Maratón sinfónico en el Auditorio Nacional: nueve novenas en un día
El director Víctor Pablo Pérez se encierra con las obras de Beethoven, Mozart, Haydn, Garay, Schubert, Dvorak, Bruckner, Mahler y Shostakovich y cinco orquestas distintas
Más de un año lleva preparando Víctor Pablo Pérez lo que será, simplemente, un día. Pero intenso, atlético, maratoniano. El 24 de junio, sábado, es la fecha de su desafío musical. Será cuando el maestro burgalés alce la batuta a las 11.00 de la mañana y la deje aproximadamente a las doce de la noche, después de haber interpretado nueve novenas sinfonías con cinco orquestas diferentes. Una selección con las obras de Garay, Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Dvorak, Bruckner, Mahler y Shostakovich.
Las orquestas implicadas son las que tienen sede en la capital: la Sinfónica de Madrid, la de la Comunidad, la Nacional, la Joven Orquesta Nacional (JONDE) y la de Radiotelevisión Española. Cuando Antonio Moral, director del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) se lo propuso, Víctor Pablo Pérez (1954) le pidió un tiempo para pensárselo. Estableció una táctica con la que más o menos pudiera soportar el reto y le dijo: vale. “La mayoría son obras que he hecho varias veces a lo largo de mi carrera. El resto ha sido cuestión de prepararlas con algo de mimo a lo largo de este año. Es el caso de la obra de Ramón Garay, que apenas conocía”.
Así que, ahí lo tenemos. Dispuesto a retar el número quimérico del sinfonismo. La cifra maldita que muy pocos traspasaron con éxito. Esa meta a la que llegaron con cumbres en las que expresaron a partes iguales la utopía y el dolor los genios de Beethoven, Mahler, Bruckner, Dvorak… Anda ahora en plenos ensayos para acoplar los estilos de cinco orquestas distintas. Grupos que él conoce bien —sobre todo, la Orquesta de la Comunidad de Madrid, de la que es titular—, pero que han debido adaptarse a un encaje perfectamente armado. Será una paliza: “Física y emocional, está claro. Pero no soy nada obsesivo. Voy paso a paso. Me considero más bien sereno, bastante táctico”. Una ventaja que en este caso acompaña.
La mañana empezará con Haydn y Beethoven, junto a la Sinfónica de Madrid y el Coro Nacional de España. Dos titanes vieneses para desayunar. “He reflexionado mucho sobre cómo ha cambiado mi forma de hacer música desde hace 35 años, cuando con 28 hice por primera vez la Novena de Beethoven. Entonces, me limitaba a conducir las notas. Ahora, dirijo. Es distinto. Ese cambio implica una construcción conjunta de la pieza”.
Sigue con Garay y Schubert, otro puente entre el neoclásico español y el romanticismo vienés, a cargo de la Orquesta de la Comunidad (ORCAM). La tarde comienza a las 17.00 con Mozart y la catedral de Bruckner junto a la Sinfónica de RTVE, ese compositor que para la vida resultaba un inadaptado, con los pies fuera del tiesto, pero que calculaba como un arquitecto la composición de sus sinfonías: “Me identifico mucho con su música en la vida, no tanto con sus maneras. Quizás porque, ya desde niño, cuando estuve interno en un colegio de León, preparábamos sus obras junto a otras grandes piezas religiosas. Aprendo que colocar cada piedra debe tener un sentido: no la simple acumulación, sino el hecho de lograr un arco, una bóveda, una cúpula”.
Shostakovich y Dvorak llegan a las 19.30, con la Orquesta Nacional. Un reto digno de la guerra fría. “La obra del ruso me fascina. La encuentro llena de sarcasmo, una crítica nada velada, directa, a la sociedad estalinista. Cuando la estrenó no dejaba de explicarla como un gran circo. La Sinfonía del Nuevo Mundo, de Dvorak, tiene un tremendo aroma americano. Los intervalos hacen guiños constantes a la música negra”. Eso, pese a que los checos consideran esta obra un producto de su nostalgia hacia otro nuevo mundo: el barrio de Praga, que desde lo alto de la ciudad, detrás de la catedral de San Vito, observa el paisaje. “Puede que también esté presente ese elemento, pero el resultado es inequívocamente personal. Hablamos de una sinfonía de Dvorak. Punto”.
La noche culmina con Mahler y esa tensión doliente de su sinfonía. Una obra cuajada entre el dolor por la infidelidad de su esposa y la sombra de la muerte, en forma de amenazante cardiopatía bastante desarrollada. “Es un clímax permanente. Hemos querido que la ejecute la orquesta más joven y eso supone un reto extra. Hay que dirigirlos en cada compás. Explicarles bien el desafío emocional y musical que supone llevarla a cabo”.
Después de Mahler, solo Shostakovich mantuvo el nivel del sinfonismo a la altura de lo genial, cree Pérez. La forma musical entra en barrena con alguna excepción hasta el presente. Hay poco que añadir. Pero Mahler, con su dinámica de destrucción para la construcción, ha enseñado a la posteridad cómo afrontar el gran género después de su muerte. “Teníamos que terminar con él. Nada ha sido igual desde su paso por la historia de la música”.
El día de la música, a lo grande
El 24 de junio es el día internacional de la música. Desde que Antonio Moral dirige el Centro Nacional de Difusión Musical tuvo claro que no podía tratarse de una jornada normal. Así que desde el organismo dependiente del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música (Inaem) empezó a plantear una serie de maratones a precios más que populares —entre 5 y 15 euros— que han ido in crescendo. Comenzó con una carrera de 40 horas ininterrumpidas de música simultanea interpretada por jóvenes. Siguió con el ciclo de las nueve sinfonías de Beethoven a cargo de Jesús López Cobos. Continuó con las seis de Chaikovski a cargo de Juanjo Mena. Todo para llegar a este 2017 en el que ha tramado este ejercicio para titanes que ha encargado a Víctor Pablo Pérez. Nueve novenas sinfonías en un día para el que además se ha editado una caja de discos junto a la compañía Universal que incluye versiones históricas.
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