“Odio la muerte, soy así”
Un libro póstumo recoge el colosal desafío en el que se embarcó Elias Canetti desde principios de los cuarenta para salvar la vida
Un día de 1962 Elias Canetti leyó el libro de Milovan Djilas en el que recoge sus conversaciones con Stalin. “Sentí asfixia”, dice en sus apuntes. Le asombró que a un tipo tan poderoso le resultara indiferente la muerte de los demás, que incluso la necesitara. Esa tensión, la de odiar su propia muerte y al mismo tiempo la de importarle una higa la de los demás, pensaba Canetti, es lo que definió a Stalin. Y escribió: “Mi esencia, en cambio, es rechazar y odiar cualquier muerte. No considero imposible que en algún momento llegue a aceptar más o menos mi muerte, pero jamás la de otro. Es tan seguro, lo siento con tal intensidad, que podría encabezar con ello mi pensamiento y mi mundo. Es mi Cogito ergo sum. Odio la muerte, soy así. Mortem odi ergo sum.Y eso que esta frase omite lo más importante, el hecho de que odio cualquier muerte”.
Terminó siendo su mayor preocupación, su único horizonte, su verdadera obsesión. Acabar con la muerte. Liquidarla. Fulminarla a base del recuento incansable de palabras y palabras. Eso es El libro contra la muerte, que acaba de publicar Galaxia Gutenberg, y que es el resultado del larguísimo trabajo de un puñado de editores —Sven Hanuschek, Peter von Matt y Kristian Wachinger, más la colaboración de Laura Schütz— que se han sumergido en el abundante material inédito de Canetti. Con lo que han encontrado ahí y con todas sus notas sobre esta cuestión dispersas en varios de sus libros —como La provincia del hombre o El suplicio de las moscas, entre otros— han conseguido fijar definitivamente lo que fue el gran proyecto, inconcluso, de su vida. Y que recoge estallidos como éste de 1993 cuando ya le quedaban pocos meses de vida: “Muere para no quejarse ya más”.
Para jugárselo todo en esa gran partida contra la muerte Elias Canetti (Ruse, Bulgaria, 1905-Zúrich, Suiza, 1994) se embarcó a partir de 1942 en la titánica tarea de derrotarla. Es curioso, observa Peter von Matt en el Postfacio incluido en esta edición, que de ese magno proyecto no existan las primeras palabras, el arranque. Tampoco hay esquemas, ni plan de trabajo, ni estructura, ni siquiera hay líneas específicas de investigación. Canetti no pretendía construir un sistema cerrado que ordenara sus reflexiones y las proyectara como una unidad indestructible. Lo que no dejó de hacer de manera infatigable fue escribir y escribir contra la muerte, y se apropiaba también de lo que habían escrito otros y lo incorporaba como cosa suya. Avanzaba por llamaradas, por ráfagas: “Nunca he aprendido nada sistemáticamente, como otra gente, sino por excitaciones súbitas”, apuntó.
Sea como sea, Von Matt se arriesga a proponer algunos bloques temáticos sobre los que Canetti vuelve una y otra vez, como “el hombre que mata o “la supervivencia del difunto en la memoria del superviviente”, entre otros. Iba arañando y arañando, y atrapaba en libros de las temáticas más variadas cuanto le servía para convertirse en el mayor “enemigo de la muerte”.
No pretendía construir un sistema cerrado que ordenara sus reflexiones y las proyectara como algo indestructible
Cada uno de sus apuntes es un mundo y estalla en mil direcciones. En 1980, por ejemplo, Canetti se entretuvo con la peste que azotó Bizancio entre 746 y 747, y copió algunas observaciones de la Crónica universal de Teófanes: “Una locura enviada por Dios se apoderó no sólo de la gente de la ciudad, sino también en los alrededores, y la fue exterminando de forma inmisericorde”. Sentía una atroz repugnancia por las muertes que llegan a raudales, como en las guerras, y las convierte nada más que en una cifra abyecta.
Por eso estaba mucho más próximo al escritor suizo Robert Walser, del que tomó en 1967 unas notas de su relato La señora Scheer: “La vida de ella a punto de extinguirse, y nadie ha de venirme con que los campos de batalla y demás horrores son más terribles y espantosos que el final de cualquier ser humano”. A Canetti le habían tocado muchas muertes muy cerca, como la que se llevó a su padre cuando él tenía siete años. Por eso comparte lo que decía Walser, que “morir es por doquier y en cualquier circunstancia igualmente desconsolador, triste y atroz”.
En 2010, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores publicó Libro de los muertos, que constituye una rareza en la bibliografía de Canetti al tratarse de un libro que pareció solo en español. Recoge el material que se encontró en una carpeta dentro del legado póstumo del escritor. Los editores alemanes prefirieron no darlo como tal y concentrarse en armar El libro contra la muerte, este que ahora aparece aquí y que contiene lo que entonces se encontró, y que viene a ser sólo una tercera parte de este singular y colosal desafío.
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