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OBITUARIOS

Fallece el escritor Brian Aldiss

El poeta, ensayista y pensador era una de las figuras más célebres de la ciencia ficción

El escritor Brian Aldiss en julio de 2007
El escritor Brian Aldiss en julio de 2007Rob Scott (SFX Magazine)

El tiempo ha atrapado a Brian Aldiss. Era este escritor, poeta, ensayista, pensador, una víctima escurridiza para la guadaña de la parca. Bordeó el siglo de vida, 92 años y un día. Pero vivió muchos siglos, milenios incluso, en el futuro. Aldiss fue, como Wells, Bradbury o Asimov, un cronista del porvenir. Y un adalid de que escribir ciencia ficción no tenía que ver con la calidad literaria de la prosa. La suya brillaba en cada página.

Aldiss, que falleció el pásado sábado 19, nació en Norfolk, Inglaterra, en 1925, como quien dice, con la pluma bajo el brazo. A los tres años ya escribía cuentos, cuentos que su madre encuadernaba y luego guardaba con amor en un estante destinado solo a ese propósito. A los seis, después de que su padre decidiera mandarlo a vivir a un internado, amedrentaba a los otros chicos con historias de terror. “Si conseguía que lloraran, lo había hecho bien. Lo hacía para que nadie se metiera conmigo”, confesaba con humor durante una entrevista a The telegraph. De vuelta de sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial, donde sirvió como soldado de la Royal Corps of Signals, retomó la escritura mientras la compaginaba con el oficio de librero. Primero, habló de la guerra. Luego, del futuro.

La obsesión de Aldiss por la ciencia ficción, por los rostros múltiples del futuro, no nació de sus experiencias en la guerra. Viene de un detalle casi mundano, pero inolvidable, que le ocurrió siendo chiquillo. “A los cinco años, me fui a vivir con mi abuela Wilson en Peterborough. Hubo un eclipse y me llevaron a verlo. Si hay algo que puede transformarte en un escritor de ciencia ficción, es eso. Ver esa enorme sombra desbocándose sobre el campo frente a ti”, confesaba en una serie de revelaciones íntimas al diario The Independent.

Aldiss lo ganó todo en la ciencia ficción. En todas las categorías. Relato, antología, novela corta, novela, ensayo... Los cuatro grandes del género fantástico —los premios Locus, Hugo, Nebula y John Campbell— estaban en su haber, el Hugo por partida doble. Fue una de las figuras clave de la Nueva Ola, una generación de escritores de gran talento literario que revolucionaron la ciencia ficción en los años 60. Pero Aldiss, más allá del reconocimiento en premios o su papel histórico como editor, logró algo mucho más esencial, que se apreciara la calidad de su literatura independientemente de que lo escrito fuera ciencia ficción, realismo o ensayo.

De su amplia obra, superó los 100 libros entre los firmados como autor y editor, Aldiss seguía enamorado en sus últimos años de la trilogía de Heliconia. Aldiss dedicó dos años a la investigación que fundaba la saga, la historia de una civilización, contada como trilogía, que se extendía durante miles de años en un planeta en el que las estaciones climatológicas perduraban siglos. “Lo bueno de vivir en Oxford es que llamabas a cualquier puerta y alguien sabía lo que necesitabas”, recordaba Aldiss durante una entrevista a The Guardian. Sin embargo, su trabajo más conocido por el gran público es un relato, Supertoys last all summer long, el que inspiró a Kubrick, y luego a Spielberg, la película Inteligencia artificial. Al autor, sin embargo, no le despertaba ninguna simpatía esta adaptación. La definió con una palabra: “Abominable”.

En sus últimos tiempos, Aldiss estaba ya, en realidad, lejos de la ciencia ficción a la que tanto había dado. “Ya solo leo a Tolstoi”, confesó en una de sus últimas entrevistas a The Guardian. Sin embargo, su pasión por defender la validez del género al que más páginas dedicó continuaba muy viva: “¿Por qué ‘TSL’ [prestigiosa revista literaria británica para la que llegaron a escribir T. S. Eliot, Henry James o Virginia Woolf] no reseñaba novelas como las mías? ¡Por esnobismo! Pero creo que la ciencia ficción tiene una gran importancia. Los norteamericanos son mucho más avispados en esto. Recuerdo una vez, en la aduana, que un agente me reconoció y dijo: ‘Bienvenido. ¡Todos leemos ciencia ficción en este país! No me imagino a nadie diciendo lo mismo en el aeropuerto de  Heathrow”, confesó a The Telegraph en una entrevista publicada póstumamente.

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