“Toda la obra de Max Aub es como un diario del sufrimiento”
La hija y la nieta del autor de ‘La gallina ciega’ repasan su vida, sus libros o su relación con Picasso y lamentan que Matadero quitara su nombre de una nave teatral
Hablan alrededor de una mesita negra en el cuarto chico de Elena Aub, la hija de Max Aub, el autor de La gallina ciega. Están Elena y Teresa, su hija. Teresa tiene 59 años; es ahora la presidenta de la Fundación Max Aub, puesto que tuvo su madre. Elena tiene 86, ojos azules. Rasgos de su padre, español “hincado en su tierra”, como decía Manuel Tuñón de Lara. Pudo haber sido francés, alemán, hombre de las diásporas del siglo XX. Pero eligió España. La Primera Guerra Mundial echó a su padre de Francia, y la Guerra española lo mandó a él a un campo de concentración en el Sahara. En México hizo luego toda la vida.
Republicano y rojo, se implicó en la Guerra hasta la raíz. Él fue el que le encargó a Picasso un cuadro que resultó ser el Guernica. Cuenta esa guerra, que lo dejó en sangre viva, en todos sus libros (los Campos son los más célebres) y lo hace con rabia en La gallina ciega, que narra su venida a España, en 1969, tras el ininterrumpido exilio.
Ahora saltó (otra vez) el nombre de Aub a la vida española porque los nuevos directivos de las Naves de Matadero quitaron su nombre (y el de Fernando Arrabal) de los emblemas de sendos espacios teatrales. Para esta familia, ha sido un disgusto que no tiene nombre. En esta conversación hija y nieta de Aub evocan este hecho pero, sobre todo, hablan de “cositas que no se sabían sobre Max”, como dice Elena. Sobre sus cabezas, un bodegón de Vicente Rojo, y en la mesa, guardadas en bellas cajas de papel, fotos de su padre, con su madre, Peua, con Andrè Malraux, André Gide, Luis Buñuel…
Pregunta. ¿Qué sensación tienen ante estas fotos?
Elena. Hay dos cosas que me hacen llorar: la guerra de España y mi padre. Él era la protección, el amparo.
Teresa. Era incansable.
P. Vino en 1969. En La gallina ciega se ve su disgusto.
E. Le produjo mucho dolor, mucha desilusión, el viaje. La guerra estaba olvidada. Tabú o silencio.
T. En el libro condensaba toda su amargura. Lo que había sufrido en el exilio aquí no tenía ni consecuencia ni recuerdo.
E. La falta de esperanza, que Franco no fuera reprobado en el mundo. Todo le dolió. Nadie le preguntaba por la batalla del Ebro, por el Guernica, por todo lo que él había vivido. Como si fuera transparente.
P. ¿Hablaba con ustedes del encargo que le hizo a Picasso…
E. …del cuadro que luego fue el Guernica? Hablaba poco de Picasso. Sabíamos que gracias a que él se empeñó en pagarle aquellos 150.000 francos para materiales esa obra fue considerada española. Ya en democracia, me llamó un notario de la calle de Serrano para que autentificara la firma de mi padre. Lo hice. Ahí está el cuadro.
P. En cierto modo es usted protagonista de esa historia...
E. ¡Me siento la mamá del Guernica! (risas)… Y ahora hemos descubierto esto; una agenda minúscula donde se lee: “13 de junio, 1972. Rechazo el premio Planeta”. [Max Aub había vuelto a España en esas fechas; un mes más tarde murió en México].
P. Buñuel era su amigo; sobre él iba a escribir una novela cuando vino en 1969…
E. Eran amigos de toda la vida. Pero Max no podía beber. Y Buñuel comía y bebía como un carretero. Se veían mucho, sobre todo cuando el director rodaba Los olvidados. Y dijo que iba a escribir una novela sobre él para que le dejaran entrar en España.
P. ¿Cómo fue ese viaje?
R. [Nieta e hija se suceden contestando] Había cambiado su vida por defender todo aquello y total había sido para nada. Se fue con la impresión de que aquí ya no había ni resistencia ni nada.
E. ¿Sabe qué me pasó a mí por entonces aquí? Alguien nombró a Lorca. Y yo dije: “Al que Franco mandó a asesinar”. ¡Y un pariente se soliviantó! ¡Había gente que no sabía que a Lorca lo habían asesinado! ¿Por qué aquel silencio?
P. ¿Cómo vivió la popularidad literaria?
E. ¡Si nunca fue reconocido! ¡La gente española en México fue muy cruel! ¡Lo llamaban Max Aún! Salían sus libros: “¡Max Aún!”. No le agradecían que escribiera sobre lo que todos habían sufrido y que ninguno puso en papel. Y toda su obra es como un diario de ese sufrimiento.
