El mar devora la casa americana de Colón
El muro norte del edificio en La Isabela ha desaparecido. El resto de la estructura, dos rectángulos perpendiculares de piedra, está cubierto por un chamizo
El muro norte de la casa del almirante Cristóbal Colón, posiblemente la primera construcción en piedra de los españoles en América, ha desaparecido. Sus restos yacen sumergidos bajo el agua al fondo de un barranco que bordea el yacimiento arqueológico de La Isabela, la primera ciudad fundada por Colón en América en enero de 1494, al norte de lo que hoy es República Dominicana, en la isla La Española, descubierta para los europeos durante el primer viaje al Nuevo Mundo en 1492. El resto de la estructura, dos rectángulos perpendiculares de piedra que forman los cimientos de la casa, cubiertas por un chamizo, se encuentran en peligro de desaparecer en los próximos años. Según Esteban Prieto Vicioso, director fundador del Centro de Inventario de Bienes Culturales de República Dominicana y responsable de la restauración de numerosos edificios en la zona colonial de Santo Domingo, las amenazas a las que tiene que hacer frente la casa son de todos los calibres: salitre, altas temperaturas, humedades ambientales muy altas, atmósferas muy salinas por arrastre de partículas de agua de mar, vientos muy fuertes incluso huracanados y precipitaciones lluviosas de alta intensidad.
“Si se quiere realmente conservar estas ruinas, habría que construir un edificio que encierre las mismas y las provea de un ambiente adecuado para su conservación, solución realizada en importantes monumentos en diversas partes del mundo”, afirma Prieto, quien recuerda el gran valor histórico de esta casa al ser la única que Cristóbal Colón llegó a tener en el Nuevo Mundo.
La casa del almirante, que en su origen tenía dos plantas y una torre que sumarían unos 80 metros cuadrados de vivienda, cubierta por un tejado de dos aguas y rodeada por una cerca de piedra, fue construida cerca del mar y a unos cientos de metros de una playa que servía de fondeadero y punto de embarque de las naves que formaban su expedición. Cristóbal Colón hábito esta casa entre enero o febrero de 1494, cuando fue edificada, hasta mayo de 1496, cuando dio por concluida su segunda expedición y emprendió el viaje de vuelta a España. A su regreso a la isla Española en 1498, con motivo de su tercer viaje, su hermano Bartolomé ya había fundado Santo Domingo, nuevo centro de operaciones de los españoles, por lo que Colón ya nunca regresó a La Isabela. Los años de erosión natural por parte de las corrientes atlánticas, las mismas que permitían a las naves españolas emprender el viaje de regreso a Europa pasando por las Azores, han ido limando el litoral y restando superficie al yacimiento hasta el punto de alcanzar las estructuras de La Isabela. También se encuentra amenazada por la acción del océano la muralla de piedra que rodeaba el recinto y la base de una de las torres de vigilancia. Más resguardadas de la acción del mar, aunque no de los elementos, se encuentran los restos de dos importantes edificios del yacimiento: el almacén real y la Iglesia, la primera construida en América, seguramente en el mismo sitio donde el 6 de enero de 1494 el sacerdote aragonés Bernardo Boyl ofició la primera misa en el nuevo mundo.
La Isabela estuvo abandonada durante siglos hasta que en la década de los setenta del siglo XX fue recuperada por iniciativa del presidente dominicano Joaquín Balaguer con la colaboración del Instituto de Cultura Hispánica, un organismo creado en la época de Franco para fomentar los vínculos culturales entre España e Hispanoamérica. Posteriormente, en la década de los ochenta y noventa, con motivo de la celebración del V centenario del descubrimiento, la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID) mejoró los accesos al recinto y construyó un pequeño museo que alberga objetos hallados en el yacimiento como utensilios e incluso monedas castellanas de finales del siglo XV, pertenecientes a los reinados de Enrique IV y su hermanastra Isabel. Sin embargo durante las últimas dos décadas apenas se han emprendido iniciativas para el mantenimiento del recinto y los trabajadores se lamentan de falta de personal y de recursos.
La Isabela, la primera ciudad española en América
A 270 kilómetros de la capital, Santo Domingo, y a casi 400 de Punta Cana, en el extremo oriental de la isla, La Isabela se encuentra a gran distancia de los dos grandes polos turísticos de la isla. Para desplazarse desde cualquiera de estos dos sitios es necesario contratar un conductor, por 200 o 250 euros, y emprender un viaje de entre 3 y 5 horas a la ida y otras tantas a la vuelta. Alquilar un vehículo es factible pero poco recomendable ya que las carreteras en torno a La Isabela son precarias y pueden colapsar en caso de lluvia. Solo en los últimos años ha empezado a beneficiarse La Isabela de algunos visitantes de los grandes cruceros que hacen parada en Puerto Plata, aunque los casi 70 kilómetros de distancia de esta localidad han frenado hasta la fecha un desarrollo sostenible.
Cristóbal Colón llego aquí a finales de 1493, en su segunda expedición, al frente de 17 barcos y 1.200 hombres. Su objetivo era crear un enclave permanente con el doble objetivo de propagar la fe católica, tal y como el Papa le había encomendado a los Reyes Católicos, y de aprovechar las ventajas económicas abriendo una nueva ruta para el comercio de especies y explorar los yacimientos de oro que se esperaban encontrar en la isla. Para ello construyeron una casa de piedra de dos plantas para el almirante, un almacén real, un hospital, una iglesia, una muralla de defensa entre otras construcciones menores. Aunque el lugar era perfecto para fondear los barcos, la ciudad no prosperó: los alimentos traídos de España comenzaron a pudrirse a causa de la humedad y las semillas traídas de Europa no germinaron. Tampoco se encontró oro, ni especias que hicieran rentable el asentamiento por lo que al cabo de tres años, en 1496, los primeros españoles fundaron una nueva ciudad en la otra punta de la isla, en la desembocadura del río Ozama, que en un principio se llamo La Nueva Isabela pero que con el tiempo daría lugar a Santo Domingo, la actual capital de República Dominicana, una urbe de tres millones de habitantes. La Isabela fue un experimento fallido aunque sus errores sirvieron de lección a los españoles durante el siguiente siglo a la hora de fundar todas las poblaciones en lo que hasta ese momento todavía no se sospechaba que era un nuevo continente.
Babelia
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