“Ser mujer en Guatemala es una situación invivible”
La artista Regina José Galindo interpreta en Madrid una 'performance' para llamar la atención sobre el drama del feminicidio
La guatemalteca Mindy Rodas fue desfigurada en 2009 por su marido, Esteban López. Con un cuchillo le arrancó los labios, la barbilla, la nariz. Se despertó ensangrentada, arrojada a la orilla del río, apenas le quedaban los ojos. Rodas comenzó una serie de terapias y rehabilitaciones, se sucedieron algunos intentos de suicidio. A finales de 2010, su cuerpo apareció torturado y estrangulado. “Ser mujer en Guatemala es una situación invivible, un riesgo inhumano”, dice la artista Regina José Galindo, “el feminicidio es algo que vemos en todo el mundo, con gran impunidad, y que se ha visto recrudecido por el efecto rebote de la crisis económica”.
Hoy uno de los vestidos de Mindy Rodas, junto a los de otras doce víctimas del feminicidio, aportados por las familias, llega a Madrid de la mano de Galindo (Ciudad de Guatemala, 1974). En el centro cultural madrileño La Casa Encendida, presentada por la Asociación de Mujeres de Guatemala, llevará acabo la performance Presencia y una conferencia titulada Cuerpo de trabajo, en torno su carrera dentro de la disciplina del body art. “El feminicidio tiene relación con la guerra que sufrimos durante 36 años en la que el cuerpo de las mujeres se trató de las formas más perversas, con todo tipo de vejaciones y torturas”, dice la artista.
Aunque Galindo comenzó manejando las palabras, como poeta, su actividad luego giró precisamente hacia lo corporal, siempre preocupada por las cuestiones de género y otros temas políticos, siempre yendo de lo local a lo universal. En su pieza Perra se escribe esa palabra en el muslo con un cuchillo. En Nada se pierde con nacer se mete dentro de una bolsa de plástico y se arroja a un vertedero. En Himenoplastia se hizo reconstruir quirúrgicamente el himen para volver a ser virgen. Con esta acción ganó el León de Oro de la Bienal de Venecia 2004.
Es un arte arriesgado, impactante, a veces violento, que bebe de las corrientes de performance y body art surgidas en los 60, como el accionismo vienés, y se vincula con trabajos como los de Marina Abramovic o Gina Pane, en cuestiones como la búsqueda de los límites corporales. “Yo no busco provocar, ni realizar un arte transgresor. Solo trato de generar empatía, que es el canal para llegar a un acercamiento al espectador y un cambio de percepción de la realidad”, dice Galindo. “En mi trabajo se ve reflejada la condición de ser una mujer guatemalteca, no me interesa llamar la atención mediante el riesgo”.
Si empezó trabajando sobre su propio cuerpo, a la manera tradicional de la performance, siendo sujeto y objeto de la acción, ahora suele contar con la participación de otros voluntarios, pasando a ser un objeto pasivo. Por ejemplo, en Caparazón se refugia desnuda bajo una burbuja transparente y blindada que un grupo de voluntarios tratan de reventar a golpes con barras de madera y metal. Es una alegoría de las palizas que sufren con frecuencia colectivos minoritarios y perseguidos. “Mediante estas acciones se puede abrir el citado canal de la empatía, pero eso no quiere decir que necesariamente vaya a cambiar el comportamiento del ser humano”, dice Galindo, “una hace arte político no porque lo desee sino porque es un sujeto político”. Así, el trabajo artístico refleja el día a día de la creadora. “Todos los problemas humanos me conciernen”, concluye, “porque el mundo está hecho mierda en todas partes”.
Babelia
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