Locarno resucita la visión de la transición chilena de Raúl Ruiz
El festival suizo estrena 27 años después 'La telenovela errante', la cinta inédita del cineasta fallecido en 2011
En Tres tristes tigres, Raúl Ruiz (Chile, 1941) debutaba en el cine con la crónica de una interminable noche de fiesta que vive el trío de personajes principales. La cinta, de 1968, le servía para retratar lo que él denominaba como “la nada chilena”. Era una nada en la que no había espacio para la vacuidad. A lo largo de la velada, surgía la soterrada violencia existente entre unos protagonistas de estratos sociales diferentes, unidos tan solo en su condición de crápulas.
Ganó le Leopardo de Oro del festival de Locarno (Suiza), certamen siempre preocupado por ensalzar el más arriesgado cine de autor. Pocos años después, en la vida de Ruiz apareció Augusto Pinochet, como en la del resto de sus compatriotas. El dictador surgió por el lado derecho del plano mientras el director salía por la parte izquierda y la vía del exilio, con Francia como destino final.
Tras casi veinte años sin apenas contacto con su país y con una carrera consolidada como uno de los narradores más rupturistas del audiovisual latinoamericano, en noviembre de 1990 Ruiz regresó a Chile. “Un día llegamos a ver a unos campesinos hablando de dólares. Desde entonces, no hubo marcha atrás. Chile se había convertido en un país capitalista”, recuerda ahora la directora Valeria Sarmiento, esposa del cineasta fallecido en 2011.
En las calles y platós de Santiago, rodó con urgencia, en apenas una semana, la nueva realidad de un país posmilitar que vivía sus primeros instantes de democracia. El caos político y emocional que descubrió en su reencontrada patria quedó patente en el título del proyecto, La telenovela errante, que en su día quedó inconcluso y que ve la luz finalmente casi 30 años después.
El festival suizo cierra ahora el círculo colocando esta cinta póstuma en la lucha por el mismo premio con el que auguró la celebrada carrera del chileno. El empeño de una de sus actrices habituales, Chamila Rodríguez, ha resucitado este trabajo con la ayuda de Sarmiento.
“Cuando Raúl regresó, se sentía un extranjero en su propio lugar de nacimiento. Opinaba que era una sociedad que enfrentaba sus problemas de un modo infantil y banal”, cuenta Rodriguez. La extrañeza que le causó lo que encontró a su vuelta, le hizo plasmar su testimonio con un lenguaje propio de las laberínticas y absurdas tramas de las telenovelas.
Ese desencanto se dibuja a través de siete microrrelatos humorísticos, uno por cada día de la semana que invirtió en el proyecto. Componen un mosaico en el que colisionan los retornados con los que nunca se fueron; los abandonados y los torturados; la intriga por el futuro y la carga del pasado inmediato. “El país era un horror, aunque ya viviéramos en libertad”, recuerda en Locarno una de las actrices de la película, Liliana García Sosa.
En un momento del metraje, aparece una de sus citas más recurrentes de Ruiz. “Aquel que se porta mal en este mundo, se reencarna en chileno”. Su viuda no lo interpreta como un rechazo absoluto: “Él nunca dejó de ser chileno. Decía que eso no se quita ni yendo a Lourdes a rezar por un milagro. Incluso en sus filmes europeos, siempre dejaba un guiño chileno”.
A pesar de lo personal del proyecto, Raúl Ruiz decidió dejarlo a medias. “En su día, esperaba obtener más financiación para la película y la aparcó hasta entonces, pero esas ayudas económicas nunca llegaron y lo rodado quedó en el olvido”, explica Sarmiento. Fue en 2015, cuando un admirador se acercó a Chamila Rodríguez durante un ciclo dedicado al director y le contó que tenía una grabación en vídeo tomada durante el rodaje de La telenovela errante. La actriz comenzó a rebuscar para encontrar las piezas que completaran el puzzle inconcluso. Pronto se encontró más material en la Cineteca Nacional de Chile y Sarmiento rescató de su piso de Paris parte del material original. El resto estaba distribuido entre Chile y varias universidades de Estados Unidos.
A pesar de las circunstancias especiales que rodeaban a La telenovela errante, en ella se encuentra la habitual metodología de Ruiz. Escribía y reescribía diálogos el mismo día del rodaje, poco antes de accionar las cámaras. “Era una forma de transmitirnos su sensación de riesgo. Nos pasaba un papelito y nos decía que teníamos que reproducirlo palabra por palabra, aun sin apenas tiempo para memorizarlo. Puede que sus diálogos sean sarcásticos y absurdos, pero hay mucha poesía política en ellos”, cuenta Chamila Rodríguez sobre esa nada chilena que Ruiz mostraba en sus trabajos.
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