico que Sastrón siempre obtuvo los votos de los miembros de la rueda y se benefició del reparto nocturno. Cuestionado sobre este asunto, y su presencia entre los compositores de la principal empresa investigada, Eurodelta Music, contestó hace dos meses: “Obtuve lo que generaron mis obras por la noche. No estuve entre los que hacían mucho dinero. Nunca me propusieron cualquier práctica extraña. Me hacen eso y lo denuncio”. A juzgar por el voto de hoy, la mayoría de la junta le respalda y considera que sigue siendo el hombre apropiado para redirigir la SGAE hacia su función original y olvidada: recaudar por el derecho de autor y repartir los ingresos entre los socios.

Porque, aunque esta vez no haya revolución en la punta del iceberg, es bajo el mar donde todo sigue congeladísimo. Empezando por la rueda: era uno de los principales obstáculos al correcto funcionamiento de la SGAE en 2011 y lo sigue siendo. El fraude —varios socios registraban miles de canciones o falsos arreglos de obras de dominio público, que los programadores de las televisiones usaban para llenar la madrugada y generar millones de ingresos en derechos de autor para toda la red— ascendió a 100 millones solo entre 2006 y 2011, según el juez Ismael Moreno, de la Audiencia Nacional, y perjudicó a los 120.000 socios del organismo. Aunque muchos de ellos consideran que por primera vez la SGAE se halla ante una encrucijada real: ahora o nunca.

Una investigación policial ya detuvo a varios cabecillas de la rueda y destapó que estos condicionaban el Gobierno de la entidad. Estrellas de la música española, de Alejandro Sanz a Joaquín Sabina, de Love of Lesbian a Amaral, firmaron una carta, adelantada por EL PAÍS, en la que se declaran víctimas de “estafa” por la SGAE y piden a Cultura que tome cartas en el asunto. Y un laudo internacional ha impuesto a la entidad cambiar su reparto para reducir sensiblemente los ingresos que pueda generar la franja televisiva nocturna, que apenas cuenta con el 1% de audiencia. La atención mediática y de los principales partidos políticos son otros dos planetas alineados para que por fin la SGAE de un giro.

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