T. Yo no me di cuenta de eso hasta muy tarde. Siempre tuve la sensación de que los que se le acercaban lo hacían con mucho afecto. Quizá por la política apreciaban lo que había hecho. Pero sé que ahora es muy popular. ¡Ya no tengo que deletrear el apellido: A-U-B!
P. La gallina ciega. Son como cuadros. ¿Cuál les emocionó más?
T. Cuando se para junto a un árbol en el Parque del Oeste y rompe a llorar. Se pregunta por qué llora. Por su juventud. Por la derrota. Por la pérdida. La segunda guerra en la que perdió todo.
P. ¿Qué sintieron cuando le pusieron su nombre a una de las Naves de Matadero?
T. Una sorpresa. Infinita alegría.
E. Una sensación como de victoria. ¡Coño, sí, Max!
P. ¿Y cuando quitaron el nombre?
T. Bajón. Pena. ¿Por qué?
E. Cuando me enteré me fui de espía a Matadero. Al llegar vi el soplete destruyendo las letras, A-U-B, los obreros, Arrabal, Max Aub, por los suelos. ¡No pensé “pobre Max”, sino: “¡Otra vez, Max, cómo es posible que te lo vuelvan a hacer!”. ¡Qué necesidad había! Un hombre que defendió las vanguardias, ¿por qué han de hacerle esa guarrada gratuita? Me quise llevar los rótulos a casa...
P. ¿Y?
E. Me dijeron los obreros: “¡Pero si pesa 80 kilos cada lámina!”. Me importó más verlo en el suelo que no podérmelo llevar.
P. Ahora la alcaldesa los repone.
T. ¿Usted cree? Lo festejaré. Pero ya veremos.
P. ¿Y usted, Elena, se lo cree?
E. Me parece muy mal lo que ha pasado. Carmena me merece mucho respeto por su trayectoria y me da coraje que se haya dejado manipular. ¡Es que quitan dos teatros, con tantas naves que tienen! ¡Pongan a sus saltimbanquis y a sus vanguardistas en otra sala! Pero lo que funciona y tiene nombres de vanguardistas por qué han de demolerlo...
T. Ha sido inconsciencia, ignorancia, no creo que haya sido maldad.
E. De todo lo que pasa me han encantado las cartas de la gente de izquierda que nos ha escrito. ¡Y lo que ha escrito Fernando Arrabal, eso me ha encantado! Mi padre no se merecía algo tan innecesario y tan molesto. Da coraje.
Nueva revisión de ‘Campo cerrado’
Dice Miguel Ángel Arcas que, injustamente, el hogar de Max Aub fue durante mucho tiempo el olvido. Él, con su pequeña editorial Cuadernos del Vigía, ha tratado de rescatarlo de esa casa oscura, como otros editores, primero publicando,en 2010, un juego de cartas. De un lado, naipes ilustrados por Jusep Torres Campalans —heterónimo del mismo Aub— y, del otro, 108 epístolas que van desgranando la historia de otro personaje, el difunto Máximo Ballesteros.
Consultó con estudiosos del escritor como José Antonio Pérez Bowie, catedrático de la Universidad de Salamanca, o Gérard Malgat, autor de Max Aub y Francia o la esperanza traicionada, y fueron cayendo más títulos: La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco y luego una compilación con lo que Aub hubo escrito alguna vez sobre la muerte. "Le dimos nombre nuevo a esa obra que estaba dispersa y debía juntarse: Mucha muerte". Después, a petición de Elena, hija de Aub, llegó Luis Buñuel, novela, un encargo que le había hecho en 1967 la editorial Aguilar y que quedó truncado —e inédito— cuando Aub murió, en 1972. Tardaron cuatro años en convertir en páginas encuadernadas los más de 5.000 manuscritos y entrevistas grabadas que legó. "Dejó unas instrucciones de cómo debía ser el libro y le dimos forma", confiesa Arcas.
A finales de abril lanzarán el primer volumen de una nueva edición de la hexalogía en la que, según Arcas, Aub pinta un fresco de la Guerra Civil: Campo cerrado. Se han empeñado en cotejar la versión mexicana con la que la Biblioteca Valenciana elaboró para el centenario del autor, para estar seguros de librarse de las modificaciones que la censura le impuso. También en abril, en la sede central del Instituto Cervantes, se homenajeará a Aub con una muestra que recogerá documentos y fotografías que reconstruyen la vida del autor.
Babelia
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