París vuelve a rendirse ante Raúl Ruiz
La Cinemateca Francesa abre una retrospectiva con 80 filmes del cineasta chileno
No solo es hasta ahora el cineasta chileno más prolífico, sino que uno de los que más obra crearon a nivel mundial. Aunque no existe un cálculo exacto, se estima que Raúl Ruiz (1941-2011) llegó a hacer unas 120 películas. Nunca le importó el presupuesto y filmaba en cualquier momento, en todos los formatos posibles y en muchos países. Precisamente por esta forma de trabajo casi compulsiva, su obra está desperdigada en medio mundo y muchos de los negativos de sus películas se hallan extraviados. La Cinemateca Francesa reunirá por primera vez 80 de sus filmes a más de cuatro años de su muerte. El homenaje en París durará dos meses, del 30 de marzo y el 30 de mayo. Será la retrospectiva más grande que se haya hecho nunca sobre el cineasta.
“Trabajó hasta en Taiwán, donde filmó Comedia de sombras”, cuenta su viuda, la cineasta chilena Valeria Sarmiento, esposa de Ruiz por más de 40 años y su socia intelectual. A veces él hacía los guiones para las películas de su mujer y luego ella montaba los filmes de su marido porque era su montajista. “Era la forma de compartir y estar juntos”, relata Sarmiento, que confiesa sentir tristeza con la retrospectiva. “Para mí es un poco doloroso. Con cada película que veo son miles los recuerdos que vienen”, señala en la sala de un departamento del barrio de Providencia de Santiago de Chile, que alguna vez perteneció a la familia de Ruiz. A esta casa llegó él a los 17 años y en sus habitaciones filmó varias de sus cintas, como Cofralandes. En la entrada, en una placa, se lee: “En esta casa vivió y nunca ha dejado de vivir el cineasta Raúl Ruiz, fabricante de sueños mecánicos”.
Nacido en la sureña ciudad de Puerto Montt y criado en el puerto de Valparaíso, Ruiz había llegado demasiado lejos con sus películas, siempre teñidas de una chilenidad profunda. Se exilió en Francia tras el Golpe de 1973, y una década más tarde, en 1983, la prestigiosa revista Cahiers du Cinéma ya le dedicaba un número monográfico. Algunos lo califican como el Neruda del cine, por su grado de universalidad. Le gustaba tanto hacer películas que en 1993 el colombiano Luis Ospina tomó un taller dictado por el chileno en Bogotá y le propuso hacer una película con el curso. Ruiz aceptó y sugirió hacer un capítulo cualquiera de una teleserie larga, pero inexistente, de la que no se conoce principio ni final. El resultado fue Capítulo 66.
“Experimentaba con total libertad, se dejaba llevar por la improvisación y no le importaba tanto terminar las películas, sino filmar”, señala la actriz chilena Chamila Rodríguez, su última musa. Ruiz la descubrió en el 2000 cuando la vio actuar. Como hace mucho no vivía permanentemente en Chile y no conocía a las generaciones locales, el cineasta preguntó: “¿Quién es esa actriz con cara de gato?” Fue el inicio de una amistad profunda y de un trabajo conjunto que la llevó a interpretar papeles protagónicos de cinco de los trabajos más importantes que Ruiz realizó en su última etapa. En esos proyectos, el cineasta le dio siete papeles: “Las siete vidas que tiene un gato”, cuenta Rodríguez. “Tenía una conexión fuerte con la muerte. Una vez me dijo que yo ya era un fantasma, porque me iba a morir y seguiría deambulando en sus películas”.
En Europa y el resto del mundo, Ruiz se transformó en un cineasta de culto a quien los actores buscaban para trabajar con él: Catherine Deneuve, Marcello Mastroianni, John Malkovich, que llegó ser un muy buen amigo suyo. En Chile, sin embargo, aunque se le tiene una valoración importante, todavía es demasiado especializada. En su país apenas se ha mostrado un 20% del total de su obra y todavía resulta compleja para el gran público. Los especialistas dicen que no es difícil de entender si uno se despoja de los prejuicios. Ruiz tenía mucho humor y la gente sigue tomando sus películas muy en serio. Sucedió con El tiempo recobrado (1998), basada en el último tomo de la obra de Marcel Proust, que ni siquiera los franceses se habían atrevido a llevar alguna vez a la pantalla grande.
Le gustaba adaptar grandes obras de la literatura. Después de Proust, hizo lo mismo en Portugal con Misterios de Lisboa (2010), de Camilo Castelo Branco. Tomó ese clásico que nadie había filmado y lo convirtió en una película de cuatro horas y media.
Luego de su muerte, en 2011, fue creada en Francia la asociación Los Amigos de Raúl Ruiz para rescatar, preservar y divulgar su legado. Además de las 120 películas, el chileno escribió poesía, teatro y ensayo. En los próximos meses, según relata su viuda, Ediciones Universidad Diego Portales de Chile publicará El espíritu de la escalera, una de sus últimas novelas. “Lo importante es que la obra se salve y ya verán las futuras generaciones si les interesa o no”, comenta Sarmiento, presidenta de la asociación. Cerca de 20 películas restauradas de su esposo se emitirán por primera vez en la Cinemateca Francesa. Hasta hace poco tiempo, una de estas cintas estaba perdida: El techo de la ballena. Hace unos meses, sin embargo, encontraron los negativos mal catalogados en Holanda y la restauraron.
Junto a Valeria Sarmiento, la actriz Chamila Rodríguez se ha transformado en una soldado de la memoria de Ruiz. Desde su fallecimiento, ha contribuido desde diferentes frentes para divulgar sus películas y su figura. En 2015 organizó una retrospectiva en la ciudad de Valparaíso, que bautizó Making of Ruiz, que pretende reeditar en 2016. En la Cinemateca Francesa será la única actriz que liderará una de las decenas de charlas, el 4 de abril próximo. Presentará La noche de enfrente, la última película que el chileno alcanzó a escribir y dirigir. “Es una despedida, una cinta testimonial y biográfica”, señala su última musa.
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