La paz invisible y silenciosa de Colombia
Una serie documental recorre las regiones golpeadas por la violencia para reivindicar a quienes esquivaron la guerra con dignidad
Éver Aleán quería tener una moto grande, una mujer para exhibir y llevar sus bolsillos cargados de billetes. Nació entre cultivos ilícitos. Era un niño que jugaba a raspar hojas de coca. Fue raspachín y su sueño era ser narcotraficante. Sus compañeros de la escuela también anhelaban lo mismo. Ser ‘los capos’ de Tarazá, en Antioquia. La mayoría se arriesgó a seguir ese modelo que los había rodeado desde pequeños y que prometía dinero fácil y el ‘respeto’ del pueblo. Casi todos terminaron asesinados. Cavaron sus propias tumbas. Aleán se resistió y logró esquivar ese camino. “Cuando empecé a ver que morían, que había tanta sangre, saqué la coca de mi vida”, dice. Se desprendió del que parecía el único futuro posible. Su historia es parte de la serie documental La paz silenciosa, una apuesta que por primera vez lleva a la televisión retratos desde las regiones golpeadas por la violencia para hablar de los personajes que lograron darle la espalda al conflicto. No son víctimas, son héroes.
En momentos en que Colombia habla de paz, a raíz del acuerdo con las FARC, desempolvar procesos que estaban allí, casi invisibles, es un aporte para evidenciar que el cambio es posible, asegura Aleán, ahora periodista y líder de las comunicaciones de Colombia Responde, que con el apoyo de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) logró llevar historias como la suya al Canal Institucional, uno de los espacios públicos de la televisión nacional. “Desde las regiones podemos transformar el país, vivir en la legalidad, aun cuando parece que es imposible, incluso cuando el Estado está de espaldas a la dura realidad”, dice Aleán. Él habla de lo que colombianos anónimos empezaron a gestar desde antes de que se pensara en la posibilidad de un proceso con las FARC.
A través de diez capítulos, el espectador recorre 16 municipios de Antioquia, Córdoba, Nariño y explora las vidas que trabajan por un país diferente sin hacer ruido, con procesos de cooperación, en alianzas con la empresa privada, pero sobre todo con ganas. “Es la generación de oportunidades hecha por quienes, a partir de la falta de oportunidades, apostaron por la legalidad, cansados de la ilegalidad. Ayer no más eran cocaleros, mineros ilegales o desplazados. Hoy son orgullosos líderes que entendieron el camino del emprendimiento desde la única definición que los podía sacar del agujero donde estaban”, dice Víctor Diusabá, el periodista colombiano que tuvo la idea de escarbar en los rincones del país hasta encontrar las voces que estaban ocultas bajo el ruido de la guerra.
“Los protagonistas son personas que fueron capaces de decirle no a la coca, que aprendieron con sangre que había otras formas de vivir”, asegura. Él habla de los que prefirieron apostarle a los cultivos de café y ahora lo exportan y saben que sus productos se sirven en las tazas que se beben en Bruselas o en Ginebra. De las mujeres de Tumaco, en el sur de Colombia. Madres cabeza de familia que levantaron con sus manos una potente industria de camarón blanco criado en el Pacífico. “Son organizaciones campesinas que han luchado por la construcción de nuevas iniciativas, pero no desde del asistencialismo sino a través de un trabajo estructural, sólido”, agrega Diusabá.
Klycht López, que dirigió las series Correo de Inocentes (2012), La Promesa (2013) y El Capo 2, entre otras, se le midió al reto de ponerse al frente de La paz silenciosa para narrar esas historias perdidas, pero también para desvirtuar los “mitos”, como él los llama, que se han tejido en torno a los territorios marcados durante décadas por la violencia. López, que ha explorado en sus trabajos temas como la trata de personas y las ‘mulas’ o correos humanos que arriesgan su vida para llevar droga de un lugar a otro, se enfrentó ahora a personajes reales, dentro de su entorno original. “Esta es una forma narrativa distinta, más tangible. Haberlo logrado nos permitió comprobar que en este país sí se puede andar. Pudimos ir más allá de las leyendas que dicen ‘por ahí no se puede pasar porque es peligroso’”, explica el director a ELPAÍS. Justamente se trató de recorrer esos caminos prohibidos a causa del conflicto, pero que durante años con valentía pisaron los campesinos, los colombianos que resultaron, sin querer, viviendo en el medio de las guerrillas, de los paramilitares y de las fuerzas armadas, pero que resistieron. Permanecieron allí sin inclinarse hacia ningún bando.
Laila Abu Shihab, periodista y guionista de esta serie, reflexiona sobre la importancia de reconocer las historias de reconciliación sobre todo en el momento que vive Colombia, tras el acuerdo de paz con las FARC. “Nos permite entender que es posible otra forma de vida, que se puede acabar con ese ADN de la cultura del narco, que está tan presente en Colombia. Son personajes que demuestran que es posible salir de ahí, del dinero fácil, que es uno de los peores problemas del país”, asegura.
La excusa de la guerra para no llegar a las zonas apartadas se acabó, dice John Jairo Ocampo, gerente de RTVC Sistema de Medios Públicos. Según él, darle espacio en la televisión a este tipo de proyectos es ser una verdadera alternativa. “Nuestra misión es ofrecer contenidos que muestren otra realidad del país. Nosotros no esperamos llegar a consumidores sino a ciudadanos y esa es la gran diferencia. No dependemos de la sintonía sino de la cobertura, que supera el 90% en todo el territorio nacional”, explica. Hacer de la televisión que alcanza los lugares más recónditos de Colombia un homenaje a tantas vidas que lucharon durante décadas para no dejarse vencer por el conflicto, es otra forma de hacer paz.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.